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Montañismo y Exploración
Vida o muerte en la mar

Una manada de orcas golpean el casco de un velero al poniente de las islas Galápagos. La familia propietaria de la embarcación y que se encuentra a bordo tienen que usar de todo su ingenio cuando la ven hundirse. Treinta y siete días después, un carguero japonés los rescata.







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Dougal Robertson. Vida o muerte en la mar. 37 días a la deriva. Editorial Juventud, Barcelona, 1974 (segunda edición de 1978). 272 páginas. ISBN: 84-261-5697-5

 

Para vivir hay que estar de pie


En pleno Pacífico, a poca distancia de las Galápagos, un hombre siente algo extraño bajo su velero: "...noté unos golpes como dados con un gran mazo con increíble fuerza contra el casco, justo por debajo de mis pies, y salí despedido contra la litera; el ruido del impacto, acompañado por el estrépito producido por el agua que entraba a raudales, casi me ensordeció. Oí chillar a Lyn al mismo tiempo que llegaba a mis oídos el grito de «¡Ballenas!»" (p. 22) En pocos minutos el Lucette se va a pique mientras su antigua tripulación se acomoda en dos embarcaciones: una balsa inflable y un pequeña lancha.

La actitud de la familia es la de esperar que alguien los rescate, pero cuando un barco pasa de largo sin haberlos visto, la "consigna" cambia: "Sí, sobreviviríamos sin su ayuda, eso es; y la consigna era ahora "supervivencia", no "salvamento" o "ayuda" o subordinación a la asistencia que otros puedan prestarnos, sino simplemente esto: supervivencia. Noté que el vigor renacía en mí, al punto que mi depresión, producto del desengaño sufrido, desaparecía para dejar paso a un estado de ánimo que rayaba casi en la tranquilidad. Tenía plena conciencia de la existencia de los grandes peces que viven de sus presas. Ciertamente, aquel ambiente distaba de ser el nuestro, y las bestias que nos rodeaban se nos comerían si fracasábamos en nuestro propósito. Nos esforzaríamos por crear un hueco entre ellas; cierto es que ellas tenían de su parte millones de años de adaptación, pero nosotros contábamos con nuestro cerebro y algunas herramientas. Viviríamos del mar tres meses, o seis, si era necesario, pero, como Lyn había dicho, "llevaríamos a los muchachos a tierra". Y lo haríamos con nuestro solo esfuerzo, si no había otro remedio. A partir de aquel instante, me volví salvaje." (p. 78)

Treinta y siete días en alta mar en una actitud de sobrevivencia continua hace que la familia que iba a dar la vuelta al mundo cambie de un modo radical y que también tenga sus roces debido a la situación en que se encuentran y a que el espacio es sumamente reducido. "...todos comprendían la diferencia que existe entre las regañinas sin importancia y las instrucciones que habían de cumplirse por su propio bien. Robin, no. A los veintidós años era el producto, desde luego no por su culpa, de un sistema de educación, de ocho años de duración, que ofrecía a los estudiantes pocas oportunidades para asimilar los principios de la existencia física, y los lanzaba al torbellino de la vida carentes de conocimientos prácticos, obstinados en obrar solamente al dictado de sus propias opiniones, y con un fondo de conocimientos prefabricados tan inútiles como una vaquilla en un campo de heno, cuando la vida es lo que está en juego." (p. 100-101)

Y sin embargo, la actitud positiva continúa presente: "...tuve la impresión de que me identificaba con aquel ambiente, que podíamos seguir allí, no simplemente vivir, sino crear otro modo de vida, sin otro objetivo que pasar la vida en el mar, viviendo de la mar." (p. 131) "...me di cuenta de que nadie pensaba ya en términos de supervivencia. En realidad estábamos viviendo de la mar como si hubiéramos adoptado ese modo de vida, y no sólo vivíamos bien, sino que incluso mejorábamos físicamente." (Vigésimo quinto día, p. 149)

El día 37, el Toka Maru II, encuentra una familia bastante unida que sigue viva en una embarcación tan pequeña como pestilente. "Vida o muerte en la mar" puede parecer un título amarillista pero en realidad es sólo el reflejo de la "consigna": "La supervivencia es la escuela más dura de la vida; ésta no admite ningún fallo." (p. 254)

Además de ser un libro que narra minuciosamente los pormenores de los supervivientes, el autor presenta un capítulo final de análisis donde se encuentran citas como estas:

"Se presta una gran ayuda a quienes tienen miedo si uno es capaz de ocultar el suyo propio; ahora bien, es preferible trabajar a toda prisa aunque con ello se dé la impresión de tener miedo, especialmente cuando la pérdida de tiempo pueda acarrear la pérdida de vidas humanas. Los desastres imprevistos no dan tiempo a tomar grandes decisiones: así, pues, deben hacerse las cosas por orden de su importancia." (p. 235)

"Desde el punto de vista del náufrago, hay una enorme diferencia entre la lucha activa por la vida y la pasiva espera de la muerte o del salvamento; en el primer caso el náufrago es dueño de su destino y por ello encontrará medios para vivir aunque ningún libro se los indique. La mejor ayuda que se le puede prestar es darle una buena información y material de confianza; el resto depende exclusivamente de él, y si no le falta resolución saldrá bien librado." (p. 250)



 



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