Alan Moorhead. El Nilo Azul. Ediciones Selectas, Buenos Aires. 1967. 304 páginas. s/ISBN
Tú vienes de Jerusalén, cruzando viles provincias turcas y de climas cálidos e insalubres, para ver un río y un pantano que no podrías llevarte ni en parte por valioso que fuese...
Palabras de Itehe, reina madre de Etiopía,
a James Bruce, 1770
Después de haber leído Expedición al Nilo Azul, me quedé con la sensación de que había mucho más detrás de esa narración y hurgando en la biblioteca, hallé una biografía del afluente del Nilo que "...proporciona seis séptimos del volumen total de agua del torrente combinado y durante seis meses del año, se precipita desde las montañas etíopes causando el efecto de un aguaje." (p. 20)
Alan Moorhead es el autor del libro y se descubre que es parcial en alguna información pues considera a James Bruce el descubridor oficial de las fuentes del Nilo Azul:
"...el 4 de noviembre de 1770... habían trepado a 3,150 metros de altura, se toparon con una rústica iglesia y el guía les señaló a lo lejos una pequeña ciénega, con un montículo que se erguía en el centro: ésa, declaró, era la fuente del Nilo.
"Después de quitarme los zapatos, bajé corriendo por la colina rumbo a la islita de tierra verde, que distaba unos doscientos metros de allí. Toda la ladera de la colina estaba cubierta de un tupido manto de flores, cuyas grandes raíces bulbosas aparecían sobre la superficie, y al pisar sus cortezas, que se habían desprendido, sufrí dos caídas muy penosas antes de llegar al borde de la ciénega; luego, llegué a la isla de tierra verde que tenía la forma de un altar... y me detuve, en éxtasis..." (p. 35-36)
Sin embargo, hubo dos europeos antes que Bruce: Pedro Páez y Jerónimo Lobo, ambos misioneros jesuitas. Y ambos, en distintas fechas —Páez el primero— llegaron al mismo sitio y lo describieron:
"Pedro Páez había estado en 1618 y su narración de sus aventuras es muy clara y análoga a la de Bruce: «El 21 de abril de 1618, estando aquí, con el rey y su ejército, subí a ese lugar y lo observé todo con gran atención. Al principio, descubrí dos fuentes redondas, cada una e unas cuatro palmas de diámetro y vi, con el mayor de los deleites, lo que ni Ciro, el rey de los persas, ni Cambises, ni Alejandro el Grande, ni el famoso Julio César lograran descubrir. Las dos aberturas de esas fuentes no tienen salida a la llanura en la cumbre de la montaña, sino que fluyen desde el pie de la misma. La segunda fuente se halla aproximadamente a un tiro de piedra al oeste de la primera..." (p. 37)
Parece asombroso que el autor considere a los tres personajes pero le siga atribuyendo el descubrimiento a Bruce, de quien se ocupa ampliamente, quizá porque fue reconocido como descubridor en una época en que los jesuitas no eran muy queridos ninguna corte. Algo más que sorprende es el retrato del rey Teodoro en la portada del libro con tez blanca mientras el autor lo menciona siempre como un hombre d epiel negra. Pero sigamos con el libro:
"Bruce tuvo que esperar veinte años o más para que su descubrimiento fuese reconocido, pero su hazaña era positiva e indujo a la gente a creer que toda la trayectoria del río quedaba ahora explicada. Pero distaba de ser así: el Nilo Azul no había sido explorado aún. Desde los tiempos de Bruce, el curso del río estaba señalado sobre todos los mapas, pero en realidad nadie había penetrado en aquel inmenso barranco que se extendía a lo largo de más de cuatrocientos cincuenta kilómetros, desde el lago Tana hasta la frontera con Sudán." (p. 289)
Pero si esto pasa en los dos primeros capítulos del libro, ¿qué más hay? Como mencionaba al principio, se trata de una "biografía", pero del río. La historia de lo que ha pasado en él y así Moorhead va desde la campaña de Napoleón hasta la de los ingleses que penetran al corazón de Etiopía para liberar a algunos rehenes europeos, entre los que se cuentan dos embajadores ingleses. Es, quizá, la única vez en la historia del imperio inglés que se hace una campaña de tal magnitud sin más pretensiones.
"Toda aquella vasta y costosa operación no era ni más ni menos que una cuestión de orgullo racial: Teodoro había afrentado a una gran potencia y debía ser castigado." (P. 266)
Pero entre batallas y aspectos históricos que dejan claras muchas cosas sobre la historia de África y del propio Nilo, aparecen los exploradores: John Lewis Burckhardt, quien "Era uno de esos hombres que son capaces de soportar cualquier penuria para satisfacer su curiosidad." (p. 154) Apoyado un grupo que se hacía llamar "Asociación para la promoción del Descubrimiento de las Partes Interiores de África", Burckhardt muere en su expedición de varios años, pero al morir dejaría como legado "...ochocientos volúmenes de manuscritos orientales..." (p. 156)
Después de debatirse en la descripción de la complicada campaña inglesa, Moorhead da por terminado su libro y en sólo unas páginas menciona las exploraciones llevadas hasta principios de los años de 1960 (el libro fue editado en inglés en 1962).
Pese a no abocarse al tema de exploración completamente, la información vertida deja claro el panorama histórico en el que se movían los exploradores en África en ese tiempo.
La única gran carencia de la edición en español es la falta de un mapa para saber en dónde se desarrollan los hechos narrados.