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Montañismo y Exploración
EXPEDICION AKEMATI 1999
1 octubre 2000

La experiencia del Sótano Akemati dejó una profunda huella en los participantes de la expedición y Norman Magaña, otro de los participantes, escribió sus experiencias tiempo después. Esta otra versión ayuda a comprender que cada persona ve las mismas situaciones de forma diferente.







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MIERCOLES 31 MARZO 1999
Nos programamos para salir muy temprano (6:00 a.m.). Ahí íbamos los cuatro miembros de la cordada 1, dispuestos a atacar la sima después de ponernos nuevamente el overol húmedo. Después del vivac viene una serie de tiros que te llevan a una gran base de piedra, lugar propicio para la caída de piedras pequeñas. Hay que seguir a la izquierda por otra serie de tiritos que te llevan a la parte que describen los belgas en su texto como �un agradable recorrido por un largo pasillo en declive�.
No es que no me haya parecido agradable, pero ya habíamos rebasado los 900 metros de profundidad y quizá me sentía ahora sí tan profundo (y no estoy hablando en sentido filosófico) que pensaba en todo lo que faltaba para tocar fondo �otros 235 metros� ¡y en todo lo que faltaba para subirlos! Incluso comenzaba a sentir más hostil a la caverna. Y esta percepción no era gratuita: a esta profundidad ya resentíamos en las manos y en la ropa lo filoso de las rocas pues muchos tramos que ya habíamos descendido estaban compuestos de coral de caverna, una piedra en exceso filosa. Se había filtrado agua en cantidades abundantes, lo que hacía más problemático el moverse dentro de la cueva. En lo personal mis manos empeoraban conforme entraban en contacto con la piedra, comenzaban a hincharse y aparecían múltiples golpes.
Después del segundo vivac me tocó bajar casi por completo en absoluta soledad, un sentimiento sublime. Es increíble apreciar ese paisaje subterráneo que te invita a meditar y valorar cuánto vale la vida en comunión con la naturaleza. Llegué a los -960 metros como a las 2:00 p.m. y ahí se encontraban Lorenzo, Javier Martínez, Arturo y Gustavo; más tarde se reuniría nuestra cordada 1. En estos últimos tramos antes de los -960 metros utilizamos las cuerdas que hace 11 años habían dejado allí los belgas. De hecho por el tiempo que llevaban allí tratamos de hacer uso moderado de ellas: en tramos muy cortos y en donde existía relativa seguridad en el descenso.
No bajaríamos más allá de esta profundidad (-960 metros) ya que todavía faltaba un tiro de 100 metros que estaba en una zona de roca descompuesta y por tal habría que manejar cierta técnica para evitar tirar bloques de piedra sobre los compañeros de abajo. Además el trabajo de progresión, tanto de descenso como de ascenso, nos retrasaría aún más de lo que ya estábamos. Después del tiro de 100 metros habría que baja otros 75 metros. Ante tales circunstancias no descenderíamos todos. Se tomó la decisión general de que sólo dos personas del grupo rebasarían los 1,000 metros de profundidad: José Antonio Soriano y Víctor Chávez.
No era un fracaso para los demás que sólo nos quedamos a -960 metros, era un gran triunfo del Grupo Espeleológico Universitario (G.E.U.), que con esta conquista, aunque no se hizo sima, conseguía convertirse en la primera institución o grupo de montañismo que conseguía dos cavernas de más de mil metros de profundidad. En 1993 un grupo de 20 espeleólogos de la UNAM había conseguido con éxito la sima de Pozo Verde, de 1,070 metros. Ahora estábamos a -1,060, a sólo 55 metros de la sima. José Antonio Soriano conseguía así su tercer menos mil (Pozo Verde, -1,070 metros, 1993; Sistema Cheve, -1,386 metros, 1997; Akemati, -1,060 metros, 1999), Javier Vargas conseguía dos menos miles (Pozo Verde y Sistema Cheve) y Víctor Chávez obtenía su primer menos mil, que junto con todos los que llegaron al fondo de Pozo Verde en 1993, se sumaba al selecto grupo de mexicanos que han rebasado los 1,000 metros de profundidad.
Yo todavía no lo podía creer, era de los primeros mexicanos en llegar hasta ahí, en Akemati. Antes sólo extranjeros habían logrado esa meta. Es un orgullo por mi país, por mi universidad, por mi grupo de espeleología y por mi persona en sí. Estaba agotado, tenía mucho frío, hambre y sed, pero el tamaño de la satisfacción triplicaba por mucho todos los sufrimientos anteriores. Gritos, abrazos, goyas y las lágrimas cuando dedico este triunfo a mi hijo que había muerto un mes antes de un nacimiento prematuro de cinco meses; solidaridad y consuelo encuentro por parte de mis amigos �cueveros�. El triunfo es también dedicado a nuestro fallecido amigo Polo que se nos adelantó, al sufrir un accidente en los andes ecuatorianos.
EL ASCENSO
