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Montañismo y Exploración
Una pequeña separación

El arribo a la playa fue sencillo. Alex no estaba ahí. Me dirigí a la primera palapa que vi y pedí un refresco de dos litros. Tenía mucha sed y me había terminado mi bolsa de agua, algo que nunca había sucedido. Mientras, esperaba que de un momento a otro, apareciera Alex. Pero pasó más de una hora y no llegaba. ¿Dónde estaría?







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Arroyo de Liza

Día de navegación 37. Martes 11 de junio de 2002


Estoy solo. Es ya de noche. El cielo está muy estrellado y las casas de los pescadores tienen cerradas sus puertas para evitar la entrada de mosquitos. Aquí llegué al atardecer, una hora antes de que el sol se pusiera. Ignoro dónde está Alex y trato de reconstruir cada fragmento de conversación que tuvimos, cada escena, horario, en fin, todo lo que me pueda dar una pista del lugar donde está.


Salimos temprano de Zapotitlán, dimos la vuelta a la punta donde el mar vira hacia el oriente de nuevo. A lo lejos se veía la Punta El Barco. Tras ella estaba Monte Pío, el pueblito que sería la meta de este día. Sacamos galletas para desayunar en pleno mar y no hacernos a la orilla, pues perderíamos esa ventaja de acortar distancias en línea recta. Después, remamos. Esta vez, Alex se dirigía cada vez más mar adentro. "¿Adónde irá?", me preguntaba. Era claro que íbamos a la punta pero de seguir esa ruta, estaría muy lejos de la costa y remaría más. Sin embargo, no me preocupaba porque lo veía.


En algún momento regresó el temido dolor de cintura y comencé a remar más lentamente y lo perdí de vista, algo que no había pasado nunca. Claro que Alex tiene mejor vista y quizá estuviera viéndome pero el no tenerlo en mi campo visual me inquietaba. Esperé pero no apareció, así que levanté el remo y esperé hasta que apareció. Se había adelantado y tuvo que regresar pensando que yo había tenido problemas. No, sólo quería saber dónde andaba. "Para la otra, si levantas el remo verticalmente, es "sigue" y si es horizontalmente, es "detente".


Una hora después, ya había perdido noción de dónde estaba pero sabía que esta vez iba por delante de mí y mar adentro. Yo me acercaba a la punta y era tiempo de dar la vuelta. Volví a detenerme y esperé. La mar cerca de la punta sería más picada porque la ola que llegaba del mar se estampaba en las rocas y regresaban. En ese oleaje sería difícil que nos viéramos a una distancia grande así que levanté el remo por tres veces en la señal convenida y luego remé para dar la vuelta al peñón.


Cuando dejé atrás el peñón encontré una bahía y al fondo Monte Pío. Sólo había que librarse de las rocas que se interponían entre la playa y yo, algo así como un arrecife. Una vez tuve que dar marcha atrás porque descubrí que a pocos metros había más rocas sumergidas en las que podía chocar. A veces el descubrimiento era por las olas que rompían precisamente ahí, pero esa ocasión las tuve prácticamente debajo mío.


El arribo a la playa fue sencillo. Alex no estaba ahí. Me dirigí a la primera palapa que vi y pedí un refresco de dos litros. Tenía mucha sed y me había terminado mi bolsa de agua, algo que nunca había sucedido. Mientras, esperaba que de un momento a otro, apareciera Alex. Pero pasó más de una hora y no llegaba. ¿Dónde estaría? Recordaba que la última vez que estuvimos juntos revisamos el mapa y pensamos que sería bueno llegar un poco más adelante, a Playa Hermosa. Estaba a unos seis kilómetros y así adelantaríamos algo. ¿Estaría allá? Era probable.


"¿Le pido un favor? Si ve a mi compañero, dígale que lo espero en Playa Hermosa. Lo va a reconocer porque viene en otro cayuco igual al mío." Y una vez dejada esta ancla de información, partí.


Playa Hermosa no está lejos y llegué allá en menos de media hora. La gente se hallaba ocupada en recoger el "paño" mientras los pelícanos se daban un pequeño festín nadando dentro del área que la red les proporcionaba. Los niños se metían al agua y sacaban los pescados o espantaban a los pelícanos todo lo bien que podía permitirles una ola. Una labor de todos pero que dejó muy poca pesca. Había quien se iba con sólo dos peces en la mano. Apenas para comer.


Cuando el paño estuvo fuera la gente comenzó a llegar y a preguntar pero entre tanta respuesta me sentía incómodo porque los niños comenzaban a tomar algunas cosas y los adultos no les decían nada. Un hombre me dijo que adelante estaba el faro y me imaginé a Alex descansando en él, como habíamos hecho muchas veces antes. Una cosa era cierta: Alex no estaba en Playa Hermosa y la explicación del faro me proporcionaba la oportunidad de huir de ahí.






















Después de dar la vuelta a la Punta El Lagarto, vi a lo lejos el faro: encima de una loma. Era claro que Alex no estaría ahí precisamente pero el mapa mostraba una población abajo: Arroyo de Liza. Pero para mí era invisible porque el sol me daba de frente. Sólo porque llegaba una lancha de pescadores pude saber exactamente adonde dirigirme. Imaginaba el kayak de Alex en la arena, pero no estuvo aquí tampoco.


Aquí la gente es diferente en trato, más amable. Ha tenido contacto con turistas y tienen cabañas para rentarlas y servicios de guía en el mar. Un hombre se me acercó y dijo: "Este sí es kayak", y luego, volviéndose a mí: "Pero tiene su faldón también, ¿verdad?" Supe que estaba con alguien que conocía de kayaks, pero no sabía si alarmarme o no. Estaba más preocupado por Alex. El hombre me prestó una tienda para dormir porque la nuestra estaba empapada.


Desde entonces estoy aquí, esperando que Alex aparezca. Pero el sol se puso y no llegó. Ahora sólo me queda esperar que se haga de día. Si a las doce no aparece, me pondré en movimiento para encontrarlo.





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