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Montañismo y Exploración
Selvas entre dos mares

Panamá era un paso obligado para barcos y viajeros pero poco se sabía de viajes en ese país, abrumado por la selva. Es entonces que aparece este libro: una recopilación de las exploraciones naturalistas más importantes desde el siglo XVIII al XX. Un deleite para quien gusta de la historia de la exploración.







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Stanley Heckadon-Moreno. Selvas entre dos mares. Expediciones científicas al Istmo de Panamá, siglos XVIII-XX. Smithsonian Tropical Research Institute, Panamá, 2006. 312 páginas. ISBN:9962-614-09-0

 

A lo largo de 500 años, el sistema educativo ha guardado un carácter libresco, ensimismado, que repite lo conocido a falta de explorar lo desconocido.

Selvas entre dos maresEl istmo de Panamá es poco conocido o referenciado en el mundo de las exploraciones pero, como todo, también tuvo que ser conocido, desde la llegada de los españoles, que se metían a selvas que no conocían con algunos guías, hasta nuestros días, en que la continuación de esas exploraciones radican en los grupos de excursionismo que viajan por el país.

Y precisamente porque se conoce poco de las exploraciones de Panamá, Selvas entre dos mares viene a ser un trabajo muy valioso.

El libro es una recopilación de varios naturalistas que entre el siglo XVIII y el XX recorrieron diferentes partes de Panamá en busca de flora y fauna, pero que también se encontraron con el relieve de Panamá, su gente y sus ciudades pero no estáticas, sino en continuo movimiento. Las diferentes ciudades que se mencionan en el texto se adivinas —o se explican— de una forma en una época que en otra y termina siendo un viaje por el tiempo en el que más que plantas y animales, se descubre un país lleno y rodeado de selvas. Precisamente, entre dos mares.

Pero también se descubren aspectos de la época que no se nos ocurrirían a nosotros:

“Como comida llevaban pan, carne salada y muchísimo vinagre. El vinagre era para sazonar pero, sobre todo, para “desinfectar el aire” de los navíos. Creían los científicos de entonces que la causa de las malignas fiebres tropicales eran las “miasmas”, vapores venenosos, emanados por las selvas al descomponerse su follaje por las lluvias y el calor intenso.” (p. 34).

Por supuesto, viajar en Panamá era difícil, sobre todo si se entraba a la selva:

“Acampar en esta selva no es agradable. Llueve constantemente y la humedad es mayor que en los bosques del Chanatí. El agua gotea por doquier; todos los objetos pegados con goma se desarman; los de cuero se recubren de moho; los de hierro tienen una capa de herrumbre que invade hasta las escopetas, a pesar de que las mantenemos engrasadas. Al tormento de los jejenes y mosquitos se suman miles de una especie de abeja sin aguijón pero fastidiosísima: se mete en el pelo, la nariz y las orejas.” (p. 140)

Y uno de los medios de transporte más usados era el cayuco:

“Los leñadores han cortado un enorme bonga para hacer una canoa y explorar la laguna. Es un árbol de 60 metros de alto y su tronco mide en la base 4 m de circunferencia. La caída de estos árboles es un espectáculo impresionante: imitando a Sansón, arrastran consigo todos los árboles chicos que les rodean y que están amarrados a ellos por lianas. Así, en la selva oscura se abre, repentinamente, un claro inundado por la luz del sol.” (p. 140)

“Nuestro cayuco era espléndido, hermosamente labrado de cedro. Medía 30 pues de largo y 5 pies con seis pulgadas de ancho, con una realza de 8 pulgadas, reforzado con curvas cada 18 pulgadas. Tenía dos mástiles, cada uno con vela.” (p. 99)

También se va recorriendo una tierra que dejó de ser parte de Colombia para ser un país y en él se ven los cambios, tanto en textos como en una gran cantidad de fotografías que ilustran bastante bien lo que uno lee. Incluso la construcción del canal de Panamá.

A pesar de estar tomado de los diarios de viaje de los naturalistas o de artículos que dejaron escritos, en realidad el libro no se centra en lo que recolectaron, sino en dónde viajaron, lo que le confiere más valor geográfico, justo el vacío que se tiene de la historia de la exploración en Panamá.

Por supuesto, un libro de historia de la exploración, a pesar de su valor, será poco leído, pues hay pocos interesados en el tema. Pero eso no le quita el valor. Al gran esfuerzo de Stanley Heckadon-Moreno se sumó el Smithsonian Tropical Research Institute, patrocinado por una empresa panameña. Así que los que logren conseguir el libro, tendrán una joya en sus manos.



 



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