Robert Sullivan y Robert Andreas (eds.). The greatest adventures of all time. Life Books. Des Moines, IA. 176 páginas. ISBN: 1-929049-06-4
Un libro que pretende abarcar las más grandes aventuras de todos los tiempos está destinado al fracaso por su perspectiva. Sin embargo, el libro de Sullivan y Andreas merece un buen lugar en la recopilación de información sobre las aventuras del hombre y la mujer en los diferentes medios:
En agua
El viaje de Shackleton en su Endurance, una proeza de supervivencia y tenacidad que no tiene parangón en la historia de las exploraciones polares; la inmersión de William Beebe en una esfera hasta romper el récord de profundidad de entonces (década de 1930); una semblanza sobre Jacques Cousteau; el viaje de Thor Heyerdahl y su grupo en la Kon-Tiki a través del Pacífico; el viaje del Nautilus bajo el Polo Norte en 1958; La inmersión del Trieste y sus tripulantes Jacques Piccard y Don Walsh, hasta alcanzar la sima más profunda de la Tierra, a más de once kilómetros bajo la superficie del mar, en el Pacífico; la navegación del Brendan por Tim Severin y su grupo, en la reconstrucción de un posible viaje que hicieran monjes irlandeses hasta las costas de Norteamérica y finalmente el encuentro del Titanic, sumergido desde su naufragio.
En tierra
La carrera al Polo Norte, protagonizada por Frederick Cook y Robert Peary a principios del año pasado; la conquista del Polo Sur, por Amundsen y, un mes después, por el grupo de Scott; una reseña de las expediciones de Mallory al Everest (1921-1924); una entrevista con Edmund Hillary, a quien llama “El más grande aventurero vivo del mundo”; el ascenso al Everest en solitario y sin oxígeno de Messner en 1980; los viajes de Will Steager hacia ambos polos y la escalada a La Nariz de El Capitán por Lynn Hill.
En el aire
El vuelo de los hermanos Wright; los vuelos del almirante Richard E. Byrd sobre ambos polos; La primera travesía del Atlántico por Charles Lindbergh; una breve historia sobre Amelia Earhart y su desaparición en su vuelo alrededor del mundo; el rompimiento de la barrera del sonido por Chuck Yeager; el primer vuelo espacial tripulado, de Yuri Gagarin; la llegada a la luna por la misión Apollo 13; el vuelo de Kanellos Kanellopoulus, que reconstruía la mítica huida de Dédalo, pero con un avión impulsado por pedales; el viaje de Dick Rutan y Jeana Yeager alrededor del mundo en un vuelo sin escalas y el vuelo alrededor del mundo sin escalas de Bertrand Piccard y Brian Jones en un globo.
Sí, la recopilación ha sido difícil, pero no exhaustiva. El libro tiene el error de omitir muchas más aventuras que las narradas. La primera vuelta al mundo en un velero y en solitario, por ejemplo. Curiosamente, todas las personas referidas son de habla inglesa, salvo Messner y Cousteau, a quienes no podían dejar de lado. Y mencionar a Hillary como el mayor aventurero vivo de todo el mundo es bastante exagerado, algo que quizá ni él mismo apruebe.
Lo verdaderamente interesante del libro es la gran cantidad de fotografías que tiene, que ayudan a hacerse la idea de las aventuras que presenta.
En el apartado de Lynn Hill, hay un error de información: menciona que fue la primera mujer en escalar La Nariz en 23 horas y que nadie antes lo había logrado. En realidad, el primer ascenso en menos de 24 horas fue hecho por Jim Bridwell, John Long y Billy Westbay en 1975 y fue en 17 horas, mientras que Lynn Hill hizo el primer ascenso en libre de La Nariz y también el primero de ese tipo en menos de 24 horas.
Por otro lado, Robert Sullivan hace una introducción (“Aventura: un intento de una definición”) bastante polémica, pues menciona que: “Pon los motivos en la balanza y verás hacia dónde se dirige. Si lo hace hacia el dinero o el poder, el aventurero es un explorador. Si apunta hacia la aventura, el explorador es un aventurero.” Esto es más bien el resultado de considerar la exploración con la perspectiva actual de la aventura. Bastante polémica.