follow me
Montañismo y Exploración
LOS INCOMPRENDIDOS GUÍAS
1 octubre 2001

Al H. Cuerpo de Guías de la República Mexicana Con mi sincera admiración El guía ha sido, es y será el factor más importante para el éxito de una excursión, escalamiento o ascensión de cualquier índole y es también, inexplicablemente, …







  • SumoMe

Al H. Cuerpo de Guías de la República Mexicana

Con mi sincera admiración

El guía ha sido, es y será el factor más
importante para el éxito de una excursión, escalamiento
o ascensión de cualquier índole y es también,
inexplicablemente, el más incomprendido de los seres.

El guía se rompe la cabeza desde tres meses antes de
llevar su excursión, la explora, mide distancias y tiempos,
hace sus cálculos y presenta una pre-reseña con
toda clase de datos, se la aceptan y está feliz. Se acerca
el día de la realización, nuevos problemas acarrea
el asunto: debe conseguir contingente, tarea de romanos en la
que se tiene que ver persona por persona para ver "si le
hacen el favor" de acompañarlo. Promesas al grupo
de que llegarán, hacerla de meteorólogo adivinando
el probable tiempo para el domingo, recibir inscripciones —sin
adelanto por supuesto— y... conseguir y lidiar con los choferes
que nos llevarán por esas carreteras, ajustando con ellos el precio.

Llega el domingo, el guía es, sin duda, el primero en
levantarse; desmañanado busca y rebusca por los sótanos
y alacenas de su casa los cables, clavijas, rapeleras, piolets
y spickes [crampones] para el grupo y todo lo necesario para
la excursión del día, pero hay de él si
llega unos minutos tarde al lugar de la reunión, el grupo,
cual partida de feroces lobos, se le echa encima, lanzándole
toda clase de improperios debido a su "impuntualidad".
Ve que faltan dos o tres de los inscritos, se les espera un
buen rato, y en vista de que los "gentiles" e irresponsables
faltantes no llegan hay que partir teniendo que aumentar, al
ya de por sí elevado costo de la excursión, los
dividendos de los "graciosos". Nuevos gritos, frases
ofensivas y malos pensamientos en las nada comprensibles cabezas
del contingente sintiendo el guía por primera vez en
el día, la desgracia de serlo.

Parten y comienzan las recomendaciones, unos quedaron de ir
al cine con la novia, otros no "permitirán"
que el guía se pierda o se retrase porque en sus casas
los regañan si llegan tarde; otros le recuerdan rutas
y veredas y "hacen gala de su gran sentido de orientación".
Llegamos al punto de destino, hace mucho frío y el grupo
no baja de los automóviles ni aunque les peguen, el guía
se tiene que bajar solo, abre la cajuela, saca y se acomoda
la mochila, pega de gritos, los anima y maldice la hora en que
se le ocurrió guiar al grupo.

Por fin deciden bajarse, con la calma chicha se colocan las
botas y acomodan las mochilas y —a la hora de haber salido—
se deciden a seguir al pobre y ya congelado guía. En
la primera salida todo son gritos de desaprobación, que
si van muy rápidos, que descansen, pero, sin otro remedio
que hacerlo, siguen la marcha refunfuñando. Si el día,
desgraciadamente, ha sido malo y comienza a gotear, protes [sic]
generales y miradas asesinas al ver que el guía es el
único que saca la manga de la mochila y se la enfunda,
los demás no habían pensado en la necesidad de
llevar un impermeable en tiempo de aguas y el guía recibe
su buena ración de insultos por su "descuido y falta
de compañerismo" al no avisarles. Tras larga caminata
y después de haber trabajado la mente del guía
como caldera de vapor, habiéndose fijado en cuanta piedra
o árbol de rara configuración para no perder la
vereda, llegan al punto de destino. Por fin termina la excursión,
el guía está feliz... ya en su casa acomodándose
entre las blancas sábanas y las abrigadoras cobijas pensando
en los parajes recorridos y en la ingratitud del grupo que apenas
si se despidió de él al llegar a la ciudad.

