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Montañismo y Exploración
EN LA ALTA VERAPAZ, GUATEMALA

La Alta Verapaz fue el refugio de los últimos lacandones. ¿Cómo se encuentra ahora? Una exploración de 1999 se interna en la Alta Verapaz y descubre que es más que selva.







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Fray Bartolomé de las Casas, la población, nos descubrió a las diez de la mañana bajando del bus [autobús] que había salido de Cobán cinco horas antes. Diecisiete personas abrumadas de viajar bus tras bus después de cruzar la frontera, subimos a la parte alta del transporte para bajar las mochilas. Entonces descubrimos que el calor sería el principal problema en nuestra estancia y que no podríamos planear nada lejos de las fuentes de agua. En pocos momentos, fuimos el centro de las miradas y lo seguimos siendo hasta que desaparecimos en la vereda que nos acercaba a las montañas adonde íbamos a penetrar a la selva. Caminamos hacia el norte, lejos de la población, hacia una pequeña sierra de cerros diminutos y numerosos. Complicado terreno selvático para explorar.


Estábamos en la Alta Verapaz, en Guatemala.


 


HISTORIA DE LOS LACANDONES

...a principios del año de 1537, no había otra tierra por conquistar por estas provincias cercanas a Guatemala, sino la de Tezulutlán tan montuosa, lluviosa y áspera como ella misma lo está demostrando, donde casi todo el año llueve; la gente que la habitaba era el coco de los españoles, porque tres veces la habían acometido y otras tantas le habían vuelto las espaldas, y así la tenían por gente feroz e imposible de domar y sujetar como habían hecho de las demás naciones y así la llamaban tierra de guerra... (André Saint—Lu. La Vera Paz: Esprit Evangélique et Colonisation, p. 186)


Esta tierra ha por nombre la Verapaz, y también se llama Tierra de Guerra. Nombres, por cierto, bien contrarios y diferentes[...] Llamáronla los castellanos seglares Tierra de Guerra, porque nunca ellos la sujetaron e hicieron de paz, entrándola y conquistándola, como hacían a las demás tierras por fuerza de armas. Y así, se quedó siempre con el nombre de no conquistada y, por consiguiente, se llamó "de guerra". Por el contrario, los padres y religiosos de Santo Domingo, a cuyo cargo está la buena doctrina [...] destos naturales, la llaman la Verapaz. (Francisco Montero de Miranda. "Memoria de Diego García del Palacio", en Relaciones Geográficas del Siglo XVI: Guatemala, p. 45)


El amplio territorio llamado Tierra de Guerra, abarcaba dos provincias: Tezulutlán y Lacandón. El lado de Guatemala, Tezulutlán se convertiría en la Verapaz, nombre que fuera aprobado por cédula real del 15 de enero de 1547. La Verapaz fue el espacio donde los frailes dominicos entraron a evangelizar con nulos resultados. La selva, siempre silenciosa y desierta de hombres, rechazaba implacablemente a los extraños y mantenía ocultos a los lacandones, que vivían ahí, metidos en alguna parte. Así, su fama de invencibles fue creciendo de tal manera que la gente les tuvo miedo porque, además, incursionaban en los poblados cristianizados en busca de herramientas, presencias que se caracterizaban por su violencia.


...vinieron de noche a dar sobre el dicho pueblo, y mataron y cautivaron mucha gente, y de los niños sacrificaron sobre los altares y les sacaron los corazones, y con la sangre untaron las imágenes que estaban en la iglesia, y al pie de la cruz sacrificaron otros, y hecho esto, a voz alta comenzaron a decir y pregonar: Cristianos, decid a vuestro dios que os defienda; se llevaron mucha gente presa para su tierra. (Fray Tomás de Casillas, 3 de septiembre de 1553)


En represalia, los españoles llegaron hasta la actual Laguna Miramar, Chiapas, en 1586, adonde estaba el núcleo principal de lacandones: "Lacam-Tun", que quiere decir "Gran Peñón", nombre que se le daba al peñasco de la isla donde habitaban. La entrada de los españoles a "tierra de guerra" fue tan definitiva que los lacandones abandonaron su isla y se fueron selva adentro a fundar otra población: Sac-Bahlán. Ahí permanecieron olvidados de la civilización durante casi cien años.


