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Montañismo y Exploración
Concentrado en remar

…calculé que podría avanzar si no los 20, sí la mitad. Sin embargo, mi velocidad fue disminuyendo y Alex iba ahora por delante. Lo peor es que la carretera pasaba a escasos siete metros del mar. Detenerse ahí para hacer un campamento era una imprudencia, así que seguía.







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Día de navegación 21. viernes 17 de mayo, 2002


Alrededor de mediodía llegamos a unas cabañas. Cada vez me sorprendo más de la agudeza visual de Alex, que ve las cosas mucho más nítidamente y antes que yo. El precio de leer tanto. Se trataba de un campamento tortuguero adonde habían llegado varios muchachos de una preparatoria de Campeche. Nosotros nos tendimos bajo la sombra de la palapa más grande, que era justo donde estaban los profesores y nos convidaron atún y un refresco con hielo.



Salimos temprano de Champotón para llegar a un campamento tortuguero a 20 kilómetros, donde había una excursión de estudiantes de último de preparatoria y la miss nos dio atún con galletas y agua con hielo, ¡que placer!, porque la remada es muy pesada en esta zona o más bien desde Champotón hasta Ciudad del Carmen, porque no hay puntas o cerros donde puedas medir la distancia y además todo es igual así que sientes que no avanzas nada, de ahí íbamos a remar 20 kilómetros en la tarde para llegar a otro campamento tortuguero...


Alrededor de las tres de la tarde nos hicimos a la mar de nuevo. A veinte kilómetros estaba el siguiente campamento tortuguero y a pesar de que ya me dolía la espalda de nuevo, calculé que podría avanzar si no los 20, sí la mitad. Sin embargo, mi velocidad fue disminuyendo y Alex iba ahora por delante. Lo peor es que la carretera pasaba a escasos siete metros del mar. Detenerse ahí para hacer un campamento era una imprudencia, así que seguía. De repente, Alex dijo: "Allá hay unas casitas, ¿aguantas o acampamos aquí?" Yo vi la costa y seguí viendo camiones o carros saliéndose de la cinta de asfalto para estamparse contra nuestra tienda y le dije que seguía. Así que se adelantó.


Yo no veía las casas. Para colmo, teníamos el sol casi de frente y no podía quitarme los goggles, así que veía menos todavía. Debía remar de tal forma que no me doliera la espalda, que no me detuviera y que siguiera continuamente a ese puntito oscuro que se iba alejando y se hacía más pequeño cada vez. Recordé lo que había hecho en el Caribe y comencé a repetirlo: remar, dejar la mente en blanco y remar. No veía tierra. Sólo el sol que se iba poniendo más rojo cada vez, cada vez más de frente. Alguna vez me detuve y calculé el tiempo en que tardaría en oscurecer. En eso, perdí al punto que yo seguía. Sin volver los ojos a tierra, escuché a los camiones y me dije que si seguía, llegaría el tiempo que Alex me detendría por haber llegado.


Con el sol de frente, una ola vino de algún lado (claro, siempre del mismo, pero me tomó desprevenido) y me volcó. Me enderecé rápidamente y lo primero que me vino a la mente fue recoger mi gorra. No la iba a perder como lo había hecho en el Caribe. Regresé y la recogí, luego volví a dar la vuelta y rumbo al sol pero con menor visibilidad porque el agua de mar me había entrado a los ojos y a los oídos. Por el momento me preocupaban más los ojos para poder ver algo más claramente. En cosa de media hora se pondría el sol y sólo tendría la opción de irme a tierra.




















Seguí remando y escuchaba gritos, algo nuevo. Volví la vista y vi a alguien parado en un vehículo rojo y me imaginé a los cientos de turistas de domingo que estando en la base de una pared le echan porras a los escaladores tratando de llamar su atención. No le hice caso pero como los gritos continuaban, dejé de remar y me quité los goggles. Escuchaba gritos fuertes pero el agua en los oídos no me permitían reconocer de qué se trataba. De repente vi a Alex nadando hacia mí. En resumen, me había pasado de las casas a las que él había llegado. Se trataba del campamento tortuguero Chen Kan, a cargo de la Universidad Autónoma de Campeche y yo me había pasado por casi 300 metros sin verla. Ramsés (siempre me quedé con la broma de preguntarle si era Ramsés II) nos ofreció una hospitalidad enorme.


...el biólogo Ramsés nos ayudó, nos dio agua de pozo para quitarnos la sal porque en el trayecto sopló mucho viento y la cara la teníamos llena de sal, se veían los granitos de sal y aparte el sol y el calor muy duros, pero lo bueno es que llegamos ahí y nos dieron Coca Cola fría, me tomé fácil como dos litros en tres minutos y luego cené arroz y chuletas de cerdo que buenas estaban, claro que me tomé un pepto bismol por si las dudas...


Esa noche dormimos bastante tarde. A la medianoche Ramsés y varios amigos suyos salieron a un patrullaje para detectar nidos de tortuga. Regresaron con cientos de huevos de dos nidos, que veríamos al día siguiente. Habíamos remado más de 43 kilómetros y estábamos cansadísimos pero la plática era insuperable, entre ciencia ficción, libros de tortugas y la vivencia real de una persona que se ha pasado años en ello.







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