Y esto pasa en casi todas las excursiones, en roca y volcán
peor aún, nadie quiere comprender que el guía
es humano y que tiene el mismo miedo o peor que el resto del
grupo; él necesita palabras alicientes y frases de confianza,
necesita también, y aunque a muchos se les haga raro,
mucha ayuda del grupo. Cuántas veces, después
de estar horas y horas pegado en las fisuras de algún
espantable abismo, hubiéramos deseado que alguien nos
sustituyera —en lo más fácil y por un corto tiempo—
en el primero de la cuerda. Cuántas veces necesitamos
que alguien nos suba, son una simple frase, nuestro ya desastroso
estado de ánimo. Sí, queridos amigos, no saben
lo horrible que se siente oír —después de vencer
sin más ayuda que la propia al coloso y de estar jalando
o descolgando a alguien como fardo— frases como estas: "¿Por
qué has tardado tanto?, ni que hubieras escalado el Matterhorn",
u otras por el estilo: "Animal, no jales tan duro, ya me
raspé por tu culpa", o "No estés baboseando,
no suelten tanto cable de seguridad". En serio que en ocasiones
y olvidándonos por momentos que son compañeros,
nos dan ganas de soltar el cable que está corriendo,
raspándonos, destrozándonos las manos.

Los grupos en general y los novatos en particular deberían
compenetrarse con el guía, ayudarlo, darle ánimos
y jamás insultarlo u ofenderlo. Si llueve no le echen
la culpa, si se pierde es una desgracia, él —no les quepa
la menor duda— ha puesto sus cinco sentidos siguiendo veredas,
pero... ¿Nunca ha probado alguno de vosotros guiar una
excursión horas y horas por la sierra, siguiendo el cintilante
haz de luz de la linterna?

Los guías no dan por sadismo la orden de salida, en
la hora más fría de la madrugada; lo hacen por
necesidad y por saber que es indispensable para lograr la ascensión.
Piensa que el guía al dar la orden se sobrepone, antes
que nada, a su propia naturaleza que también le reclama
el necesario descanso y que su carne sufre también las
dentelladas del frío. Su cabeza al igual que la tuya,
está embotada y sus manos las llevará metidas,
como tú, en las bolsas del pantalón para evitar
congelamiento; sufre al igual que cualquiera y, sin embargo,
las saca cuantas veces es necesario para amarrar el spicke que
por tu ineptitud se te ha zafado. Él es humano y como
tal siente todo cuanto pasa: al abrir brecha con la nieve hasta
las rodillas lleva también los pies congelados y su corazón
pugna por salírsele del pecho, sin embargo, y gracias
a su espíritu y compañerismo, no se queja no os
hace pasar a ninguno de vosotros para sustituirlo, al contrario,
sigue ascendiendo, y cuando puede os grita animándoos
cuando os ve desfallecidos o somnolientos.

Compañeros, recapacitad, pensad que los guías
no reciben ninguna retribución por llevaros aquí
o allá. Ellos lo hacen todo por gusto y por dar brillo
a la Institución a la que pertenecen, comprendedlos y,
al final de la jornada, agradécele su gentileza al haberte
incluido en el grupo. Piensa que él ha sido tu guardián
y piensa que aquella mano que te sujetó en el preciso
instante y cuando el abismo reclamaba tu cuerpo era la de él;
con una sonrisa se lo agradeciste, no necesita más. Él
es un guía.


© Alpinismo, revista mensual. Tomo 2, número
16, enero 16 de 1951. Páginas 6-9.





Páginas: 1 2 3 4



 



Suscríbete al Boletín

Google + Facebook Twitter RSS

 

Montañismo y Exploración © 1998-2024. Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con SIPER
Diseño por DaSoluciones.com©