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Montañismo y Exploración
Paleodieta para deportistas

Todos sabemos que un deportista necesita más calorías porque gasta más. Pero ¿cuándo debe tomarlas, de qué tipo, en qué cantidades? Eso es algo que analiza precisamente este libro y que sólo por ello es valioso, aunque no se haga caso a su propuesta de basar la dieta del deportista de una manera expecífica.







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Loren Cordain y Joe Friel. Paleodieta para deportistas. Una fórmula nutricional para el deporte de alto rendimiento. Ediciones Desnivel, Madrid. 2007. 296 páginas. ISBN: 978-84-9829-094-3

 

La salud y la forma física no siempre van de la mano. Los altos volúmenes de entrenamiento, con frecuencia superiores a las dos horas diarias, causan graves efectos sobre el sistema inmunitario humano cuando no se proporcionan los nutrientes necesarios para mitigar las pérdidas durante las horas siguientes al entrenamiento. (p. 10)

Paleodieta para deportistasEl hombre es un animal de costumbres y una de las que definitivamente no puede cambiar es la alimentación. Por eso los libros de nutrición son tan poco leídos o las dietas son tan poco seguidas pese a que son en beneficio de la salud propia. Cuestión de hábitos de toda la vida. Así que, ¿un libro que habla de cambiar la dieta básica a todos los deportistas de alto rendimiento? Debe ser una broma. Sí, se puede hablar de mayor ingesta de calorías porque los atletas consumen muchas más, pero ¿cambiarles la dieta? ¿Quién va a hacer eso?

Sin embargo, los autores de este libro proponen que los atletas deben alimentarse más de proteínas, verduras y frutas, que de la dieta rica en carbohidratos que se lleva en la vida moderna.

“El principio dietético esencial de la paleodieta para deportistas es muy simple: se puede comer toda la carne magra, aves, pescados, fruta fresca y vegetales como uno desee. Los alimentos que no forman parte del menú paleolítico moderno son los cereales, los productos lácteos, las frutas y verduras de alto índice glucémico, las legumbres, el alcohol, los alimentos salados, las carnes grasas, los azúcares refinados y la mayor parte de los alimentos procesados.” (p. 24)

Aquí, muchas personas pondrían el freno. ¿Carne? ¿No se ha hecho suficiente propaganda para decir lo mala que es la carne? Bueno, los autores opinan diferente:

“Pongamos a la cuestión en sus debidos términos. Son las grasas saturadas, y no las proteínas magras, las que debe reducirse al máximo en la dieta. El pescado, el marisco y la pechuga de pavo son excelentes fuentes de proteína magra y además ricas en aminoácidos de cadena ramificada. Por el momento, el mensaje de fondo es que los atletas necesitan diariamente abundancia de aminoácidos, y la mejor fuente de éstos son las carnes magras.” (p. 80)

Por supuesto, puede haber quien la pruebe, quien la adopte y quien la rechace totalmente. Eso es indiscutible. Pero incluso para ellos este libro es de vital importancia por el análisis energético que hace del cuerpo humano durante el entrenamiento. El ejercicio es una situación de esfuerzo que no es normal y lo mismo que el cuerpo se prepara para hacerlo mediante un calentamiento, se puede ayudar a mejorar el rendimiento y que la recuperación sea más rápida si se le proporciona alimento a intervalos diferentes:

“Fase I: Inmediatamente antes del entrenamiento o carreraFase II: Durante la carrera o sesión de entrenamientoFase III: Los treinta minutos inmediatamente sucesivos al ejercicioFase IV: Un periodo igual a la duración de la sesión de ejercicio precedenteFase V: Recuperación a largo plazo, que llevará a la próxima fase I.” (p. 32)

Lo que a mí me impresionó fue el análisis de lo que necesita el cuerpo en tipo de alimento de acuerdo al ejercicio que se hace. Los autores plantean diferentes necesidades para diversos tipos de entrenamiento o competencia. Y ese análisis es precisamente la columna vertebral de todo el libro y no precisamente porque lleve a la ingestión de la comida que ellos proponen, sino porque pone con claridad qué tipo de nutrientes se necesitan en una parte determinada del día (el ciclo de cinco fases descrito arriba). Y no sólo eso, sino explica el por qué, la periodización y las cantidades..

Así, incursiona en el terreno fisiológico de una manera muy sólida, pero sencilla. Y luego de explicar paso a paso lo que es la nutrición en el ejercicio, va a los conceptos básicos y habla del índice glucémico, la carga glucémica, los diferentes tipos de nutrientes, los tipos de grasas (saturadas, insaturadas, el sodio y el potasio, el equilibrio del pH en el cuerpo, los nutrientes traza y, por supuesto, el agua, que está a lo largo de todo el libro.

El capítulo seis se dedica a analizar los suplementos alimenticios, desde el polen de abeja hasta los esteroides. Lo que me parece estupendo es que no sataniza a ninguno de ellos, sino que menciona los supuestos beneficios que ofrece y los cambia por otros de origen natural.

También tiene recetas pero para aquellos que no estén interesados, de nada les servirá saber que un licuado especializado con proteínas y carbohidratos se puede hacer en casa con lo que hay en el refrigerador.

El por qué se llama “paleodieta” está basada en una pregunta: ¿Qué comían nuestros ancestros que eran tan fuertes como para soportar una vida en la edad de las cavernas? Difícil pregunta, pero es más sencillo responder qué no comían: lácteos, cereales y algunas frutas. En esos principios está basada la propuesta de cambio de dieta.

Por supuesto, este libro es una propuesta. Aunque está basada en la experiencia de los autores con deportistas y con ellos mismos, sigue siendo una propuesta. Pero 26 extensas páginas de bibliografía con la que están respaldada esta propuesta merecen al menos el ser leída, pues no ha sido hecha con la misma información de siempre.

Lee el índice y la introducción gratis (PDF)



 



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