follow me
Montañismo y Exploración
EXPEDICION AKEMATI 1999
1 octubre 2000

La experiencia del Sótano Akemati dejó una profunda huella en los participantes de la expedición y Norman Magaña, otro de los participantes, escribió sus experiencias tiempo después. Esta otra versión ayuda a comprender que cada persona ve las mismas situaciones de forma diferente.







  • SumoMe
EL DESCENSO


SABADO 27 MARZO 1999
Pensando que la pesada jornada del día anterior había hecho mella en Manuel, creí ingenuamente que de menos a las 8:00 a.m. nos despertaríamos para ultimar detalles sobre el plan original, pero a las seis se levantó y comenzó a nombrarme para ver en qué tienda de campaña me encontraba; verdaderamente no tenía ninguna intención de contestarle y mucho menos de pararme después de la friega del día anterior, pero creo que tuve que resignarme y poner en práctica el plan original: a las ocho tendría que empezar a armar hasta �290 metros. El problema no era que tuviera que bajar primero, finalmente esa parte que me tocaba armar ya la conocía del año anterior, lo que yo necesitaba era descansar un poco más y alimentarme bien. En fin, los nervios no permitieron ni una cosa ni la otra, había que tomar al toro por los cuernos y asumir mi responsabilidad como líder de la cordada uno. Dany y yo habíamos acordado dividirnos el armado, pero como él no pudo salir de la Ciudad de México con nosotros, tendría que armar los 290 metros yo solo.
Cada grupo tendría un límite de 12 horas para armar su tramo correspondiente:
  1. Norman/Daniel Castro: Hasta -290 metros.
  2. Lorenzo/Arturo: Hasta -530 metros.
  3. Manuel/Daniel Sánchez: Hasta -750 metros.
  4. Javier Vargas/David/Oscar: Hasta -1,050 metros.
  5. Soriano/Javier Martínez: Hasta -1,135 metros.

