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Montañismo y Exploración
Yawira Batú

La pared del Gigante, descubierta por exploradores chihuahuenses y descendida por primera vez en 1996, es el objetivo de la escaladora española Cecilia Bruil y el mexicano Carlos García, quienes se pasan varios días acechando la oportunidad para ascender por una vía que se convertiría en la primera en la barranca La Candameña, en el estado de Chihuahua.







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Cecilia se encontraba perforando la pared para la reunión cuando el gatillo del taladro se fundió. Intentamos repararlo sin resultado alguno. A cien metros por encima de nosotros hay un techo que no deja ver el resto de la pared. Por la mañana decidimos con tristeza rapelar los cuatro largos. Al llegar al suelo observamos los petates suspendidos en un extraplomo y me pregunto "¿Podremos continuar? ¿Encontraremos el sistema de fisuras hasta la cumbre?"

Cuando llegamos al río, intentamos comunicarnos a gritos con Chris, ya que las radios no funcionan desde hace cinco días. Andamos río arriba hasta un punto donde aparecía una vereda y resultó un camino de vacas. Después de subir y bajar laderas durante horas encontramos una cueva donde escurría agua. Gota a gota colectamos unos tragos y, mientras tanto, pasa por mi cabeza todo el esfuerzo que hemos invertido hasta ahora, todo lo que ha pasado hasta llegar aquí.

 

En busca de una gran pared

Una estrecha carretera de norte a sur. Conforme vamos ganando altitud, el desierto de la llanura se convierte en bosque. Nos dirigimos a Guachochi en cuyo municipio se encuentra una de las barrancas mas profundas de la Sierra Tarahumara. En ella esperamos encontrar una gran pared virgen más grande que el Gigante.

La barranca de la Sinforosa tiene un desnivel de 1,800 metros. El acceso a ella toma varios días. Estamos a fines de abril y cada vez hace más calor, por lo que decidimos alquilar una avioneta para comprobar la existencia de una gran pared antes de bajar el equipo.

Abordamos el vehículo de aspecto rural, tras un precipitado despegue y cortos minutos de vuelo nos encontramos por encima del cañón e intentamos localizar la pared prometida. Los repentinos giros del piloto parecían cortar las bolsas de aire y por momentos sentía que estaba dentro de una lavadora. Al fondo vemos el Río Verde camuflado entre enormes árboles. El cañón parece escalonado y aunque las paredes son altas no tienen la verticalidad que el Gigante. Bajamos de la avioneta mareados y no muy convencidos de las paredes de la barranca.

Ese día por la tarde decidimos marchar a la barranca de Candameña pues sabíamos que ahí hay muchas paredes por escalar.

Camino hacia el Gigante

La barranca de Candameña pertenece al municipio de Ocampo. Rodeada de pequeñas comunidades que explotan la madera y extraen mineral. Es escenario de numerosas leyendas y mitos locales, por lo que todos la respetan y está poco transitada. La "Sierpe" es uno de los animales fantásticos que la gente dice que habita el lugar. Vive en pozas profundas y en época de crecidas es muy peligroso pasar junto a ellas; puede medir más de seis metros y ahoga a todo ser vivo que se acerca a su morada. Los porteadores prefieren no dormir en el cañón y cuando lo hacen, mantienen viva una fogata por temor a los cientos de víboras que viven ahí (aunque en más de un mes no hemos visto ninguna).

A don Santiago no le importa dormir en el cañón pues lo ha recorrido muchas veces y conoce bien sus caminos. Vive en San Isidro Huajumar y a cambiado las vacas que pastaban en el invierno en la barranca, por turistas que acompaña por los mismos caminos. El fue el encargado de organizar a los porteadores que trasladarían el equipo dentro del cañón.

Bajo los pies del Gigante

Partimos una mañana fresca del mes de mayo rumbo a el cerro de la Yegua, el puerto más corto de entrada al cañón, aunque el más escabroso. Al llegar al río localizamos el campo base donde enormes maples y álamos brindan buena sombra, una fuente cristalina desemboca en una posa, posible morada de la Sierpe. En frente vemos el enorme Gigante, a su izquierda la cascada de piedra volada que cae casi quinientos metros hasta desembocar en el río Candameña.

Los días siguientes nos dedicamos a explorar las paredes que rodean el Gigante, pero la estética de esta enorme pared nos atrajo. La larga línea de liquen amarillo que recorre el espolón izquierdo nos llamó la atención desde el año pasado mientras abríamos Simuchi, pues observamos un claro sistema de fisuras que comenzaba en un gran techo, a trescientos metros de la base. Dedicamos dos días a estudiar la línea a seguir mientras le explicábamos Chris por donde pensábamos pasar para que él pudiera fijar sus cuerdas y fotografiarnos. Concentramos víveres, equipo y agua en la base.

Cecilia comienza el primer largo; la cuerda forma un signo de interrogación, protege entre enormes costras de la roca y por debajo de un inmenso bloque marca la reunión.

