Día de navegación 13. Lunes 6 de mayo, 2002
Por la mañana salimos a las 7 de nuestro campamento: una amplia zona libre de toda vegetación que fue limpiada seguramente para algo (no sabemos si cultivo, construcción o algo más), cosa de un kilómetro de playa y 500 metros de tierra adentro. Las palmeras que ayer confundía a lo lejos como "pinares" (y es que hemos encontrado pinares en la costa) resultaron ser palmares pero muchísimos de ellos son sólo el tronco y cero hojas, cero vida. Nos han dicho que eso queda desde el huracán Gilberto, que la gente recuerda de lo más bien porque la vio muy cerca.
Aún a esa hora, el mar estaba tranquilo y yo remaba, como siempre, delante. Alex vio detrás de mí un delfín y aceleró para verlo de cerca, pero luego vio más, hasta ser una manada bastante grande que me seguía. Entonces detuvo su ritmo para no espantarlos sólo que uno de ellos se acercó a él hasta medio metro y nadó junto hasta estar satisfecho. "Son muy curiosos esos animales", dijo Alex. Pero yo de ellos no vi nada y me quedé con su relato.
A las ocho estábamos en Sisal y buscamos un sitio donde desayunar. Queríamos hartarnos de comida y fruta. Y lo logramos, sólo que luego ya no podíamos ni sentarnos de lo llenos que quedamos y la salida se retrasó tanto que a las doce ya dábamos por perdido el día. El farero, de nombre José Luis, nos recomendó ir a la capitanía de puerto para reportarnos. Ahí dimos nuestros datos, platicamos con el capitán de puerto quien nos enseñó el mapa de todo el Golfo, el pronóstico del tiempo y también nos habló del "veranillo de San Francisco", eso que desde Holbox nos han hablado como "turbonadas" o "huracanes pequeños". Dijo que es algo así como el último norte y que si no se da el día 15, ya no se dio, de ahí el temor de los pescadores que no se aventuraban a ir muy lejos de la costa en busca de su cosecha.
De repente dijo: "Llegó la brisa". La brisa que nos ayudaba y que esperábamos. Nos despedimos, nos preparamos y salimos en cosa de 15 minutos. Queríamos avanzar lo más posible hacia el faro de El Palmar: 37 kilómetros, según nos dijeron. No haríamos esa distancia en un día, pero la brisa y la marejada era en pro de nosotros y comenzamos a surfear. A veces yo veía desaparecer el kayak entero bajo el agua y sabía que sólo mi pecho estaba por encima del agua, pero en menos de dos segundos estaba de nuevo emergido, como un pequeñísimo submarino que saliera del mar. Y de nuevo a usar las olas. Había veces, sin embargo, en que la velocidad que adquiríamos era tanta que avanzábamos 20, 30 metros sin meter una sola vez el remo al agua. Impresionante y al mismo tiempo daba cierto miedo saber que sólo un pequeño movimiento en falso caeríamos al agua y a esa velocidad...
"Ahí se ve ya el faro", dijo Alex. Yo no alcanzaba a verlo porque mis lentes son mucho más oscuros y están manchados, pero le creí. Una hora después, me volvió a preguntar si ya lo veía y le dije que no, pero apenas se lo hube dicho, comencé a ver a lo lejos una torre y quizá fuera del faro. Alex tiene una vista increíblemente aguda.
De cualquier manera, la velocidad a la que íbamos no nos permitía descasar mucho y si antes descansábamos dejando de remar, esta vez no podíamos hacerlo porque las olas no nos dejaban hacerlo. Así que llegamos al Palmar después de tres horas y media de haber salido de Sisal. Cansados, pero felices de haber recorrido esa distancia en tan poco tiempo.
Ahí nos esperaba la sorpresa desagradable de encontrar al farero embriagado. Era el primer día de su estancia ahí y los vecinos habían ido a festejar con él. Y al menos uno estaba más borracho que el farero, tanto que éste último ya lo quería correr. Y entre bromas pesadas que no sabíamos si eran ciertas o no viniendo de personas embriagadas, nos vino a la mente el hacernos a la mar aunque fuera cinco kilómetros más para estar lejos del faro, pero la verdad estábamos cansados y el mar no estaba tan sereno. Después de todo, era mejor tener los pies en tierra firme, aunque la noche no fue muy descansada por estar atentos a lo que pudiera pasar. Incluso "Cachito", el pequeño mono araña de siete meses que habían capturado unos muchachos de unas casas vecinas, parecía conspirar, aunque fuera entre sueños.