Mi grupo iba retrasado y no empezamos a armar sino hasta las diez, lo que me daba un total de 10 horas en lugar de 12. Sin embargo traté de no presionarme y tomar las cosas con calma. Organizamos dos bandolas, una con la mayor parte del material para mí, y una menos nutrida para Joel, quien me proveería de cuerda. El segundo en la cuerda es quien va checando los roces que pudiera tener la cuerda y que el armador dejó sin protección y esto ahorra tiempo al que va en la punta.
En lo personal era una gran emoción ser el primero de todo el grupo en bajar a este imponente sótano. Cuando puse la primera cuerda de 5 metros comenzó la gran aventura; me siguieron Joel, Angélica y al final Edgar. De antemano sabía que Dany no llegaría y yo tendría que cargar con toda la responsabilidad del armado.
Después del primer tiro de cinco metros se encuentra un salón en forma circular que se divide en dos estratos. Para continuar y encontrar el siguiente tiro de 50 metros hay que seguir por el estrato superior, caminar un poco y realizar una pequeña desescalada de dos metros. En el inicio del tiro de 50 metros anclé en una formación de tamaño regular que caía en libre hasta otra pequeña repisa donde coloqué otro anclaje (más tarde Manuel y su grupo rearmaría la primera parte de este tiro, colocando un �desviador� �anclaje que desvía el curso de la ruta original� casi al inicio del mismo). Después de la repisa todavía faltan unos 20 metros para llegar al final del tiro y se puede apreciar una pequeña poza. En la repisa buscaba yo un lugar para poner un spit del lado derecho, y de hecho lo puse sólo que Angélica se percató que del lado izquierdo ya había uno puesto y que era más funcional, por lo que decidí usar este último. Descendimos esos 20 metros finales y llegamos a uno de los pasos más �odiados� de toda la caverna: �la ratonera�. Este nombre se lo pusimos ya que en efecto parecería que sólo habría cupo para alguien del tamaño de un roedor. Y lo peor de todo es que no se trata de una simple �gatera�, sino que hay una pequeña caída de dos metros y hay que usar cuerda para pasar por ahí. Sobra decir que pasar por ahí con equipo y cuerdas le da un sabor un tanto más amargo.
Después de esos dos metros de desnivel en la ratonera siguen un sinnúmero de desescaladas, pequeños tiros y un mediano-largo andar a través de �meandros� hasta llegar a otro tiro de 20 metros. Fue aquí tiros donde perdí el equilibrio y mi propio peso hizo que el tornillito que lleva la marimba al final del arco, me hiciera una profunda herida en el dedo cordial de la mano derecha. Aquí empezaría toda la serie de golpes y heridas que me llevé en las manos. Al finalizar el tiro de 20 metros se llega a un gran salón completamente horizontal y de unos 200 metros de longitud. Este largo pasillo fue bautizado por los belgas como el �Cicloespeleódromo� y es uno de los pocos lugares dentro de todo el recorrido donde se puede hacer vivac cómodamente. Hasta aquí encontramos una profundidad aproximada de 135 metros. En el Cicloespeleódromo dejamos algunas bolsas de comida, cargas de carburo y demás cosas que consideramos no nos serían útiles más abajo.
Tan sólo un breve descanso y a continuar armando los siguientes tiros que para nuestra cordada eran los obstáculos a vencer, no por la dificultad técnica, porque como ya lo comenté esta parte ya la conocíamos del año pasado, sino porque era una de las más aéreas de todo el sótano y siempre, como quiera que sea, uno no deja de tenerle respeto a la altura. Así pues, los tiros eran de 73 y 90 metros.
Mientras yo buscaba los lugares más propicios para anclar, mis compañeros de cordada esperaban ansiosamente a que yo terminara para poder descender y entrar en actividad; la espera es siempre cruenta cuando te enfrías y estás soportando la constante caída de agua que, por muy tenue que sea, es siempre molesta y desesperante. Finalmente sólo bajaron Angélica y Joel, decidiendo Edgar quedarse ya que de cualquier manera bajaríamos todos más adelante. Los tiros quedaron armados dentro del tiempo límite (terminé de armar a las 8:00 p.m.), justo a tiempo para cederle la estafeta a la cordada dos. Salimos de la cueva, no sin antes ver a un auténtico �gamo� de las cavernas, Lorenzo, quien al olvidar material de armado tuvo que regresar corriendo. !Casi hasta la entrada! Mi cordada salió y tomó un breve descanso de un día (el domingo 28 de marzo).
DOMINGO 28 MARZO 1999
En el transcurso del domingo llegaron Dany Castro, Javier Martínez y Gustavo. Con la inclusión de Dany en nuestra cordada, estábamos completos para iniciar al día siguiente el ataque a sima.
LUNES 29 MARZO 1999
Nos levantamos muy temprano para tomar algo ligero y preparar el descenso, que estaba programado para llegar hasta -480 metros. Lugar donde pernoctaríamos y esperaríamos largas horas a fin de dar oportunidad a que las demás cordadas llegaran al fondo. El descenso hasta -480 metros nos tomó seis horas (10:00 a.m. a las 4:00 p.m.) y descubrimos que las horas largas que tendríamos que esperar serían extra largas (aproximadamente 25 horas): Lorenzo se había equivocado y en una intersección para desviarse al ramal fósil tomó el camino equivocado y se fue por el activo, lo que ocasionó que tuviera que desarmar la parte que llevaba del activo y regresar a la intersección para colocar las cuerdas por el lugar correcto, mejor conocido como �Le Sec�, nombre que le fue dado por los belgas.
