La I Jornada de Montañismo y Discapacidad Visual Guatemala, se llevó a cabo entre el 14 y el 19 de diciembre del 2010 en la ciudad de Guatemala. Se organizaron charlas, exposiciones, proyección de película y el ascenso al volcán Chicabal, de 2,900 metros, con personas ciegas y discapacidades visuales.
En la ciudad de Guatemala comenzó el evento.
Fotografías: Christian Rodríguez
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Contó con la participación de miembros del Comité de Prociegos y Sordos de Guatemala, Asociación de Ciegos para la Cultura y el Deporte, el Club Andino Guatemalteco, y el guía de montaña y organizador del evento Christian Rodríguez, además de varias personas que voluntariamente se dieron cita para el apoyar el evento.
Las actividades iniciaron el día 14, con una rueda de prensa donde se resumieron las generalidades de la Jornada. Estuvieron presentes la Licda. Regina Girón, representante del Comité de Prociegos de Guatemala; el Lic. Jorge Mario Cifuentes, Presidente de la Red Centroamericana de Deportes para Ciegos (RECEDECI); y Christian Rodríguez, montañista y guía de montaña guatemalteco radicado en el País Vasco, España.
“Practicar montañismo es una satisfacción para quienes gustan de tener contacto con la naturaleza y cuando el lugar tiene características especiales, hacen de un ascenso una inolvidable experiencia, más aún cuando no se puede ver: se aprecia el ambiente por medio del olor, de las flores y la textura de las hojas, la corteza de los diferentes tipos de árboles, arena y vegetación, además de escuchar el canto de las pájaros.”
El día 15, se dieron cita en el auditórium del Hospital de Ojos y Oídos Dr. Rodolfo Robles de la ciudad de Guatemala. El primer expositor fue el Lic. Jorge Mario Cifuentes, quien trató sobre las dificultades que presentan las personas con discapacidad en países en desarrollo, como es el caso de Guatemala. El último censo en el 2005, menciona que las personas ciegas en el país superan las cincuenta mil, un gran porcentaje de ellas no cuenta con ayuda del estado ni ninguna otra entidad, muchos carecen de estudios y/o trabajo, además la infraestructura del país no cuenta con un espacio adecuado y seguro para su movilidad.
La jornada continuó con la exposición del montañista guatemalteco Christian Rodríguez, quién proyectó una serie de diapositivas (adaptadas para personas con deficiencias visuales) donde mostraba las múltiples posibilidades que tienen las personas con discapacidades físicas y mentales para practicar deportes de aventura, especialmente en el área del montañismo y escalada. Continuó con un breve resumen de logros alcanzados por deportistas y asociaciones de ciegos en los deportes de montaña a nivel mundial. Y finalizó su ponencia con las distintas técnicas y métodos de guiado, poniendo énfasis en el método de la “barra direccional” que utilizarían el día del ascenso al volcán.
La “barra direccional” consiste en una barra de madera liviana de entre 2.5 y 3 metros de largo, con la cual se indica la dirección. El trabajo del guía consiste en brindar seguridad y describir aspectos generales del área circundante como la flora y fauna, describir el paisaje y cualquier otro detalle significativo del lugar. Todo el trabajo físico lo realizan las personas guiadas posicionadas al medio y al final de la barra.
El día finalizó con la presentación de la película BLINDSIGHT, adaptada para personas ciegas, y con deficiencia auditiva.
El día 16, Christian Rodríguez dio una exposición privada al Club Andino Guatemalteco (CAG), donde se indicaron las técnicas que utilizarían durante la ascensión al volcán Chicabal. El CAG y su representante Rodrigo Ortiz, proporcionaron el equipo técnico que se utilizaría para guiar, además de participar voluntariamente como guías en la expedición.
Día 18, viajaron a Quetzaltenango (a 225 km de la ciudad capital) y se dirigieron al poblado de San Martín Sacatepéquez popularmente conocido como Chile Verde. Desde el pueblo se inicia la caminata hasta el volcán Chicabal, un cono bien formado, sumamente boscoso, húmedo y frío, generalmente cubierto de niebla. En el fondo de su cráter se encuentra la laguna Chicabal, aproximadamente a 2,700 metros, de aguas frías y un azul intenso, con un diámetro de unos 600 metros. La laguna es considerada sagrada, alrededor de ella se encuentran gran cantidad de altares mayas donde se practican rituales todavía en la actualidad.
Ascendieron 39 expedicionarios, en su mayoría personas que con gran entusiasmo se unieron voluntariamente. Se dividieron en grupos de tres, 1 guía y 2 personas invidentes, cada grupo utilizaría la técnica de la “barra direccional”.
A algunos de los guías voluntarios se les cubrieron los ojos para impedir su visión, a manera de sensibilización para que experimentaran lo que es caminar en áreas naturales sin poder ver, de esa manera conocerían lo que necesita exactamente una persona ciega al momento de ser guiada.
