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Montañismo y Exploración
Ascenso a la cima Doyle

En su búsqueda por ser el primero en subir las máximas elevaciones de Centroamérica, Christian Rodríguez dejó para el final la altura principal de Belice, la que requería más logística porque había que cruzar una selva poco transitada. Este es la narración de ese ascenso y de cómo se convirtió en el primero en pisar esas cumbres.







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Día 1 - Caminata

Avanzamos por pequeños senderos. La humedad y el calor del lugar era sofocante. Caminamos muy rápido. Aunque había senderos, Alfredo y Emilino abrían paso con machetes en gran parte del trayecto. Nos enseñan poco a poco algunos de los secretos de la selva: hojas y frutos comestibles así como también hojas y árboles venenosos y otros medicinales. Miles de formas de vida plagan el lugar. Escurridizas. Lo único que no concuerda con la selva somos nosotros los humanos. Somos los depredadores más peligrosos de este mundo natural.

Cobra saltarina una de las tantas especies salvajes de las montañas mayas.

En este trayecto nos damos cuenta de una triste historia: los beliceños le temen a los guatemaltecos. Desde las regiones selváticas de Guatemala, gente inescrupulosa se interna en estas áreas para robar hojas de palma que luego venden en Guatemala, destruyen los sitios donde hacen campamentos, cortan la vegetación a su paso para que puedan pasar las mulas de carga y generalmente dejan basura. ¡Qué triste! Les llaman “chateros” y se les teme porque algunos andan armados. Saben que actúan ilegalmente y pueden ser peligrosos. ¡Qué pena! Douglas y yo somos los únicos guatemaltecos en esta área que no venimos para hacer daño alguno. Los beliceños nos han visto con algo de desconfianza, pero después de varios días juntos se dan cuenta que somos personas que amamos la naturaleza y la respetamos tanto como ellos lo han hecho por generación tras generación.

Llegamos a “Union Camp”, área de aterrizaje de helicópteros del ejército que patrullan áreas cercanas. Decidimos continuar ya que hemos hecho poco tiempo hasta aquí.

Palmas endémicas de las regiones montañosas de Belice.

Tras cinco horas de una exigente caminata se terminan los senderos y comienza la jungla salvaje. Nos internamos en ella. Cuevas, ríos y más selva van quedando atrás, hasta llegar a una cueva de donde sale un río. Cambiamos de dirección para subir una pequeña montaña coronada por una enorme roca infranqueable. Creí que tendríamos que escalarla pero ya muy cerca se aprecia justo frente a ella un pasadizo que lleva al otro lado de la montaña. Natural Arch es un pasaje natural en donde hay vestigios mayas. Aquí me doy cuenta que estamos en un sitio inexplorado, hay vasijas rotas, indicios mayas. No han sido tocadas jamás por el hombre, nos animamos únicamente a fotografiarlas.

Hemos subido y bajado unas seis pequeñas montañas y después de nueve horas de dura caminata llegamos a un río junto al cual dormimos después de bañarnos. Sería la única ducha en los seis días restantes.

Día 2 – Paso de las Espinas

Dormimos muy mal por la gran cantidad de insectos y porque la lluvia lo ha humedecido todo, hasta nuestras ropas que utilizamos para dormir. Continuamos por “Spine Trail”. Se ganó el nombre que le pusimos porque está plagada de espinas de todas formas y tamaños. En las hojas, en los troncos de los árboles, en las ramas, en el suelo. El viento soplaba agitando los hojas y éstas caen llevando consigo una carga puntiaguda por todas partes. Muy estresante. Caminar en la selva no es nada fácil: el suelo es inestable, esquivando plantas, insectos, ramas y troncos en el suelo. Es inevitable perder el equilibrio y tocar alguna de estas molestas espinas. Una de ellas incluso atravesó la bota de Erick. ¡La bota!

Christian Rodríguez en el momento que entra a la cumbre del Doyle’s Delight

Cuatro horas más tarde nos hemos perdido. El tiempo ganado el día anterior lo hemos perdido también. Alfredo y Emilino estaban decididos a encontrar un árbol caído utilizado como puente natural para atravesar un río en la última expedición con el ruso Pavel y salieron en busca de él. No entiendo cómo pueden orientarse entre tanta vegetación. No utilizan mapas ni mucho menos GPS. Sólo su instinto y conocimiento de la jungla. Tres horas más tarde aparecieron con la noticia que habían encontrado el sitio pero nos asustaron y creímos que se trataba de chateros.

Ver iguanas, serpientes y miles de insectos nos parecía interesante durante el trayecto pero mientras esperábamos sentados por Alfredo y Emilino nos sorprendió más aún ver grandes hojas con antenas y patas, ramas aún con musgo de seis patas moviéndose. Todo una alucinación a nuestro entendimiento.

Luego casi diez horas de caminata nos detuvimos y colgamos nuestras hamacas para descansar por la noche… con la lluvia encima de nosotros. Mojados es casi imposible dormir. Nuestra piel estaba poniéndose a prueba: pinchazos con espinas, picaduras de mosquitos, zancudos, sanguijuelas, termitas, hormigas, avispas y un promedio de veinte garrapatas diarias. Las peores quedaban entre los dedos de los pies y en la entrepierna.

Mojón que marca la cumbre de la montaña

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