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Montañismo y Exploración
¿QUIÉN VIVE EN LAS CUEVAS?
21 septiembre 2004

Para muchas personas las cavernas son sólo sitios de oscuridad y humedad donde el ser humano no puede poner pie si no es por emergencia. Pero, ¿son realmente inhabitables? ¿Puede el hombre o cualquier otro ser vivo habitar ahí?







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¿Serán las cueva esos lugares tan inhóspitos como parecen? Yo creo que no. Pensándolo bien, hace miles de años (cerca de 40) en los albores de la humanidad, las cuevas debieron haber sido unas verdaderas habitaciones de lujo, pues protegían a nuestros antepasados de las inclemencias del tiempo. En su oscuro interior, podrían estar a salvo de las tormentas, los rayos, el frío o de la nieve, de sus enemigos naturales e incluso durante el día del implacable rayo del sol. Además, muchas cuevas en el planeta son reservas naturales de agua, por lo que podían establecerse en ellas sin preocuparse por el abastecimiento de este vital líquido.










Restos óseos encontrados en la cueva de Altamura en Italia, se observa que el esqueleto está cubierto con de calcita, un material abundante en las cuevas.

Y para quien dude que el Homo sapiens, en sus orígenes y al dispersarse por todos los continentes ocupó las cuevas como refugio, existen una gran cantidad de registros: pinturas rupestres de una belleza extraordinaria con una antigüedad calculada entre 15 y 30 mil años, como son las encontradas en la gruta de Lascaux en Dordoña, Francia, que plasman escenas de la vida cotidiana, o bien los bisontes y caballos representados en la cueva de Altamira, España. Existen también restos humanos como los encontrados en la cueva de Altamura, Italia, descubiertos apenas en 1993, o bien fragmentos e incluso utensilios intactos encontrados en cuevas de todo el mundo.

Nuestro país también tiene riquísimos ejemplos de vestigios como los mencionados. Algunos son las cuevas de Tekax, en Yucatán donde encontraron restos humanos y cerámica doméstica; en Chihuahua, la cueva de Ventanas, en el municipio de Madera, Nido de serpiente y de Las Ratas, han hallado graneros, fogatas y entierros. En Durango existe el ejemplo de una cueva habitación con pintura rupestre, monocroma, la cueva Redonda. O bien la cueva del Texcal, en Puebla, donde los restos óseos hallados se presume como unos de los más antiguos del continente americano. Muchas cuevas en el norte del país cumplieron con esa función.

En la Sierra de San Francisco, Baja California Sur el hombre se dio a la tarea de pintar las paredes de una cuevas pequeñas. En Juxtlahuaca y Oztotitlán, Guerrero, también hay muestras impresionantes de la presencia del hombre, incluyendo un cráneo que está ya adherido al suelo.


Pinturas rupestres de las cuevas de la Sierra de San Francisco, en Baja California

Pero, ¿acaso los seres humanos son los únicos que han fijado su atención en las cuevas como refugio? La respuesta es, por supuesto, no. Incluso antes de que el hombre primitivo hiciera uso de ellas, muchos otros grupos de animales (aves, mamíferos y reptiles entre otros) ya las tenían como residencia desde algunos miles e incluso millones de años antes que ellos.










Cacomixtle en la entrada de una cueva.

¿Quiénes son estos animales? ¿Viven todo el tiempo dentro de las cuevas? ¿Pueden andar caminando como si nada en la oscuridad total? Para contestar estas preguntas, diferentes personas de diferentes disciplinas han optado por hacer algunas divisiones del ambiente cavernícola.

La primera consiste en la iluminación y según este criterio existen tres zonas en las cuevas donde la incidencia de luz es distintiva: la primera es la zona de entrada, donde la luz solar es directa o indirecta, pero fuerte, y esto permite que se establezca la vegetación común al sitio que rodea la cueva. En ella se pueden encontrar también algunos animales como cacomixtles, tejones, mapaches, osos, serpientes y otros, que aprovechan la frescura que brindan las cuevas, o bien son pacientes depredadores de los mamíferos más numerosos que viven en ellas: los murciélagos.

La segunda zona es la denominada zona de penumbra, la zona donde la luz es escasa pero no completamente ausente. La temperatura aquí fluctúa mucho, casi igual que la externa, pero es más húmeda con respecto a la zona de entrada. Por ello en estas partes es posible encontrar algunas plantas cuyos requerimientos de luz no son muy altos que además necesitan de mucha humedad, como los helechos y musgos. Hay un gran número de artrópodos (insectos y arañas, entre otros), que gustan de estas condiciones.

La tercera y última es la zona de total oscuridad. Aquí la presencia de las plantas es imposible porque no pueden fotosintetizar. Los animales que pueden vivir en esta zona echan mano de grandes sistemas para poder orientarse dentro de esta gran negrura, como la ecolocalización que se presenta tanto en murciélagos como en aves (guácharos y vencejos). Algunas otras estrategias para poder caminar sin tropezar en la oscuridad incluyen desarrollar, de una manera extraordinaria, algunos otros órganos de los sentidos, como pueden ser alargamientos de las antenas, los pelos sensoriales, desarrollo de los órganos olfativos y auditivos.

Otro criterio trata de los organismos cavernícolas y consiste en poner en tres categorías a los habitantes de las cuevas:

Los trogloxenos (que quiere decir "visitantes de las cuevas"), se refiere a los animales que de manera fortuita pueden encontrarse en las cavernas, generalmente las utilizan como refugios o dormitorios, pero la actividad de la caza o búsqueda de alimento la realizan en su mayoría en el exterior.

Los troglófilos ("amantes de las cuevas") son organismos que presentan una gran afinidad por las características ambientales cavernícolas. Algunos artrópodos y anfibios pueden estar por largos periodos de su vida dentro de las cuevas sin necesidad de abandonarlas para buscar alimento o bien, para poder reproducirse.

Por último, están los troglobios, los verdaderos habitantes de las cuevas. La mayoría de los organismos troglobios son artrópodos, aunque también existen algunas salamandras y algunos peces. Estos animales sí presentan modificaciones drásticas para poder vivir en este ambiente sin luz. Muchos de ellos han perdido totalmente los ojos o la vista, o carecen de pigmento en la piel. Los troglobios nacen, se alimentan, crecen se reproducen y mueren dentro de las cuevas.

Es importante decir que las cuevas son ecosistemas tan frágiles, que cualquier alteración que sufran puede afectar de forma directa a la fauna que habita en su interior. Queda en nosotros proteger el patrimonio tanto arqueológico como biológico. Protegiendo estos santuarios naturales y artísticos podremos saber mucho de quienes somos.



Esta ponencia será presentada el día 23 de septiembre en el Museo de la Luz como parte de la Exposición Colectiva Itinerante de Fotografía de Espeleología.


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