A descansar un buen rato y a comer la última reserva de dulces que nos habían dado pues faltaba un buen rato para que Soriano y Víctor regresaran de los -1,060 metros. Tendríamos que esperarlos para festejar, y sobre todo nosotros, la cordada 1 para subir cargando material de armado y pesadas cuerdas. Inicia el retorno a la superficie y me toca un �marrano� �gordo� con 100 metros de cuerda mojada. El ascenso es lento y tortuoso, sobre todo en aquellos tramos donde tienes que quitarte el gordito de la espalda porque no pasas con él, y en los pasos de �fraccionamiento� donde el peso puede ser un problema. Como a las 7:00 p.m. llegamos a la grieta donde habíamos pernoctado una noche antes, comimos algo para tener energías y continuamos el ascenso.
Un poco más arriba de la grieta, como a los -800 metros tuve un accidente como a las 9:00 p.m. Me tocó subir por la cuerda antes que Lorenzo, y tal parecería que cuando él se acomodó en una repisa que estaba frente al tiro para ver cómo subía yo, presentía lo que pasaría en unos minutos. Cuando llegué al fraccionamiento y traté de pasarme a la otra cuerda, no jalé la cuerda por abajo del croll lo suficiente como para estar plenamente seguro de que el sistema ventral funcionaría. Por este error, cuando quité mi �puño� para pasarlo arriba del croll y seguir subiendo ya en la otra cuerda, el peso del gordo me jaló hacia abajo, ocasionando que volara. El impacto en el croll, que como mencioné no estaba perfectamente colocado en la cuerda, hizo que se rompiera el seguro de éste y quedara colgado de un solo punto de seguro: del puño. (Muchos me preguntaron por qué no tenía el �cabo de seguro� al nudo del fraccionamiento a lo cual les respondí que fue por la sencilla razón de que el movimiento que hice fue natural: quitar el seguro y seguir subiendo. Mucho influyó también que ese fraccionamiento estaba demasiado abierto y por consiguiente el paso era en diagonal).
Me quedé colgado únicamente del puño y entré en un estado de shock que me impedía pensar qué hacer. Afortunadamente abajo estaba Lorenzo, que subió rápidamente por la otra línea y me ayudó a quitarme el gordo que pesaba bastante y que me impedía incorporarme para tratar de escalar y conseguir un lugar más seguro. La naturaleza y Dios son tan grandes, que justo en el lugar donde quedé colgado, me pusieron dos pequeñas �cazuelas� donde pude meter los dedos; escalé y descansé un poco. Definitivamente no iba a aguantar mucho, por lo cual cuando Lorenzo me quitó el gordo, pude conectarme nuevamente a la línea; respiré hondo y subí ese último tramo hasta estar en un sitio más firme. La caída hubiera sido como de unos 10 ó 15 metros. Todo pasó en fracciones de segundo, pasó por mi mente como de rayo: el reflejo de tu vida, tus seres queridos y todo lo que representa vivir. Inmediatamente pensé en Adriana y Mauricio, sólo pedí verlos una vez más, con eso me conformaba.
JUEVES 1 ABRIL 1999
Medio repuesto, aunque no controlado del todo, llegamos hasta donde estaban Amílcar, Rodrigo y Marisol (como a los -750 metros). Los primeros en subir de nuestra cordada éramos Angélica y yo, ya que Dany y Joel se quedarían a desarmaban la última parte la caverna. Yo no sé qué semblante traíamos Angélica y yo que los que nos vieron llegar (David y �scar, que iban hacia arriba) nos recomendaron que nos fuéramos de inmediato a descansar al vivac donde había estado Javier Vargas. Angélica y yo no podíamos, no deseábamos movernos de ahí; nos quedamos recargados espalda con espalda en pleno paso del agua. No nos importaba; lo único que queríamos era dormir. Sabia fue la decisión de todos nuestros compañeros al recomendarnos que nos fuéramos al vivac. Contra mi voluntad (no sé si contra la de Angélica también) tuve que ponerme de pie y escalar un poco para llegar al vivac. Un poco más tarde llegarían Dany y Joel, también con síntomas de cansancio. Creo que esa noche-madrugada (era como la 1:00 a.m.) no comimos de lo cansados que estábamos. Este tercer vivac, que definitivamente había sido el mejor de toda la expedición, se hallaba en una parte situada arriba del cauce del río, completa y absolutamente seca, pero lo mejor de todo fue que estaba plano (apenas un merecido descanso para nuestras maltrechas espaldas). El único detalle es que estaba un poco en declive, pero era lo que menos importaba.
A las 11:00 a.m. reiniciamos el ascenso y llegamos hasta -600 metros donde estaba Manuel, le comentamos el problema que yo había tenido y me cambió el sistema de ascenso. Colocó mis ascensores para que mi puño fungiera como croll y viceversa. Tan sólo tomamos unos minutos para comer y descansar, pero a pesar de que no había tenido tan mala noche, yo ya no deseaba moverme de ahí, y eso que me hicieron favor de ayudarme con mi gordo desde el incidente de la cuerda. Nuestro comedor estaba justo en el cauce del agua y no había otro modo de cocinar ya que los lugares relativamente secos estaban ocupados por Manuel y su cordada. De los -600 metros hacia arriba, seguía la serie de tiritos por donde había transito solo con Joel de bajada, después de este tramo nuestro siguiente objetivo era �Le Sec� a -480 metros para hacer nuestro probable último vivac antes de salir a la superficie.

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