Sin embargo, los lacandones no perdieron su fama de sanguinarios. A principios del siglo XVII los religiosos comenzaron a preocuparse por los rumores de que los lacandones invadían las poblaciones, pero pronto dejaron de hacerlo, pues descubrieron la verdadera causa: durante el Jueves Santo algunos indígenas de las poblaciones se convertían en lacandones, "desnudos y ambijados", y corriendo de un lado para el otro gritaban "Lacandones, lacandones", de manera que todos se refugiaban con prisa en la iglesia. Era un ritual que probablemente se remontaba a las incursiones sangrientas y devastadoras del siglo anterior. Este tipo de celebraciones seguían todavía de moda en 1720.


Las autoridades coloniales no supieron distinguir entre rito y realidad y tomaron esas voces como signo de alarma: la fuerza de los lacandones se hizo legendaria entonces y la reducirlos, una necesidad. En 1694, fray Antonio Margil y fray Melchor López, franciscanos, llegaron hasta Sac-Bahlán desde Cobán después de cinco meses de viaje en la selva. Pero los religiosos no fueron atendidos por los lacandones sino como un estorbo:


...estuvimos todo el día predicándoles que había sido castigo de Dios para que se persuadiesen [de] que todos sus ídolos no son más que demonios que los tienen ciegos como a todos sus antepasados, y que si no nos los entregaban [a sus dioses] para quemarlos y recibían la fe de Jesucristo y se bautizaban, habían de ir con todos ellos a los infiernos, con todos sus hijos y descendientes; pero a todo respondieron que este nuestro Dios era para nosotros y que no nos cansásemos porque no los habían de entregar ni dejar, ni recibir nuestra fe [...] a otro día, diciéndoles a todos cómo se quedaban con la maldición de Dios ellos y todos sus hijos, les volvimos las espaldas y nos volvimos por no perder tiempo y para informar a vuestra señoría de esto mismo [...] que dichas naciones, según es su rebeldía, necesitan que su Señoría tome en la mano la espada de su justicia y los compela a entrar en nuestra Santa Madre Iglesia y ser de los convidados a la mesa de Cristo crucificado... ("Fray Antonio Margil y fray Melchor López informan a Barrios Leal sobre los lacandones" Carta del 22 de abril de 1694).


De esta forma, aquellos que decían amarlos y querer su redención, firmaron la suerte de los lacandones, quienes se vieron invadidos por un enorme ejército que llegó por tres vías diferentes en 1695. Sac-Bahlán fue bautizada como Nuestra Señora de los Dolores porque habían encontrado las huellas de los lacandones el Viernes de Dolores por un religioso que iba de buena fe:


...sólo digo a vuestra paternidad que esto escribo a la vista de un pueblo como Solomá [Salamá], que después de estos volcanes está en unas grandes sabanas. A los cuatro compañeros no les ha dado el Señor voluntad de pasar de aquí, por lo cual me voy luego en nombre de el dulcísimo Jesús al pueblo de Nuestra Señora de los Dolores [Sac-Bahlán] a anunciarles a sus habitantes la paz de Dios y del Rey. (Carta de Fray Pedro de la Concepción del 6 de abril de 1695)


El pueblo que encontraron los soldados era un pueblo reducido y no el poderosísimo imperio que hasta entonces creyeran. Su fuerza había disminuido tanto que en vez de ser quienes incursionaran en los pueblos cristianizados, eran ellos los afectados. Así, fueron asimilados a la cultura circundante para nunca más volver a existir. Los hombres que hasta ahora viven en la selva y que se conocen como lacandones tienen raíces diferentes a los originales lacandones.


Nosotros estábamos en la misma selva, el borde mismo de la sierra con el Petén, tres siglos después.


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