Enfrente de mí, como algunas veces ya lo había
visto, se desprendía una gran placa de nieve, que poco
a poco iba haciendo una nube espectacular y que indicaba que
varias toneladas de nieve pulverizada bajaban de la cumbre
norte hacia mí. El estruendo es muy especial. Yo simplemente,
sabiendo lo que esto significaba y lo inútil que sería
correr, me quedé de pie, cerré mis puños
y apreté mis dientes. Tanto fue el terror que sentí
como mis frontales crujían.
No, no llegó hasta mí. Se quedó a unos
200 metros. La avalancha se detuvo a un centenar de metros
de mí pero la nube de cristales de nieve si llegó
y me hizo sentir como una pulga en un mundo extraño.
Caí al suelo tosiendo, asfixiado. Sentí que
me iba a morir. En ese momento comprendí que "había
despertado al gigante".
Me había pasado muchos meses en compañía
del club y de tanta gente, estudiando la montaña, acechándola
hasta que llegó el día final, el día
exacto donde todo se conjuntó. La ataqué, logré
algunas de sus cumbres antes de que el monstruo despertara.
Pero... no más. Ahora, Huandoy se había enterado
de que logré llegar, y me amenazaba con mi propia vida.
Me sentía sobrado de fuerzas. Podía continuar
y terminar el proyecto pero sentía en el fondo de mi
intuición que estaba retando a alguien que, de plano,
siempre iba a ganar.
En ese momento el miedo se apoderó de mí. Me
metí en la tienda a sollozar, y a la una de la mañana
decidí que si me quedaba un minuto más, moriría.
Emprendí la huida por la ruta de ascenso, bajé
a toda velocidad. Al terminar el glaciar, sentí que
los bloques de hielo a mis pies se movían y para finalizar
con un rappel, metí una piqueta entre dos bloques.
Justo faltando cuatro metros para llegar, sentí un
pequeño jalón, saqué un piolet de mi
arnés y lo clavé en la pared de hielo. Justo
en ese momento salía volando por los aires la piqueta
que había clavado, 50 metros arriba. Afortunadamente,
me había asegurado. Desescalé un par de pasos,
y me dejé caer, para salir corriendo y "escalar"
con los piolets y crampones un muro de arena y roca, parte
de la cuenca del glaciar fósil del Huandoy.
Corriendo con la cuerda del rappel arrastrando de mi ATCy
la piqueta todavía arrastrando de él seguí
caminando sin voltear atrás. Me detuve un rato para
recuperar todo y luego no dejé de caminar hasta llegar
al fondo del valle de Llanganuco. Ahí me encontró
un "microbús" que llevaba montañistas
al pisco. Ese fue mi "ride" de regreso a Yungay.
En el camino hice recuento de los daños: la mitad
de la palma de mi mano no tiene sensibilidad: el colgón
del piolet al zafarse la piqueta del rapel sobre mi dragonera
en la muñeca me comprimió el nervio. Mis dientes
frontales tienen roto el esmalte y el dolor es muy intenso.
Después de ser amenazado por un dentista que en Yungay
quería extraerme el diente, me fui a Caraz, donde me
pusieron resina en la zona fracturada. Un intenso dolor en
la planta de los pies me hizo temer congelamiento pero afortunadamente
no pasó a más.
Llego a Huaraz, desesperado, sin querer voltear a atrás.
Asustado. Con mucho, mucho miedo. Me recibieron mis amigos.
Y todo parece lejano ya.
No aprendo. Una noche de festejo en el "tambo"
en compañía de mucha gente que no sabía
que estaban pendientes de mí, y me convencieron. Parto
mañana hacia las cumbres de los montes Urus y del Ishinca.
Ya abajo, un porteador me dijo:
Ah, conociste a "Tullparaju".
¿Qué es Tullparaju? -pregunté.
Quiere decir: "el fogón entre tres piedras"
Sí, conocí a Tullparaju.
Dejo tres temas de discusión, sobre todo para los
que les encanta llevar cuentas. Esto me lo dijeron "Lobo",
Milagros, Vladimir, y otros prestadores de servicio en Perú.
¿Me ayudarán a corroborarlo?
1. Hace mas de cinco años que nadie se había
logrado subir al Huandoy.
2. La ruta que hice no esta documentada y puede tratarse de
una nueva ruta.
3. No existe registro de un mexicano que lo haya logrado antes.
Menos en solo.