La caminata inició a las 16 horas a través del pueblo y un fuerte ascenso los llevó hasta el sitio denominado Laguna Seca. Para los guías fue una grata sorpresa haber alcanzado ese punto una hora antes de lo previsto. Sin duda alguna la técnica de la “barra direccional” no sólo proporcionó seguridad al grupo, sino también velocidad y comodidad.
A las 18 horas, se inicio el ascenso más fuerte. Christian Rodríguez indicó a los guías que utilizaran las linternas únicamente en caso de emergencia. Subirían en la oscuridad de la noche ayudados únicamente por la luz de la luna. Este fue uno de los momentos más agradables de la caminata, y una experiencia muy gratificante para los guías ya que en estas condiciones, eran las personas ciegas quienes dirigían al grupo en el terreno de gran inclinación.
Después de tres horas de ascenso, llegaron a las orillas del cráter e iniciaron el descenso a la laguna entre la espesura del bosque húmedo y la oscuridad que se acentuó al máximo. En este trayecto se sucedieron un par de caídas sin ninguna complicación, fue un descenso muy inclinado y con terreno de arena suelta que hacía de cada paso un movimiento inestable. Finalmente llegaron a la laguna y se felicitaron todos entre sí con un abrazo fraternal por haber conseguido otro objetivo más.
Después de armar campamento y una cena, la aventura continuó. En la oscuridad de la noche tenían previsto bordear la laguna y así lo hicieron la mayoría de los participantes. En esta ocasión dirigió la caminata Alejandro Sagone; con sus amplios conocimientos de flora y fauna fue describiendo con detalle lo que rodeaba al grupo.
La actividad terminó con charlas, chistes y anécdotas de los participantes, en una velada con temperaturas con varios grados por debajo del punto de congelación, pero con un calor humano que hacía olvidar dichas temperaturas.
La mañana del día 19 de diciembre el cráter amaneció despejado, y sólo una leve capa de juguetona neblina danzaba sobre las aguas de la laguna. La belleza fue abrumadora, para muchos era la primera vez que ponían atención a los regalos de la naturaleza, no con la mirada, sino con los demás sentidos. Preferían cerrar los ojos y disfrutar de miles de sensaciones como las del viento en el rostro, el frío recorriendo el cuerpo, los agradables olores, los miles de sonidos fusionándose e infinitas texturas tan placenteras como sentir pequeños cristales de hielo rompiéndose bajo nuestros pies. Andrea Porras, otra de las guías de montaña voluntarias, se atrevió incluso a caminar descalza sobre el hielo para percibir mejor esa sensación, luego le imitarían otros y otras.
Esa mañana recorrieron nuevamente el sendero que bordea la laguna dentro del cráter, pero en sentido contrario a la de la noche anterior y con el aliciente de tener los rayos del sol sobre la cabeza y calentando a cada participante. La noche anterior habían tenido que soportar el frío de una noche invernal a casi 3,000 metros. Las sensaciones fueron muy diferentes, nuevos sonidos se hicieron presentes y fuimos detenidamente tocando plantas y árboles para percibir sus diferentes texturas, infinitas formas y tamaños.
Al finalizar el recorrido por la laguna, desmontaron el campamento e iniciaron el ascenso a la cima del volcán. La ultima parte requería de mucha atención: instalada como acceso directo a la cumbre hay una escalera de madera con bastante inclinación de al menos 700 escalones. Cada escalón resulta bastante alto e incomodo de superar, aunado a la distancia que necesitamos guardar entre guía y guiados, con sus respectivas mochilas, el cansancio acumulado y la ceguera que dificultaba percibir las distintas formas de dichos escalones.
Superada la cuesta estaban por fin en el mirador, sobre el borde del cráter. Desde ahí se aprecia la laguna en toda su dimensión y el denso bosque que rodea el lugar. Tomando la mano de algunos participantes, señalizaron la forma de la laguna vista desde ese punto. El viento les dio la posibilidad de percibir el sonido de miles de árboles y sus hojas agitándose constantemente y la humedad de rocío nos indicó que estábamos siendo engullidos por una nube.
Entonces intercambiaron impresiones de lo que había sido la experiencia hasta el momento. Las felicitaciones para los participantes no se hicieron esperar, en esos momentos de alegría tan emotivos incluso surgieron lágrimas de regocijo de varios voluntarios.
Durante el descenso, algunos voluntarios siguieron cubriéndose los ojos para experimentar la naturaleza en su máxima expresión sin que la vista les eclipsara tan enriquecedora sensación. Así regresaron al punto de partida. Haber subido hasta la cima les sirvió para darse cuenta de cuál sería la siguiente montaña por escalar.
De todas las caídas que se dieron, ninguna fue grave, y cabe resaltar que ninguna fue de algún participante ciego o con discapacidad visual.