Día 3 – Hacia la cumbre
Teníamos previsto levantarnos a las cinco todos los días para iniciar la caminata una hora después. Este día nos levantamos a las cuatro porque nadie pudo dormir por el frío. El sitio es caluroso pero estar empapado causa la sensación térmica de excesivo frío. Nos vestimos con nuestras ropas totalmente empapadas para iniciar uno de los dos días que sabíamos serían los más exigentes. Iríamos a la cumbre del Doyle’s Delight que hasta ese momento seguía escondida detrás de otras montañas.
Ese día estuvo lleno de sorpresas. La caminata comenzó exigente desde los primeros minutos, tendríamos que ascender y descender alrededor de diez montañas, la mitad de ellas de gran tamaño. Era extraño sentir el frío y al mismo tiempo caminar por las aristas cubiertas de palmeras como si estuviéramos en una playa. En una cima encontramos un cangrejo. Muchas serpientes en el paso, algunas muy peligrosas como corales y cobras saltarinas nos sorprenderían constantemente. “Aquí los únicos peligrosos somos nosotros”. Los animales están en su territorio y no dudaran en defenderlo. Tuvimos mucho cuidado de no estorbarles. Atravesamos ríos en donde se nos adhirieron sanguijuelas al cuerpo.
Mostrando la bandera nacional y la del equipo K’ashem
Físicamente fue extenuante: ni bien llegábamos a la cima de una comenzábamos los descensos de casi igual distancia e iniciábamos el ascenso a la siguiente. En las partes bajas la vegetación era tan antigua que se deshacía en la manos y no la podíamos utilizar para aferrarnos a tratar de subir las empinadas cuestas. Una tras otra las fuimos pasando, casi se nos salía el corazón. Cuando llegábamos a la cumbre pensábamos que sería nuestra cumbre pero al llegar todo se repetía de nuevo, una y otra vez. Finalmente subimos a una donde ya se divisaba la cumbre. Había una montaña de tamaño medio antes de comenzar el ascenso a Doyle’s Delight. Desde este punto nos tomo dos durísimas horas más y por fin...
¡Cumbre!
Día 24 de junio del 2008 a las 2:30 pm. Nos recibió el sol. ¡Fantástico! Serían los únicos diez minutos con sol durante todo el viaje.
Christian Rodríguez con un saludo para sus seres queridos
Fotos con la bandera de Guatemala, por supuesto a nuestros amigos beliceños no les gustó mucho al principio, pero luego comprendieron y al final fue cosa de risa para ellos. En la cumbre sólo hay un rastro humano. El punto más alto de Belice es un área plana con vegetación no muy alta aparte de las palmeras, se extiende por unos 300 metros de largo. Ahí aterrizan helicópteros y han dejado un pequeño mojón casi escondido que dice: “Legal Survey Marker”
En la cumbre hay palmeras endémicas del lugar, nos servirían para colgar nuestras hamacas y así descansar después de este día tan agotador para nuestro cuerpo y tan cargado de emoción. Mi sueño era ya una realidad. Después de dos años alcanzaba satisfactoriamente todas las cumbres oficiales de cada país de Centroamérica. Oficialmente, también soy el primero en lograrlo. Varios montañistas que buscaban realizar este sueño tienen como cumbre a Pico Victoria.
En la cumbre del Doyle’s Delight oficialmente el punto más alto de Belice.
Pero no me sirve para nada decir si soy el primero o no. La verdad no me interesa, no soy ni quiero ser una persona pública. Únicamente documento lo que sé y lo que he vivido.
De igual manera no dejaremos ningún rastro de nuestra visita en el lugar. Preferimos que se mantenga así como lo encontramos. Salvajemente natural.
Algunos me mencionarían más tarde que hubiéramos dejado una bandera guatemalteca ahí, ya que sería la única en el lugar. Pero con todo respeto creo que eso también es contaminación.
Día 4, 5 y 6 – El retorno
Las noches son cada vez peores porque dormimos menos; cada día cae más lluvia. Incomunicados por completo, luego nos enteraríamos de una tormenta que azota el país, causando inundaciones y la caída de varios puentes importantes. Lluvia tras lluvia, el suelo saturado hizo un poco más incomodo caminar, aparte de hacerlo mojados tanto por agua como por sudor. Se volvió algo tan normal que cuando regresé a casa me sentía un poco extraño estando seco.
Sorteando cantidades de obstáculos entre montaña y montaña.
Los animales siguieron amenazando o, mejor dicho, nosotros seguíamos amenazándolos a ellos con nuestra presencia.
Las caminatas fueron muy largas, agotadoras y llenas de obstáculos. Los ríos crecieron: de ida a la cumbre pasábamos saltando sobre rocas para evitar mojar el calzado, pero de regreso nos metíamos y el agua nos llegaba hasta las rodillas. Caminamos así durante los tres días que duró el retorno, cada vez más rápido y el ultimo día sólo tuvimos que caminar cuatro horas. Llegamos temprano pero el auto no estaba preparado para tantos pequeños ríos desbordados y una cantidad de lodo que hizo estancar el auto en repetidas ocasiones.
Douglas Leonardo esquivando más espinas en el Spine Trail
Llevábamos una cumbre importante en nuestra mente, pero más importante aún, llevamos la admiración hacia dos personas increíbles Alfredo Sho y Emilino Cho. Sin ellos no hubiera sido posible esta expedición. Cargaban sus pertenencias en un “costal” (bolsa de plástico) atado a la cabeza con hilos de palma. Los primeros días no usaron calcetines, envolvían sus pies con pañuelos. Usaban botas de hule. Dormían en el suelo utilizando un colchón de palmas. Sigo sin entender por qué no quisieron utilizar los mapas ni el GPS de Bruno y únicamente lo consultaron para confirmarnos la cumbre. No entiendo cómo, entre la espesa jungla, cinco días después encontraran una sandalia que a Bruno se le cayera accidentalmente. No me explico cómo recordaban cada detalle del recorrido por mínimo que fuera entre millones de cosas que ver a cada instante. Sabían cuándo comenzaría a llover. Aparte de todo, son dos personas alegres, trabajadoras de un corazón enorme, que te llenan de confianza y te muestran su sabiduría que les ha sido enseñada de padre a hijo de generación en generación.
Water Wine es el nombre que los lugareños le dan a estas raíces con contienen el preciado liquido.