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Montañismo y Exploración
Oscuridad blanca
1 septiembre 2009

Symmone, 14 años, ve en la Antártida en pos de su tío, que busca la fama en la ciencia. Pero las cosas saldrán de una manera muy diferente y Symmone tendrá que usar su conocimiento enciclopédico de la Antártida y su amigo imaginario (el capitán Titus Oates) para sobrevivir.







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Geraldine McCaughrean. Oscuridad blanca. Fondo de Cultura Económica (Col. A través del espejo), México. 2006. 308 páginas. ISBN: 968-16-8274-2

 

Y de pronto, allí estaba: un todo perfecto. El escudo impecable de Antártida, abrazando la curvatura del planeta. Tuve que cerrar los ojos.

Symmone es una niña que perdió el oído y se ha refugiado dentro de sí misma para huir de las burlas de sus amigas del colegio. Pero Symmone tiene un amigo el capitán Lawrence Oates, aquel hombre que durante el regreso del Polo junto con Scott dijo “Voy afuera, y puede ser que tarde un rato” y se adentró en la nevada para morir y darle una oportunidad a los tres que quedaban de llegar al depósito de una tonelada. Casi cien años después, Symmone lo adopta como amigo y confidente.

Un día, Symmone parte de Londres junto con su tío a un viaje de unos días a París. El viaje se volvería el más importante en la vida de Symmone y el eje central de la novela: un viaje a la Antártida que su tío ha planeado paso a paso para alcanzar un objetivo: encontrar el agujero de Symmes, una de las entradas a un mundo que está dentro de este mundo, según la teoría de John Cleves Symmes. Pero Symmone no sabe nada de ello. Tampoco su madre, que se queda en Inglaterra porque en el último momento no encuentra su pasaporte.

En París se entera que viajarán a Buenos Aires y de ahí al único lugar donde ha deseado estar: la Antártida. Un lugar extraño para una joven, pero Sym se ha educado a través de muchos libros del Polo Sur que su tío le ha regalado a lo largo de los años porque piensa que “Los maestros no entienden que el cuerpo del conocimiento sigue creciendo. Se imaginan que terminó de crecer el día en que se graduaron de la universidad. O de plano son ignorantes”. (p. 14)

En esos libros Symmone encontró a Titus Oates y lo hizo su amigo, su confidente, su alma gemela y con quien puede hablar mejor que con cualquier otra persona. En ellos se hizo experta en el gran continente blanco, con historias completas aprendidas de memoria, ayudada por el capitán Oates.

El desarrollo de la novela lleva a Symmone a alguna parte del interior, siempre tras la sombra de su tío, pero no porque quiera ir sino porque no le queda más alternativa después de que el tío ha sedado a todos los miembros de una expedición comercial a la Antártida. Pero hay otros dos con ellos. La búsqueda del agujero de Symmes se convierten nada y el regreso de Symmone se torna duro.

Escrita como literatura para jóvenes, Oscuridad blanca tiene una trama ligera que no es lo más importante de este libro (igual puede pasar en África o en Asia). Lo verdaderamente importante de esta novela es la calidad narrativa que va delineando ideas poco a poco hasta hacer un tramado muy importante, la agilidad con que la autora deja plasmado lo que quiere.

Narrada siempre por Symmone, el mundo y la novela misma se ve a través de sus ojos: las burlas de sus compañeras, la muerte de su padre, su madre abandonada en la estación buscando su pasaporte, pero principalmente la intensidad de la Antártida:

“Dios dibujó la Antártida y luego borró la mayor parte de su diseño, a la espera de que le llegara una idea mejor. En el centro hay un vacío blanco donde el planeta no está terminado. La dirección es Ningún Lugar.“Los hielos esmeralda, el mosaico de hielo en el añil del océano, las sufridas contorsiones de los glaciares cuando encuentran al mar: todo eso había sido hermoso, mientras sobrevolábamos. Pero, ¿el interior? Esa meseta vacía, sin rasgos, que se alzaba y se alzaba hasta gran altura, sin ningún accidente que marcara su centro: eso me resultaba hipnótico. La idea me ponía en trance. Era el vacío, la nada, tan limpia, tan muerta. Si algún día llegaba a poner un pie allí, podía ser que hasta yo empezara a existir. En contraste con este continente vacío, cualquier cosa, cualquiera, tenía que estar tremendamente viva.” (p. 72-73)

La autora lleva al lector a un mundo sin vida y logra que el lector no se separe mucho tiempo del libro: siempre habrá algo más que puede pasar… hasta el final. La autora tiene un gran conocimiento de la Antártida y del mundo de las niñas: se asesoró de exploradores polares y de niñas de un colegio que le contaron la forma como llamaban a sus amigos imaginarios… como el capitán Oates para Symmone.

Aunque fue escrito pensando en los jóvenes, el libro tiene tanta fuerza que una persona con experiencia en la Antártida bien puede hallar ahí las palabras y descripciones que nunca pudo expresar del continente blanco.



 



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