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Montañismo y Exploración
Explorando la Sierra Juárez
6 julio 2005

Una de las primeras exploraciones del Grupo de Exploración de la UNAM fue en la Sierra Juárez, en Baja California. Realizada en el mes de julio de 1982, las temperaturas fueron muy elevadas, lo que representó un fuerte problema. Aquí se presenta una versión ampliada de la aparecida en la revista México Desconocido.







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LAGUNA HANSON

Después decidimos descansar un día en la laguna Hanson, nombre con el que es más conocida aunque oficialmente lleva el nombre de Laguna Juárez, como la sierra. De ahí partimos al rancho San Luis, una pequeña casa de madera con lo estrictamente indispensable para vivir. Como la laguna y el rancho están en la parte alta de la sierra, no tardamos mucho en llegar. Ahí dejamos nuestro vehículo y caminamos hacia el oriente, hacia el desierto.

Por este lado tendríamos que bajar al cañón Guadalupe, explorarlo, dirigirnos al desierto y adentrarnos en él hasta llegar al cañón Carrizos, por donde subiríamos nuevamente a la parte alta de la sierra. Así haríamos un círculo que iniciaría al oriente, al norte, al oeste y al sur. Era fácil aunque recorrer los cañones de la Sierra Juárez no lo sea, pues a cada rato hay que trepar bloques de granito, salvar pozos de agua tan cristalina que parece no estar ahí, o escalar alguna vertical rocosa. Ciertamente no es fácil pero es una experiencia fascinante, sin ruidos, casi ocultos de toda civilización salvo la que lleváramos con nosotros.


Primero exploramos el cañón Guadalupe hacia arriba y después bajamos: íbamos al oriente, al desierto. Con la experiencia del cañón Topo, nos sensibilizamos más a cualquier indicio de vida animal y eso tuvo su recompensa: siguiendo el excremento, su olor, algunos ruidos, las escasas huellas, uno que otro raspón reciente sobre la roca y otros indicios, llegamos a localizar un grupo bastante grande de borregos cimarrones. Hubiéramos deseado acercarnos más a ellos, pero tienen todos sus sentidos alerta todo el tiempo y, por fortuna, le temen al hombre.


A la salida encontramos claros indicios de que nos acercábamos a la civilización: las rocas pintadas con aerosol, botellas rotas, plásticos, papeles, latas y botes de cerveza. A veces el hombre no sabe qué hacer con tanta belleza y termina por destruirla.


También vimos algo maravilloso: un enorme grupo de palmas con dátiles, como si estuviéramos en un oasis (y de hecho, lo estábamos, con semejante calor) y al fondo una peña de unos 300 metros, de forma tan peculiar que la gente terminó por llamarla la Virgen de Guadalupe. Ahora, el cañón se llama Guadalupe y el peñasco, La Virgen. Un poco después, aparece un amplio camino de terracería para autos y las famosas aguas termales que provienen del fondo desconocido de la montaña.




BAJO EL SOL

Pero eso fue ayer, cuando metíamos el cuerpo al agua. Y luego, a las cuatro de la tarde, caminamos hacia el norte, hacia el Carrizos. Y tuvimos que dormir aquí, en medio de tanta roca y sin una sombra. Teníamos que irnos. A las cuatro de la madrugada me levanté y desperté a los demás. Faltaba una hora para el amanecer y debíamos aprovechar las horas más frescas para caminar y llegar a Carrizos porque de los 30 litros de agua con que salimos sólo nos quedaban dos.


Sería una caminata silenciosa porque es julio, cuando la arena del desierto está más sedienta y el desierto no pertenece a la tierra sino al sol. Hace doce días, mientras caminábamos por las calles de Mexicali, sentíamos cómo el pavimento cedía a nuestro peso, como si fuera una gran masa de chicle. Al mediodía en el desierto, la suela de las botas parecen tener la misma consistencia.


A las 12 alcanzamos el cañón Carrizos. Un gran palmar y el sonido característico del agua fluyendo entre las rocas nos hizo apurar el paso. Agua es lo único que deseamos y nos vemos recompensados tan ampliamente que podemos meternos a las pequeñas pozas a refrescarnos. Es reconfortante observar cómo todos hemos recuperado nuestro ánimo habitual. Ahora hablamos y también reímos de cualquier cosa.


Sólo uno parece estar dormido con los ojos abiertos. Creo que la experiencia ha sido más fuerte para él que para nosotros. Nadie puede comprender lo que es el desierto estando lejos de él. Sólo quien vive en él puede apreciar la magnitud y la fuerza de voluntad que hace falta para dar un paso tras otro. Sentir el sol, este sol, cerrar la boca y seguir caminando… y aguantar la sed.


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