INFORME UN ACCIDENTE EN LA SIERRA DE LOS REMEDIOS, COAHUILA
15 abril 2001
En el curso de una exploración en el desierto de la Sierra de Los Remedios, Coahuila, sucede un accidente. Este es el informe de todos los sucesos que llevaron a tal conclusión.
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LLEGADA A RÃ?O AGUANAVAL
Al pueblo, llamado RÃo Aguanaval, llegamos David Márquez, yo y David Hernández, en ese orden. Bebà un refresco y pedà al señor Juan BenÃtez que me alquilara su camioneta para ir por nuestros compañeros. Se tardó un poco porque le pudo gasolina a su camión, pero enseguida partimos. Sin embargo, no encontramos a nadie en la carretera ni vimos un transporte que fuera en sentido contrario y que los llevara. El señor Juan BenÃtez me comentó que del lugar del que mis compañeros habÃan salido estaba más cerca el rancho Lindavista y que quizá los muchachos habÃan tomado un aventón hacia allá para saciar su sed y luego regresar, lo cual no dejaba de parecerme lógico en vista de la ausencia de transportes en el otro sentido y sà la abundancia hacia Lindavista, asà que fuimos hacia allá.
ENCUENTRO A GONZALO
En Lindavista sólo encontramos a Gonzalo, a quien dije que subiera al camión. No le di ninguna otra explicación y no querÃa enfadarme con él porque mi prioridad era otra mucho más importante. En el regreso nos fuimos deteniendo en los pequeños túneles debajo de la carretera para buscarlos, pero tampoco los hallamos sino hasta RÃo Aguanaval, donde estaban ya todos bebiendo agua.
De acuerdo a la versión que me dieron, en cuanto llegaron a la carretera pidieron aventón, pero nadie se los daba y como pasara el tiempo, se metieron a uno de los túneles. En ese momento fue que pasamos nosotros encima de ellos. Pero como tenÃan mucha sed, lo que hicieron fue salir de ese túnel y caminar hacia Aguanaval. Oliver llegó al grado de hincarse en la carretera frente a un camión carguero al que le pidió agua cuando se detuvo. Detrás, una camioneta tuvo que frenar y prácticamente lo obligaron a que los llevara a Aguanaval.
LA PRIMERA BÃ?SQUEDA DE AARÃ?N
Sin embargo, faltaba Aarón y eso me extrañaba porque iba junto a David Hernández. De todo el grupo, el único descansado era Gonzalo, por lo que tomé una mochila llena de bidones de agua y, junto con él, el señor Juan BenÃtez nos llevó a la cañada de donde habÃamos salido. Conocedor de la región, nos llevó muy cerca de la base de la pared en la que horas antes habÃamos descansado y prácticamente donde iniciaba la brecha.
Buscamos aproximadamente una hora en los dos únicos lechos de rÃo que habÃa pero no lo hallamos, asà que decidimos regresar por más gente para la búsqueda y, especialmente, por David Hernández, quien habÃa sido el último en verlo. En esta segunda partida estuvieron Oliver, Francisco, Abraham, David Hernández y yo. Además, el señor Juan BenÃtez llamó a un sobrino suyo para que nos ayudara. No quise que Gonzalo participara en esta segunda búsqueda porque en la primera se habÃa bloqueado mentalmente y tenÃa mucho miedo, además, ya no confiaba en él y todo el tiempo me habÃa percatado de su presencia como si temiera extraviarlo de nuevo.
LA SEGUNDA BÃ?SQUEDA
Regresamos al mismo punto, esta vez con linternas y mucha más agua. Dividimos al grupo en tres. En uno iban el sobrino de Juan BenÃtez, Oliver y Francisco. Ellos deberÃan dar la vuelta a un cerro y buscar en dirección norte, que aunque era la menos improbable, era una zona donde quizá pudiera estar. El segundo grupo estaba formado por Abraham y Juan BenÃtez, quienes fueron hasta donde iniciaba la pendiente que habÃamos bajado para buscar las huellas de Aarón y David Hernández y seguirlas posteriomente.
