LA GRAN CORDILLERA
En el principio, la tierra era una llanura llena de agua, y por lo tanto se pudrÃa el maÃz. Los antiguos habitantes tuvieron que pensar, trabajar y ayunar mucho para conseguir un mundo en forma. Bajaron todos los pájaros á ver si podÃan poner en orden la tierra para que se sembrara el grano. Rogaron primeramente al zopilote de cabeza roja, la principal de todas las aves, que lo arreglara todo, pero dijo que no podÃa. Llamaron á todas las aves del mundo, una tras otra, para inducirlas á la obra, pero ninguno quiso emprenderla. Por último llegó el murciélago, muy viejo y muy arrugado. TenÃa blancos los cabellos y la barba de tanto que habÃa vivido, y llevaba la cara llena de polvo porque nunca se baña. Se apoyaba en un palo, porque era tan viejo que apenas podÃa andar. Ã?l también dijo que no era competente para llevar á cabo tal tarea, pero consintió al fin en emprender lo que ejecutó. Esa misma noche se lanzó a volar precipitadamente, abriendo salidas para las aguas; pero tan profundos hizo los valles que era imposible recorrerlos. Las personas principales se lo reprocharon y contestó:
«Volveré, entonces, á ponerlo todo como estaba».
«ÂNo, no!», dijeron ellos. «Lo que queremos es que las laderas sean un poco más inclinadas, que nos quede alguna tierra pareja y no todo sean montañas.»
El murciélago consintió en hacer lo que pedÃan, y las personas principales le dieron las gracias. Asà ha quedado el mundo hasta el presente.(1)
Asà ha quedado el mundo... un mundo fantásticamente quebrado, arrugado hasta la exageración pese a los cerros que permanecen aplastados por el sol. Es un mundo que los coras se explican tan bellamente sin entrar en más detalles. No les hace falta ni les interesa porque ésta es su realidad.
Hace muchos millones de años el norte mexicano era un ancho mar donde despuntaba una gran isla y un extenso y bajo archipiélago. Todo alrededor era mar: un mar interior. En el lapso de sesenta millones de años, todo ha cambiado: la tierra se elevó y dejó escapar las aguas del gran mar interior; sólo queda el viejo y sediento lecho marino donde se amontonan, escondidos bajo las raÃces de pétreos mezquites e iridiscentes lechuguillas, los antiquÃsimos fósiles, vestigios dispuestos a relatar esa historia más antigua de la tierra a quien los encuentre y sepa leer y descifrarla.
El fondo de ese lecho marino extinto se llama hoy Bolsón de MapimÃ. Por un lado del extinto mar, el archipiélago se ha convertido en una Sierra Madre: la Oriental. Hacia el ocaso, la gigantesca isla también ha sufrido modificaciones y, con apariencia de vieja buena y frondosa cabellera vegetal, es ahora la cordillera más grande de la República Mexicana: la Sierra Madre Occidental que, por el sur, comienza en la tierra de los huicholes, en la Sierra del Nayar:
Nómbrase esa sierra la provincia del Gran Nayar [...] es tan sañuda y horrorosa la vista, que aun más que las aljovas de sus defensores tan guerreros asustó los principios los alientos de sus conquistadores; porque no solo parecen sus quiebras inaccesibles los pasos, pero aun los ojos embarazan su dilatada esfera los empinados cerros y picachos, que se encumbran de suerte que no es posible andar por aquel terreno, sin que, ó lo quebrado del camino maltrate a las caballerÃas, ó lo precipitado de las laderas asuste a los ginetes [sic].
La sierra "tan sañuda y horrorosa" descrita por el padre José Ortega en 1754 se levanta de golpe, al norte de un rÃo cuyo nacimiento se dio lejos, en las cercanÃas de Toluca. En el principio, el curso de agua se denomina Lerma, pero después del Lago de Chapala toma el nombre de RÃo Grande de Santiago y corre con rumbo errático hacia el PacÃfico para dividir esta gran cordillera del Eje Neovolcánico, al sur, tierra ésta donde han nacido y nacerán volcanes grandiosos. A partir de ahÃ, en el paralelo 21 de latitud norte, la cordillera se extiende Â?ave tras estrellasÂ? con extrema voluptuosidad hacia un norte que parece nunca alcanzar y en su trayecto se aleja lenta e insensiblemente de la costa para desparramarse en una madeja cada vez más enmarañada de cañadas, barrancos y quebradas portentosas que en conjunto son la caracterÃstica más conocida y reconocida de la Sierra Madre.