Miércoles 1 de Mayo, 2002
29 de abril. Día de navegación 10. A veces me sentía como los protagonistas de una situación de supervivencia en que no tienen otra alternativa y reman. Nosotros sí teníamos otra y era dete-nernos y descansar, pero estábamos ya tan cerca de Progreso que no que-ríamos detenernos. En Telchac Puerto nos dimos cuenta de lo débiles que estábamos porque nos sorprendió un viento más fuerte que levantaba oleaje y nos hacía difícil la navegación, más cansada. Ya no teníamos mucha fuerza después de seis horas de remar. Así que Telchac Puerto se convirtió en el único sitio donde en verdad sufrimos al llegar. Por otro lado, habría que cargar los kayaks y eso terminó por cansarnos.
30 de abril. Día de navegación 11. Al otro día salimos de Telchac Puerto temprano. No queríamos que nos sorprendiera de nuevo el viento. Pero remamos más allá del límite del mapa y los otros estaban guardados, así que decidimos seguir hasta encontrar un lugar donde dormir y eso no es cosa fácil: estábamos acercándonos a Progreso y había muchas casas. Ya sabíamos que era más difícil conseguir dónde dormir mientras más gente haya y además debíamos cuidar más los kayaks para evitar robos. Nos detuvimos cuando vimos una casa abandonada y dijimos: "aquí podremos pasar la noche". Y ahí pasamos la noche. Yo seguía enfrascado en Los bandidos de Río Frío, de Manuel Payno y Alex se fue a caminar por el pueblo. Me hacía bien leer de las montañas que conocía y con frecuencia me sorprendía de encontrar nombres que desconocía y con una historia larguísima.
1 de mayo. En la mañana encontramos a un hombre que pescaba fuera de su casa. Alex platicó con él y le preguntó dónde podríamos dejar los kayaks en Progreso. Inmediatamente le dijo que a "tres cuadras" había una marina deportiva donde daban clases de windsurf y que el dueño, Pedro Pablo, nos ayudaría gustoso.
Así que remamos 300 metros y encontramos en efecto la Marina Silcer donde Pedro Pablo nos ofreció guardar los kayaks en su bodega, atestada de equipo marino e incluso se sintió tan parte del proyecto que se ofreció a buscarnos entrevistas con la prensa, pero no se pudo hacer nada de eso.
Los muchachos que iban a tomar clases nos comprendieron a la perfección, pues uno de ellos ya había hecho el mismo recorrido en una tabla de windsurf... en 15 horas de navegación, aunque en tres días, con sólo una mochila ligera a la espalda. Hablábamos el mismo idioma y de pronto me di cuenta que sí hay gente ligada al mar y que desea hacer algo en él. Hace años había surgido ahí la idea de navegar de Cancún hasta Cuba en una tabla de windsurf, algo que alguien más intentó sin la suficiente experiencia.
Pudimos marchar a Mérida con tranquilidad.
Hoy comenzamos nuestra etapa de descanso y nos sentimos un poco extraños de no hacer nada, pero es necesario esperar a que el cuerpo reaccione. Pedro Poveda, un gran amigo de Mérida, nos ha albergado en su casa y estamos de lo más tranquilos, planeando la siguiente salida, que parará hasta Campeche.