En 1994, el capitán Carlos Aragón y yo, atravesábamos la boca del Mar de Cortés en una embarcación que algunos amigos calificaron como “corcholata”. Medía 17 pies y estaba construida con el tronco de un huanacastle ahuecado. Quizá la forma más antigua de hacer embarcaciones. Nuestra travesía duró once días en alta mar desde Cabo San Lucas hasta la Bahía Careyes.
Para mí había sido la primera experiencia en alta mar, en donde no se ve tierra durante mucho tiempo. Y también fue el inicio de esa inquietud por regresar al mar. La ocasión se presentó en el 2000, cuando Alejandro Niz se acercó para ofrecer su participación en el descenso de ríos. En la plática y con el tiempo, el viejo programa que el capitán Aragón había desarrollado se desempolvó y quisimos echarlo a andar, pero esta vez en kayaks, una embarcación completamente desconocida para mí, pero Alex la dominaba a la perfección.
El paso a dar era muy grande, pues mientras trabajaba la idea primaria de dar la vuelta a la península de Yucatán, me surgió la idea de convertir ese proyecto en uno más grande y ambicioso. Lo llamé “Mares de México”.
Así, nos pasamos meses entrenando (yo, aprendiendo). Hubo madrugadas en que llegábamos a la pista de canotaje de Cuemanco antes de salir el sol y ya habíamos remado unos 12 kilómetros cuando amanecía. Las manos difícilmente podían abrirse debido al frío. Pero seguimos entrenando hasta que nos fuimos al Chetumal. Sorteamos los problemas de no ser creídos en nuestro medio de montañistas. Después de todo, ¿cómo cambiar la montaña por el mar y más si no se conocía? Algunos amigos nos creyeron y nos apoyaron desde el principio. Fue así como partimos.
Al quinto día, Alex se lastimaba la muñeca de su mano derecha y no podía palear más, así que tuvo que regresar. Yo decidí continuar solo. No me cabía en la cabeza regresar apenas en el inicio. Varios días más tarde, llegaba a Cancún y daba por terminada nuestra primera etapa en kayak: había navegado todo el Caribe.
Año y medios después, en el 2002, regresamos y navegamos mil quinientos kilómetros desde Cancún hasta el puerto de Veracruz en dos meses. Y en noviembre del 2004 navegamos desde la desembocadura del Río Bravo hasta el puerto de Altamira, a once kilómetros de Tampico. Esta vez iban dos elementos más: Andrés Sierra y Abraham Levy.
El día 20 de mayo, a las 13:30 horas, ponía pie en la arena del puerto de Veracruz, luego de navegar 500 kilómetros desde Tampico. La invitación del Capitán Aragón a navegar en un velero había desembocado en miles de kilómetros navegados en kayak. Como me había dicho entonces: “Nunca vas a olvidar al mar”.
Ahí daba el cierre a la navegación del Atlántico mexicano en kayak. Algún periodista habló de récord, pero no hay tal: mucha gente ha navegado nuestro litoral oriental en diferentes tipos de embarcaciones y aunque no hemos encontrado información de que algún otro mexicano lo haya hecho en kayak, no quiero dar ese paso en falso pues no es nuestra pretensión establecer un récord.
Hay que aclarar varias cosas: primero que nada, hay kilómetros que no navegamos. Unos 25 muy al norte de Tamaulipas porque se nos venía el mal tiempo encima, los kilómetros que separan Altamira de Tampico y unos pocos más que median entre las dos playas de desembarco en Veracruz. Aproximadamente unos 50 kilómetros, que podrían ser navegados en un día. Pero en su momento, esos pequeños trozos eran demasiado descomunales como para ser enfrentados.
Otro punto: aunque el Proyecto Mares de México continuara esta vez conmigo como único navegante, se trata de un proyecto que pertenece a la Asociación de Asociación de Montañismo y Exploración de la Universidad Nacional Autónoma de México y por ello es un proyecto en donde hemos participado varias personas. Alejandro Niz el que más.
Una vez terminado el Atlántico (Caribe y Golfo de México), ¿qué ha pasado con el proyecto? Que ha crecido. Mucha gente tiene interés en participar y eso nos llena de orgullo, pues uno de los objetivos que teníamos era despertar el interés en la navegación de nuestros mares o, como nos decían los pescadores: “¿En eso?”
Sí, en eso. México, de donde salieron diferentes expediciones al Pacífico y que tuviera un papel importante en el comercio con China y Filipinas gracias a la “Nao de China”, no tiene una cultura marítima pese a los más de once mil kilómetros de costa que tiene. Bueno, los estamos navegando y si ya terminamos aproximadamente tres mil kilómetros, nos faltan poco más de ocho mil.
No tenemos prisa y tardará varios años. Pero Mares de México, como ya nos conocen en varios lados, seguirá adelante. Y es bueno que tarde ese tiempo porque de esa forma habrá más gente que se sume a la navegación.
Mientras tanto, el Mar de Cortés se perfila como el próximo en ser visitado.