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Montañismo y Exploración
Ascenso al Aneto
20 enero 2009

Subir una montaña de 3,404 metros puede no parecer importante para alguien acostumbrado a subir montañas de cuatro mil metros. Pero el Aneto, la cumbre más alta de los Pirineos, tiene más que altitud, entre ello un largo glaciar que puede ser lo más asombroso de ella.







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Así que aquí estoy de nuevo. La montaña vestida de blanco y yo de negro, como para mi funeral... Aunque por momentos (cuando me quito la chamarra) sobresalga mi sudadera color vino, haciéndolo todo menos romántico y portentoso.

Esta vez estoy en el Aneto, la montaña más alta del pirineo español, que con sus “patéticos” 3,404 metros no parece muy impresionante. Para alguien como yo, que vive en una ciudad por encima de los dos mil metros, esa altitud se alcanza en 30 minutos en auto hasta el Ajusco.

Saliendo de la Renclusa hacia el portillón
Fotografías: Everardo Barojas

Pero ni en los 5,636 metros del pico de Orizaba (la elevación más alta de México) hay un glaciar tan grande como el del Aneto, y en ningún sitio de México es posible hacer una escalada que involucre un desnivel de casi dos mil metros sin dejar de patear nieve en un sólo momento.

Sin embargo —y esto se tiene que saber— lo más relevante es que en México nunca bautizarían una montaña importante con ese nombre.  De ser así, nadie nunca admitiría que le gusta el Aneto, ni tener ganas de verlo nevado (¡y estar allí!).

El macizo y la montaña no tienen la culpa, pero hay que decir que este nombre (con o sin doble sentido) no es tan inspirador como, por ejemplo, el del Monte Perdido y bueno, sí, es cierto, una montaña con ese nombre no sería muy popular en México.

Todo comienza “haciendo dedo“ desde Benasque, (así se dice pedir aventón, y sí: hice dedo para llegar al Aneto), porque no hay transporte público hasta el comienzo de la senda, en el Hospital de Benasque. Ahora más bien es el hotel pijo (fresa pues) de Benasque.

El amanecer invernal con sus colores caprichosos.
Haz click en las imágenes para agrandarlas

De allí hasta el refugio de la Renclusa (el más antiguo del Pirineo) es un paseo sin ninguna complicación. El conflicto fue la fiesta que había allí dentro: debía llamarse Bar de la Renclusa, no refugio. El olor a hachís era omnipresente y la cerveza circulaba con más velocidad que los montañeros. A las 5:30 horas me preparaba para salir y los últimos vestigios de la fiesta buscaban reposo en las literas que dejábamos vacías. Era un contraste nuevo e interesante. Desconcertante pero interesante.

La ascensión, considerada nivel PD (Poco Difícil: por la ruta normal) resulta muy sencilla e incluso monótona. El portillón superior es evasivo y perderse es fácil. Lo corroboré empíricamente y el error me costó un cramponazo en la pierna mientras gateaba en nieve hasta el muslo.  Sin embargo, una vez en el portillón, la magnitud del glaciar (el más grande del Pirineo), coronado por la pirámide somital es, digamos: inspiracional, y llegar al Puente de Mahoma es únicamente cansado.

Al fondo del valle, a la derecha está el refugio

Franqueville (el primero en subir, circa 1845) encontró que este paso, una arista muy expuesta y aérea, se asemeja a un puente tan delgado como un cabello y tan filoso como una cimitarra, por el que sólo los justos pueden pasar: a fiarse por el Corán, ésta sería la puerta al paraíso.

Y la pregunta aparece. ¿Soy justo? Porque de pie allí, la consecuencia de no serlo es muy evidente: el vacío hacia ambos lados es grande (y peligroso). La arista no es tan delgada como un cabello ni tan filosa como una cimatarra, pero sí hay que escalar unos cuantos bloques y algo de nieve… con los crampones puestos.

Aunque tiene lo suyo, no es muy difícil y pronto comprobé que la cima del Aneto no es el paraíso. Lo único que encontré fueron tres catalanes que habían subido por el Corredor Estásen, una ruta bastante más técnica.  Sacamos unas fotos y emprendimos el regreso fuera del techo del pirineo. Un regreso cansado. Sin contratiempos.

El Aneto resulto más fácil y tal vez menos bello de lo que esperaba, pero en invierno los macizos pirenaicos son una atracción tan grande por sí solos que el ascenso y el paso de Mahoma parecen sólo secundarios.

Estar allí, caminar, viajar, verlo todo y regresar, es mucho más importante.

Justo antes de amanecer

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