El tercero éramos David y yo. Para poder trabajar con David, primero lo tranquilicé, pues estaba muy nervioso. Le dije que cerrara los ojos y que se imaginara que estaba caminando. Cuando lo hubo hecho, le pedà que me dijera qué "veÃa" mientras "caminaba" y me dijo que veÃa una cañada pequeña que no llegaba más arriba de su cintura, muy angosta y el piso lleno de piedras blancas. Otro dato que me proporcionó fue que se habÃan "desviado" para buscar sombras.
ENCUENTRO
En una planicie como esa no habÃa forma de desviarse, sobre todo si estaba esa brecha, asà que subà a un pequeño collado y encontré una pequeña cañada. El suelo estaba recubierto de lajas (piedras planas) que resplandecÃan con el sol y que bien se pueden confundir con "piedras blancas" a pleno sol. Más adelante, encontré huellas y las seguÃ. En una vuelta de la pequeña cañada, vi la mochila de Aarón y corrà hacia él mientras le gritaba. Pero no respondió. Lo volvà y vi su cara amarilla, con los ojos abiertos y perdidos. Toqué su pulso y no lo hallé. Supe que estaba muerto.
En ese momento vi con el rabillo del ojo a David, quien se acercaba y le grité que no lo hiciera, que se mantuviera lejos y que llamara a los que tenÃa más cerca de él. Movà a Aarón para quitarle la mochila y escuché su respiración, asà que me puse a darle masaje cardiaco, sin resultados positivos. Finalmente acepté que habÃa muerto y traté de cerrarle los ojos, pero no pude, asà que de su mochila saqué una chamarra y le tapé la cara. Luego, subà un poco y comencé a gritar a los dos equipos que se acercaran. El señor Juan BenÃtez y Abraham ya se acercaban; Oliver, Francisco y el sobrino de BenÃtez llegaron después.
El señor Juan BenÃtez lo vio y me dijo que lo mejor serÃa dejarlo ahà y dar parte a las autoridades o nos meterÃamos en problemas. Yo contesté que no, que me llevarÃa a Aarón conmigo. Llegaron los demás y les grité que no se acercaran y que se llevaran a David Hernández al camión. Tomé la mochila de Aarón y se la di a Oliver para que se la llevara. Luego, pedà al señor Juan BenÃtez, a su sobrino y a Oliver que me ayudaran a colocar el cuerpo de Aarón en mi espalda. Lo cargué casi una hora hasta llegar al camión.
NOTIFICACIÃ?N Y PRIMEROS MOVIMIENTOS
Al llegar a RÃo Aguanaval, lo primero que hice fue mandar a Francisco y a Abraham a que los demás no vieran el cuerpo, aunque supieran la noticia. Oliver y yo continuamos en el camión hasta llegar a la capilla del pueblo, donde el misionero pintó una cruz de cal en el suelo y luego colocamos a Aarón sobre ella. Encargó a las mujeres que prepararan un rosario y algunas cosas más. Mientras tanto, yo me hacÃa cargo de los trámites que seguirÃan. Dejé al grupo en manos de José MarÃa González González mientras que junto con Oliver, el comisario de la rancherÃa, el misionero y el señor Juan BenÃtez, fuimos a la rancherÃa más cercana donde hubiera teléfono para notificar al ministerio público de la muerte de Aarón.
Al mismo tiempo, hice una llamada a la Ciudad de México con el objeto de avisar a Manuel Casanova y Adrián Farfán, entrenadores de la Asociación, lo que habÃa pasado.
TRASLADO A FRANCISCO I. MADERO
Por la madrugada, una ambulancia, un camión de bomberos y dos unidades de la policÃa federal estatal, nos trasladaron a todos nosotros desde RÃo Aguanaval hasta la cabecera municipal: Francisco I. Madero. Fuimos alojados en el gimnasio municipal y checados médicamente por el cuerpo de la Cruz Roja. A todos se les puso suero intravenoso excepto a mÃ, que querÃa estar al tanto de lo que ocurrÃa con todos, que estaban muy nerviosos. Asà que pasé la noche yendo de cama en cama y tranquilizando a cada uno hasta que a las 5:20 de la mañana todos estuvieron dormidos. Luego me fui a dormir yo.
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