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Montañismo y Exploración
La decisión
29 diciembre 2000

Sí, es cierto que ya había pasado lo más difícil y que lo demás era cuestión de tiempo pero ¿para qué subir si la esencia del montañismo es el compañerismo?







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Por la noche, mientras escribía en mi bitácora en una mesa del albergue del CREA, veía las olas más pequeñas rizarse con el viento. "Es tiempo de nortes", me volvieron a decir. Revisé mi bitácora página tras página. El día que empezamos en Chetumal hubo norte. Cuando llegamos a Xcalac, lo hicimos con norte... Más de la mitad del recorrido lo había hecho con norte. Los pescadores y marinos decían: "más adelante no vas a tener tierra que te proteja y el norte te va a dar de frente."


¿Era sensato continuar? Aunque me faltaba unos kilómetros para terminar el Caribe, el llegar a Cancún se había convertido en un símbolo porque esa era la última ciudad. Más allá no había "nada", según me dijeron. Y "nada", con norte y sin tierra que pisar (si fuera manglar, por ejemplo) era una palabra que no me atrevía a experimentar en carne propia.


Habíamos planeado mu-cho tiempo esta nave-gación y se había con-vertido en un proyecto ambicioso de navegar todos los mares de México. Prácticamente, el Caribe estaba finalizado. En otra etapa seguiría el Golfo de México. Pero ¿y la península de Yucatán? ¿Y los patrocinadores? ¿Y...?


Era tiempo de tomar decisiones importantes pero estaba tan cansado que lo hice hasta el día siguiente, cuando estuve descansado y comido. Fuera, el viento seguía rizando las olas: era tiempo de suspender temporalmente el proyecto. En abril podría volver y terminar hasta Campeche, hasta Ciudad del Carmen, hasta donde pudiera, pero libre de nortes, con más experiencia, más descansado y —más importante—, con un compañero.

















A estas alturas, después de tantos relatos solo, se podría pensar que me había adaptado fácilmente a esta condición que me era igual estar así que con un compañero. Hacer algo en solitario no es tan sencillo como parece. Hay gente que lo logra. Yo lo he hecho en varias ocasiones y en diferentes medios. Pero siempre he extrañado a un compañero con quien compartir todo lo que vi, con quien platicar. Un compañero, pues. ¿Tenía sentido seguir adelante sin un compañero? En 1974, meses antes de abrir "Las Hormigas", una ruta de escalada en la Coconetla (cerca de la Ciudad de México) que ahora es clásica, había subido solo por una ruta y llegado a media pared, a más de cien metros de altura. Quería llegar a la cumbre solo. Pero cuando estuve bajo la segunda pared todo me pareció inútil. Sí, es cierto que ya había pasado lo más difícil y que lo demás era cuestión de tiempo pero ¿para qué subir si la esencia del montañismo es el compañerismo? Entonces di la vuelta y bajé.


Esta vez me sentí igual. No tenía caso seguir. Ni por seguridad ni por gusto. El proyecto continuaba, ciertamente, pero sería para después. Mientras tanto, habría mucho que aprender.







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