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Montañismo y Exploración
¿QUÉ ES EL ALPINISMO?
15 agosto 2001

[Espacio en blanco] Como suele decirse, una empresa de desesperados. Y aun me parece que en rigor. Un conjunto de afortunados, no de temerarios ni, para hablar con propiedad, de audaces. Y no digo esto porque lo crea necesario para …







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[Espacio en blanco] Como suele decirse, una empresa de desesperados.
Y aun me parece que en rigor. Un conjunto de afortunados, no
de temerarios ni, para hablar con propiedad, de audaces. Y no
digo esto porque lo crea necesario para los alpinistas de profesión,
sino, perdóneseme la expresión, para los profanos,
si es que hay modo de convencer a éstos, como están
convencidísimos todos aquellos de que el alpinismo no
es ciertamente cosa de atolondrados sino, al contrario, cuestión
solamente de prudencia y un poco de valor, de fuerza y constancia,
de sentimiento de la naturaleza y de sus más recónditas
bellezas, cuanto más tremendas más sublimes y
más fecundas para el espíritu que las contempla.
¿Qué va a hacer el hombre allá arriba?
se pregunta uno de los más geniales escritores que los
Alpes hayan inspirado. Y la contestación que hace seguir
a esta pregunta revela de lleno al verdadero y apasionado alpinista
¿Será quizá una misteriosa e inexplicable
fascinación lo que le lleva a desafiar peligros mortales
a cada instante; a arriesgar su valerosa pero frágil
vida sobre vastas soledades de hielo; a guarecerse muchas veces,
con trabajo, de la tormenta que se desencadena y del hielo mortal
en un miserable refugio, para luego, suspendido entre la vida
y la muerte, con la respiración anhelosa, los miembros
distendidos ganar el angosto umbral e una cima nevada que se
alza majestuosamente? ¿O quizá no es más
que la vanagloria de haber estado allá arriba, recompensa
bien escasa a esfuerzos casi sobrehumanos, lo que le impulsa
a las regiones de las nubes? Es difícil creerlo. Es más
bien el ansia de conocer el amado patrio suelo hasta los últimos
confines y las últimas cumbres con sus indescriptibles
bellezas naturales. Es conciencia de energía espiritual
que lo inflama y lo incita a superar los terrores de la materia
muerta; es deseo de medir la facultad distintiva del hombre,
la infinita potencia de la voluntad inteligente, con la resistencia
bruta de los elementos; es sagrado instinto de escrutar por
entre la íntima estructura y vida de la tierra el misterioso
organismo de todo lo creado en servicio de la ciencia; es quizá
la aspiración del dominador de la tierra de sellar con
un fuerte acto de libre voluntad la propia parentela con el
infinito, allá en la suprema altura finalmente conquistada,
abrazando con una mirada el mundo que yace a sus pies.

Un silencio solemne, un infinito y vivísimo centellear
de astros sobre el azul profundo y aterciopelado, dijera, del
cielo; un elevarse imponente de enormes masas y de cimas sublimes;
un extenderse y encontrarse de sombras gigantescas sobre la
cándida extensión de nieves y hielos.

Todo es grandioso allá arriba; las masas que le circundan,
como las distancias que las separan; las líneas generales
del paisaje, como los detalles. Y precisamente porque todo es
así, la grandiosidad de las partes no desaparece, no,
sino que en cierto modo viene a atenuarse en la armonía
del todo. Es lo mismo que sucede en las grandes obras del arte
humano... en aquella atmósfera completamente pura y transparente,
bajo aquel cielo del más profundo zafiro, iluminado por
el filo de la luna y todo centelleante de estrellas hasta donde
el ojo alcanza... en aquel silencio... ¡Basta! No intentaré
describir o indescriptible.


© Alpinismo, revista mensual. Tomo 2, número
13, octubre 14 de 1950. Páginas 18-19.

Del mondo consacró Jehová le cime!

Tomado de: Escritos alpinistas, del sacerdote Dc. Achille Ratti (S.S. Pío Papa XI) sección Milán del Club Alpino Italiano.





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