Era una tarde tranquila. Nosotros llegábamos por el sendero y arribábamos al pueblo justo cuando los pobladores llevaban al santo del lugar por las calles lodosas. Nos detuvimos y más tarde fuimos invitados a la fiesta. Era el cambio de mayordomÃa, la fecha más importante del pueblo. La invitación se convirtió en un alojamiento de dos dÃas. A la mañana del siguiente dÃa, un muchacho nos preguntó si querÃamos ver las "pirámides". Yo acepté inmediatamente y eso se convirtió en un viaje impresionante dentro de la selva hacia las ruinas de una pirámide oculta por la vegetación donde se podÃan ver grandes agujeros que habÃan cavado en busca de tesoros inexistentes. Nos dijeron que un "inglés" habÃa ido hacÃa ya años y se habÃa llevado casi todo lo de valor y que de ahà en adelante ellos, los campesinos, habÃan ido en busca de lo que "dejó el inglés".
Esa fue la primera vez que me saltó a la conciencia el temor de decir el lugar exacto donde se encontrara algún hallazgo importante. Hace poco, en el foro mexicano Iztaxochitla, la discusión se abrió de nuevo, pero en torno a la localización de las cavernas. El tema era: "Divulgar o no divulgar, ésa es la cuestión..." Las aportaciones al respecto fueron prácticamente unánimes: no habÃa que dar la ubicación exacta porque se ponÃa en peligro a la gente que no tuviera experiencia, por ejemplo.
Sin embargo hay algo que es importante resaltar: pese a la diversidad de formas en que se la presente, se trata de negar o esconder una información y ello es un acto egoÃsta, pese a los muchos argumentos que se esgriman en pro de ella.
La discusión la cerró brillantemente el dominicano Domingo Abreu Collado diciendo: "El peligro no está en divulgar. El peligro está en no hacer lo suficiente en cada paÃs por la protección de las cuevas. Y divulgar la importancia de las cuevas es propiciar una protección oficial y ciudadana.".
Por supuesto, estamos de acuerdo con él. Es mucho mejor (pero no más fácil) hacer algo positivo, educar a la gente y que conozca qué es la espeleologÃa desde el nivel más general hasta los más especializados. Después de todo, Norbert Casteret hizo lo mismo en su tiempo y el resultado es la espeleologÃa que tenemos actualmente.
En la década de 1980, cuando el Grupo Espeleológico Universitario (GEU) exploraba la zona de la Sierra Gorda de Querétaro (México), el problema de decir o no qué habÃa y dónde lo habÃa, se presentó de otra forma: los lugareños preguntaban a qué iban a meterse esos tipos que estaban a veces dÃas. Les constaba que no sacaban tesoros, porque estaban con ellos. Carlos Lazcano, Guillermo Mora y otros, solucionaron rápidamente esto llevando un audiovisual a los diferentes pueblos de las actividades que hacÃan bajo tierra. El resultado fue que en lo sucesivo se interesaran más por las actividades subterráneas y hasta un huapango les compusieron: "Los sotaneros". Desde entonces la gente ya sabe lo que hay y qué es lo que busca cada persona que se acerca o pregunta por una cueva.
La pregunta sobre "divulgar o no divulgar" cambiarÃa entonces a: ¿de cuántas maneras podemos hacer algo para que la gente se entere de que la espeleologÃa no es un secreto y que las cavernas requieren respeto?
Los principales argumentos que se vertieron en el foro Iztaxochitla los presentamos aquÃ, pues son de verdadera importancia pues deja ver un poco más lo que es el mundo de la espeleologÃa y sus protagonistas, o al menos, visto desde ellos.
MONTAÃ?ISMO EN EL MUNDO
Hablar de Colombia es, para la mayorÃa de la gente, hablar de un paÃs donde uno no se aventurarÃa a ir de vacaciones por los riesgos sociales. Además, ¿qué montañas hay en ese paÃs que puedan llamar la atención? Andrés Hurtado GarcÃa hace un recuento rápido de lo que es el montañismo en su paÃs y de la riqueza de montañas que hay para ejercer nuestro deporte.