El "Paso del Aguila" es una travesía de treinta y cinco metros que cruza grietas introduciéndonos al cuerpo del Gigante: asoma a doscientos cincuenta metros de altura y nos expone al vacío. Dejamos fijo el segundo largo. Tomamos tres días de descanso mientras Chris se dirige a la cumbre para fijar sus cuerdas, los días de descanso resultaban monótonos y aburridos, a no ser por la visita de don Santiago que no desaprovechaba la oportunidad de pescar en la enorme poza. Sacaba de su bolsillo un pequeño anzuelo, lo unía a un hilo y éste a cualquier vara que encontrara en el camino. Me sorprendió verlos regresar con cinco "apariques" en la mano. Nosotros intentamos pescar en los días de descanso y después de pasar muchas horas no logramos ninguno.

Los porteadores recogieron el campamento base el día que nos subimos a la pared. Yumareamos los dos largos y costaleamos. Cecilia traza el tercer largo. La "Zona Minada" es una travesía que pasa entre enormes bloques como cuchillos. Una caída al final del largo sería catastrófica. Aquí pasamos el primer vivac.

"El miedo no anda en burro" es un refrán típico de México. Siento la fragilidad de los ganchos en cada paso mientras avanzo sobre una gran placa roja desplomada. Las fisuras se cierran caprichosamente hasta cruzar una arista. Aquí colocamos el segundo vivac. Por la noche a pesar de que tenemos por encima la protección de un gran techo, la caída de tierra sobre el vivac nos inquieta ante el posible desprendimiento de piedras. Durante algunas horas nos mantiene despiertos hasta que nos damos cuenta que teníamos hambrientas visitas corriendo en busca de la comida en los petates. Incluso pensamos que vivía un ratón dentro de uno y cambiamos toda la comida para mantenerlo a dieta.

El brote del maíz

Por fin nos encontramos de regreso en el cañón. Ascendemos hasta la base de la ruta, esta vez dispuestos a terminarla. Subimos por los cables fijos. Cecilia coloca la quinta reunión, un largo más y salvaremos el enorme techo. Suspendido como araña en el vértice se revela poco a poco el sistema de fisuras. Al terminar el largo me emociona el resto de la pared y confirmar lo que habíamos estudiado con el telescopio. Hacía el sur se observa la silueta de un gorila que reposa su cabeza sobre un colchón de árboles, al noreste la cascada de Piedra Volada. El río Candameña corre de norte a sur serpenteando entre enormes bloques de color naranja pulidos por la erosión del agua. Cuando llego a la reunión grito de alegría al observar la pared amarilla que tenía sobre mí pues sabía que habíamos pasado lo más difícil.

La pradera es más grande de lo que parece. Evitando bloques, Cecilia escala en diagonal a la derecha entre altos pastos que utiliza como agarres (planta-tracción), hasta que encuentra un paso sobre roca vertical. Colocándonos en la tercera parte de la pared.

Por la noche saqué dos botellas de agua, dispuesto a disfrutar una sopa instantánea, al destapar la primera un olor a huevo podrido envolvió el ambiente: el agua estaba echada a perder. Sin opción, la hervimos y aunque persistía el pestilente aroma la usamos resignados.

Una lluvia de tierra cae sobre de mí, mientras Cecilia limpia la grieta y llena sus ojos de polvo. El viento provoca que se forme una nube alrededor de ella. Cierra los ojos como si estuviera sumergida mientras escarba a ciegas. "No veo nada", me dice. En su cara escurren las lágrimas mezcladas con tierra y toda su ropa también está cubierta. Me pide unos gogles amarillos que bromeando compramos en último momento y se los pone satisfecha. "Sigo sin ver", se ríe, "pero por lo menos ya no lloro". Y continua el sucio trabajo hasta instalar la reunión.

Pasamos dos días tranquilos avanzando a buen ritmo hasta llegar a la reunión trece. Dos tornillos de un cuarto de pulgada y un friend sostienen nuestro vivac. Esa tarde invitamos a Chris a comer una pasta instantánea y a disfrutar del atardecer en la hamaca. Con cierta duda pregunta la resistencia de los tornillos: "Seiscientos kilos como mínimo", le respondemos. "El rivet hanger se ve un poco fino pero parece que aguanta." Comentamos confiados. Un grito interrumpe la conversación, es Kiko un guía de las Estrellas que está encargado de ir a Piedra Volada para tener contacto con el exterior por medio de radios que no funcionan. Le gritamos que estamos bien. A lo lejos una mancha diminuta se esconde tras la colina.

Chris también se despide y cuando se dispone a yumarear de repente se nos cae el suelo de nuestra reunión y quedamos suspendidos por debajo. Chris está colgado de su línea y nosotros del resto de la cuerda unida a la estación. Todo cuelga de la hamaca. Sólo perdimos el botiquín y las fotos. El rivet hanger se rompió y ahora tenemos que montar nuevamente el vivac.