Aquí sería nuestro vivac número 1 y el descanso sería prolongado. Faltaban muchos metros hacia abajo y deberíamos estar en la mejor forma posible. Javier Vargas colocó una serie de spits de los cuales colocamos nuestras hamacas de un solo punto. Casi podría decir que por fin comprendía a los murciélagos cuando duermen colgados de los techos de las cavernas. Para algunos de nosotros la posición era incómoda; en lo personal sólo permanecí en la hamaca unas cuatro horas y después tuve que bajarme al suelo, que igualmente era incómodo, pero al menos ya no me producía la sensación de inmovilidad y es que en verdad uno parece una auténtica quesadilla humana. Mi cuerpo nuevamente tendría que amoldarse a las piedras que se encontraban en la pequeña rampa que elegí para dormir. Una de las plaquetas quedó muy afuera de la base donde estábamos vivaqueando, y aunque el tiro hacia abajo no era tan profundo (unos 3 metros), creo que nadie de nosotros envidiaba a Edgar que había tenido que dormir colgado de allí.
MARTES 30 MARZO 1999
Reiniciamos el descenso por la mañana aunque esto sólo lo sabíamos por el reloj de pulso, ya que todo el tiempo estábamos en la oscuridad. En esta ocasión Edgar ya no iría con nosotros. Se había acordado que quien no quisiera bajar más tenía el derecho de elegir si se regresaba a la superficie, siempre y cuando no afectara el trabajo de la cordada. Creo que Edgar tomó una sabia decisión y valoró que su límite había llegado. Le deseamos muchísima suerte, deseo que fue mutuo pues a nosotros también nos haría falta para llegar a la sima.
Después de ese Vivac 1 seguía un mediano paso estrecho (como de cuatro metros de largo) que, aunque no era muy largo, muchos de nosotros tuvimos que quitarnos el arnés y el equipo (incluyendo el casco) para atravesarlo. Charlando y bromeando un poco con Dany, nos decía que probablemente ahí acabaría su participación en la expedición pues dudaba de poder pasar, pero al final pasó. Muchos de nosotros no dejamos de maldecir en más de una ocasión dicho pasito. Después, la estrechez continúa aunque ya te da oportunidad de incorporarte a medias y luego sigue otro paso estrecho, aunque no tan criminal como el primero. Al final de una serie de tiros llegas a encontrar nuevamente el ramal activo.
La delantera de nuestra cordada la tomó Dany junto con Angélica, mientras que Joel y yo íbamos a la retaguardia, y de hecho así nos mantuvimos durante un buen tramo: yo al final con Joel por una serie de �tiritos�, desescaladas y riachuelos; para entonces ya había demasiada agua dentro de caverna. Como a los -600 metros nos encontramos a Marisol, Amílcar y Rodrigo, que venían de regreso: al igual que Edgar habían llegado a su límite, aunque habían alcanzado la profundidad de 750 metros, a excepción de Rodrigo que había alcanzado los -800 metros. Unos tiros más abajo nos encontramos a Juan, que se había lastimado los pies seriamente y descansaba para tratar de recuperarse. Nos platicó que había estado un poco más de 24 horas completamente solo, disfrutando de su soledad y de la belleza del silencio dentro de la caverna.
Como a las 3:00 o 4:00 p.m. alcanzamos la profundidad de -880 metros, lugar donde haríamos nuestro segundo vivac. El lugar no era muy cómodo que digamos: sobre un pasillo muy estrecho, fracturado por la parte media, existía una grieta hacia la derecha, sobre la pared, donde uno podría más o menos acomodarse. Pero la fractura y el suelo inestable hicieron que todas las maniobras para quitarnos el equipo y ponernos ropa seca fueran unos cuatro metros atrás, donde había suelo firme (aunque seguía igual de estrecho).
Cabe citar que éste era uno de los momentos de mayor angustia de todos: era excelente llegar todo cansado y mojado y poder quitarte la ropa mojada junto con el equipo pesado, pero cuando tenías que ponerte en actividad nuevamente debías ponerte la ropa húmeda. La humedad no era tan alta pero la ventilación dentro de la cueva era constante y esto impedía que la ropa se secara.
Después de ponernos ropa seca y saborear una deliciosa comida, procedimos a incrustarnos en la grieta. Sí, literalmente: ¡incrustarnos en la grieta! Por mi tamaño no cupe en el lugar que había elegido; de hecho no había mucho espacio de donde escoger. Gracias al alma caritativa de Joel, que me cambió su lugar, quedé acomodado al lado de Dany. La desventaja en este lugar era que estábamos durmiendo en pleno paso. Esta preocupación de estar estorbar aunado a que mi almohada era un pedazo de roca filosa, me impidieron dormir lo suficiente como para estar relajado y descansado.

Páginas: 1 2 3 4 5



 



Suscríbete al Boletín

Google + Facebook Twitter RSS

 

Montañismo y Exploración © 1998-2024. Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con SIPER
Diseño por DaSoluciones.com©