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Montañismo y Exploración
La alpinista K. Wheelock presentó el testimonio de su triunfo en el McKinley
28 junio 2000

Lista para su siguiente montaña
Una aventura fascinante







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Rogelio Hernández Huerta

El privilegio o el lujo de pisar las nubes, acariciar el firmamento y sólo tener escasos minutos de penumbra, y más de 23 horas de luz para apreciar lugares y colores increíbles, así como dominar con la mirada casi la totalidad del mundo. Son las “pequeñeces” que la alpinista mexicana Karla Wheelock, compartió con un puñado de desposeídos comunicadores, mediante transparencias, que para ella valen oro.

“Estos son mis documentos probatorios, que cumplí y que coroné el Monte McKileny, con rachas de viento de 70 kilómetros por hora y menos de 30 grados Celsius”, dice la joven señora.

Y es que Karla, sí ha llegado a esa aventura inventiva del romántico poeta, que sólo valiéndose de su imaginación puede darnos lugares increíbles de lo que sucede allende nuestra posibilidad de traslado.

“Aquí están mis sentimientos, plasmados en estas imágenes reales… quiero transportarlos a Alaska, en la cumbre que parece fácil, pero hay que tenerle mucho respeto para poder llegar a la cúspide, y más que eso, poder bajar y comentarles cómo sucedió”.

Sus ojos azules enmarcan su relato… “Veía el sol, se metía y en 20 minutos lo veía salir al otro extremo de la montaña. Hubo un momento en que tanto a la luna como al sol los tuve a mi alcance”.

El pequeño cuarto del Club Alpino de México fue insuficiente para su conferencia, pero abrigador porque no tuvo que gritar o usar micrófono para dar sus vivencias y meter de lleno a los profanos en estos menesteres y que sólo deportistas profesionales y honestos en sus encumbrados, se sienten orgullosos de estar en el techo del mundo.

Ayer la joven señora Karla Wheelock demostró una vez más que sí ha llegado a las metas que se compromete.

“¡…Aquí estoy con la bandera mexicana, cuando después de una gran travesía llegué a la cima, a 6,193 metros de altura!”. Dijo emocionada después de haber presentado una serie de diapositivas de toda esta aventura con seis integrantes del equipo, y del cual sólo tres pudieron llegar.

El neocelandés Matt Woodward y el australiano Jeff Georffe, de quienes se expresó con mucho respeto, uno de ellos es como su “boleto” de la buena suerte.

Y en efecto, en estas pruebas, narró desde su llegada a Alaska hasta ser transportada en una pequeña avioneta.

“El equipo —señalaba con el dedo la fotografía— en los primeros kilómetros de ascenso lo tuvimos que remolcar jalándolo en un trineo, todos fuimos en encordados (sic), las grietas eran amenazantes y peligrosas, una travesía de cinco campamentos.

Una gran experiencia

Karla mencionó que todo el tiempo estuvo en contacto vía telefónica celular, con su esposo Iván Loredo: “Siempre me dio ánimo”.

“Conquisté la montaña más fría que he subido, pues soporté ráfagas de viento desde 30 hasta 145 kilómetros por hora”. En tanto, las fotografías daban cuenta de esa hazaña coronada la semana pasada.

“Jamás en mi vida había enfrentado vientos tan fuertes como los que se registraron en los días del ascenso, sentí la furia de las ráfagas que alcanzaron los 140 kilómetros por hora y que nos obligó a esperar hasta por cinco días una ventana de buen tiempo para hacer cumbre, hacía tanto frío que mi oreja izquierda estuvo a punto de sufrir un congelamiento, o el de los dedos de  un australiano por no usar el guante adecuado”.

Karla aprovecha para criticar a algunos expedicionarios, que retan a la cumbre sin ser verdaderos expertos en la materia.

Esta fue la tercera montaña de las llamadas Gand Slam, luego del Aconcagua, en Argentina, de 6,962 metros de altura, y del Everest en Nepal, de 8,880 metros (sic).

“Llegué hasta la cumbre, no miento, aquí están las pruebas”, decía emocionada.

Las preguntas seguían conforme ella mostraba la colección de fotografías: “La cara me la quemó el viento helado, pero valió la pena, pues conquisté la cumbre el 15 de junio a las 22:15 horas.

“Definitivamente —aseguró— ésta ha sido una gran escalada, la cual me ha servido de gran experiencia en mi carrera por el Grand Slam. Allá en el McKinley la temperatura era de menos de 28 grados, más las ráfagas de viento bajaban el termómetro a casi 50 grados, tuvimos que hacer bloques tipo iglú para evitar que el viento desgarrara nuestras tiendas de campaña”.

Y orgullosa dice: “Aquí estoy levantando la bandera de México… Ahora voy por las cumbres del Kilimanjaro (5,895 m), en Tanzania, para septiembre próximo, y tres meses después buscaré el monte Vinson (4,897m.), en la Antártida”.

Y hace una pausa: “Por cuestiones técnicas y de logística, atacaré primero el Elbrus (5, 029m), finalmente está contemplado el Carstenz (5,029m., sic), en Nueva guinea, así cumpliré las 7 cumbres del Grand Slam”.

Karla, de 32 años de edad, fue la primera mujer latinoamericana y nacional en lograr la cumbre del Everest, por su vertiente norte. ¡Felicidades!


Excélsior
Junio 28 de 2000



 



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