Éste no fue sólo un viaje, una expedición o un aventura, sino toda una lección de vida y algo que marcó la vida de quienes participamos en este gran reto del montañismo mundial: el ascenso al Monte Aconcagua, el techo de América, la cumbre de los Andes… el Centinela de Piedra; hasta ahora nuestro máximo reto, un sueño hecho realidad en febrero del 2008.
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El camino empieza viajando a la ciudad de Santiago de Chile, una ciudad con poca infraestructura pero realmente moderna y con un desarrollo increíble. A Santiago llegamos la noche del 31 de enero.
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Luego por medio de un impresionante viaje en bus cruzando la cordillera de Los Andes Llegamos a la Ciudad de Mendoza, Argentina.
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En Mendoza se paga el permiso para el Ascenso al Cerro Aconcagua, jurisdicción del parque provincial Aconcagua.
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Luego de pagado el permiso para el ascenso, alquilar el equipo necesario, comprar los alimentos para el ascenso y preparar todo el equipaje, compramos el boleto del bus que nos llevaría hacia Puente del Inca, donde se contratan las mulas para llevar lo pesado de nuestro equipaje, pagamos 2 mulas para transportar más de 150 libras (70 kilos) de equipo y alimentos. Además, llevábamos una mochila con lo necesario para acampar y pasar dos días.
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Cuando uno viaja hacia Puente del Inca, desde el bus ya se van viendo los cerros nevados de esta parte de la cordillera de los Andes.
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El famoso Puente del Inca, el primer gran espectáculo natural de esta odisea.
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En esta pequeña localidad —Puente del Inca— se ubica el cementerio de los andinistas, campo santo donde yacen los cuerpos y/o recuerdos de algunos andinistas que han dejado su vida en el Cerro Aconcagua.
Nosotros decidimos ir a visitarlo por voluntad propia, es decir, por la buenas.