Todavía nerviosos, al día siguiente Cecilia comienza el largo. Un enorme desprendimiento que se escucha más de un minuto por el rumbo del macizo de la Giganta. Esto nos inquieta y pone alertas. Después de poner tres "aliens" debajo del techo, decide colocar un clavo. El techo aunque parece sólido suena hueco. Al martillar el clavo, un bloque bajo el que están colocados dos "aliens" se desprende. Cecilia cae y sostiene la masa de roca que ha quedado en la cuerda que une la reunión, evitando que caiga en la hamaca o sobre mí. Me levanto y lo arrojo al vacío, nos preguntamos si tiene algo que ver el número trece aunque no somos supersticiosos . Es el segundo vivac trece en el que tenemos incidentes con el Gigante. De momento lo que queremos es salir de aquí, por lo que Cecilia con cara de angustia continua el largo lentamente.

Después de dos días y tras nueve en pared nos encontramos a cincuenta metros de la salida, donde instalamos el último vivac. Es el más espectacular de toda la vía. Se ve el cañón en toda su longitud y Piedra Volada parece pequeña en comparación de todas las moles que le rodean. Vemos los pies del Gigante a casi un kilometro de distancia. Estamos contentos pues sabemos que mañana terminará nuestro viaje y disfrutaremos de nuevo el mundanal ruido.

El último largo parece sencillo. Sólo tiene algunos niños fáciles de rodear por lo que empiezo tranquilo y dispuesto a terminar rápido. A medio camino me encuentro con una gran cueva. En el suelo descansan enormes bloques en equilibrio. Una chimenea asciende sobre la cueva. Sin pensarlo dejo el material y trepo en oposición. Cuando estoy a diez metros del suelo miro los bloques debajo de mí y me estremezco de miedo. Sin posibilidades de volver atrás, pongo un "rivet hanger" mientras observo con temor la larga distancia hasta mi último seguro. Tras unos gancheos y un pequeño off width alcance la última reunión. Sólo nos quedaba un peligroso scrambling entre bloques y vegetación, que nos lleva hacia el corredor de salida.

Nadie nos esperaba en la cima. Eran las doce del medio día y necesitábamos un transporte para salir de la zona. Celebramos con Chris el ascenso con la poca comida que tenía en su campamento. A falta de un mejor sitio para dormir nos subimos a la cumbre y así disfrutar de un hermoso amanecer.

Kiko llega pronto por la mañana acompañado de otro chico de la sierra. Estuvo pendiente durante todo el ascenso, ayudó a Chris en la instalación de los rapeles y en el transporte del equipo. Su entusiasmo por la escalada se notaba por la atención que ponía en nuestras anécdotas.

Descendimos por el Espinazo del Diablo. Conforme pierdo de vista la barranca de Candameña pasa por mi mente todo el esfuerzo y entrega que hemos dedicado estos dos años. Una vez más la magia del cañón nos impregna de su vasta energía, dejándonos recorrer el enorme cuerpo del Gigante.

Facilidades

Lo básico

Tipo de cambio (12/99): 1 USD = 9.40 Pesos
Lengua: Español
Clave del país: 52
CD. De México: 5
CD. De Chihuahua: 14

Tránsito

Puerto de entrada: Ciudad de Chihuahua a Basaseachi. Existe transporte aéreo y terrestre desde las principales ciudades del país hasta Chihuahua, de donde parten 3 autobuses al día con destino a Hermosillo.

Destino

La barranca de Candameña es uno de los cañones más accesibles de la Sierra Tarahumara. Ahí se encuentran dos cascadas muy altas: la de Basaseachi, con 247 metros, y la de Piedra Volada con 487 m. Estas caídas de agua corren entre grandes paredes de roca volcánica. La región posee una vasta zona con potencial para la escalada artificial de gran pared. El Gigante, macizo de 900 metros verticales, cuenta actualmente con dos rutas. En el rancho San Lorenzo una zona de escalada deportiva con mucho potencial de equipamiento.

Temporada

Febrero a junio. Posibilidad de nevadas en febrero y marzo. En otoño puede ser difícil cruzar el río para ir al Gigante y puede hacer frío. Después de lluvias la roca esta suelta. No recomendable los meses de julio hasta diciembre.

Alojamiento

Rancho S. Lorenzo, en Basaseachi. Cabañas por 20 dólares por noche. Tienen baño, agua caliente, cocina y camas. Zona de acampar 10 dólares por día con duchas y baño. Reservaciones: (14) 146046.

Villa alpina. Cabañas por 40 dólares por noche, con un máximo de 4 personas con baño, agua caliente, camas y sin cocina. No hay zona de campamento. Reservaciones: 01 (14)164013.

Comida
En la ciudad de Chihuahua se encuentran grandes supermercados con variedad de productos; recomendamos el queso menonita. En Basaseachi se encuentran alimentos básicos; cuenta con teléfono, algún restaurante y gasolina a 13 kilómetros de Las Estrellas.

Equipo
Material: Trae todo contigo, especialmente si vas a abrir ruta. Abunda el artificial técnico. Porta-ledge obligatorio. No hay tienda de montaña en Chihuahua.

Campo base
Frente al Gigante hay pequeños claros donde acampar. No olvides sacar tu basura fuera del cañón. Agua potable en manantiales pero es necesario el uso de yodo. Caída de piedras en las bases de las paredes.

Guías y porteadores
Francisco Saénz (Kiko) en Las Estrellas
Santiago Pérez en San Isidro Huajumar.




 



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