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Montañismo y Exploración
EN TIEMPOS DE TABÚES

El 4 de mayo de 1980, aproximadamente a las 17:00 horas, Hugo Saldaña y Alfonso Medina dejaron de ser vistos porque una nube los ocultó a la vista de sus compañeros en el ascenso a la cima del Yalung Kang …







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El 4 de mayo de 1980, aproximadamente a las 17:00 horas, Hugo Saldaña y Alfonso Medina dejaron de ser vistos porque una nube los ocultó a la vista de sus compañeros en el ascenso a la cima del Yalung Kang (8,420 metros), una de las cinco cumbres del Kangchenjunga. Según los informes del sherpa Chong, Hugo estaba ya en la cumbre mientras Alfonso subía a ella unos treinta metros por debajo. De esta manera, se convirtieron en los primeros mexicanos que alcanzaran una cima de esta altitud dentro, además, de una expedición completamente mexicana: la primera al Himalaya. A veinte años de distancia de esa primera expedición a la cordillera más ambicionada por los montañistas, es difícil hacerse a la idea de lo que esa expedición y el logro de Hugo y Alfonso significaron para el montañismo universitario y nacional.

Ubiquémonos en la época: en la década de los años setenta, una cordada de tres escaladores mexicanos del CEMAC (Club Exploraciones de México, A. C.) habían escalado la Triple Directa, en el Capitán. Eran los primeros mexicanos que ascendían a esa pared. Después de ellos, innumerables cordadas de todos los grupos incursionaron en la pared pero nadie pudo terminarla. Así, para 1978, la pared se consideraba "inescalable" por mexicanos, incluso por escaladores de alto nivel.

Hugo Delgado, uno de los participantes de la expedición al Kangchenjunga Oeste (el Yalung Kang), mencionaba: "Recuerdo el comentario de un montañista que había sido muy renombrado en 1970-1975, hecho justo antes de que partiéramos al Kangchenjunga: «No la van a hacer porque el mexicano no puede llegar a los ocho mil metros sin desplomarse: estamos desnutridos. Si los norteamericanos o los europeos que están bien alimentados, más corpulentos y altos, desfallecen, ¿qué pueden esperar los "chaparros" mexicanos?» [...] Muchas personas habían asegurado que ni siquiera se llegaría al campamento base, otros que no se sobrepasarían los siete mil metros."

Así, el ambiente montañista en que la expedición partía a Nepal estaba sobrecargado de tabúes de todo tipo, parecidos a los que en todas épocas han aparecido alrededor de las montañas y que después fueron rotos. Uno de esos tabúes era precisamente el Himalaya, pues en muchas ocasiones se había formado un Patronato Pro-Everest o Pro-Himalaya (en cualquier caso se trataba de asediar a la montaña más alta del mundo casi de la misma manera en que lo hicieran los ingleses en 1922) y nunca había pasado de proyecto y algunas excursiones de entrenamiento. Sin embargo, el comentario anotado no dejaba de tener mucho de envidia, como apunta Messner: "Cuanto más éxito tenía como alpinista, más expediciones podía costearme, pero también crecían la envidia y la rivalidad entre los «compañeros de montaña». Quien escala con entusiasmo y sueña con el Himalaya no puede menos de entristecerse o encolerizarse al ver que otro viaja una docena de veces allí donde él mismo quisiera ir tan sólo una vez en su vida."

Sin embargo, pese a todo comentario negativo, la expedición que celebraba el 50 Aniversario de la Autonomía Universitaria, llegó a la base de la montaña y dos de sus miembros alcanzaron la cumbre, además de recibir el reconocimiento de la expedición del Dr. Karl Herrligkoffer por el armado de la montaña, que ellos mismos utilizaron posteriormente.

Hugo y Alfonso no regresarían de la cima y si se sabe que llegaron a ella es por el testimonio del sherpa Chong, quien los acompañó en el ascenso pero desistió por tener los pies helados. El suceso marcaría al montañismo universitario de una gloria empañada por un luto que no termina, Hoy los recordamos a ellos como los primeros mexicanos que llegaron a una de las cumbres más altas del mundo, pero también es justo reconocer ahora y de aquí en adelante a aquellos que no llegaron arriba pero participaron también, en primer lugar a Manuel Casanova, el líder de la expedición y corazón y motor de la Asociación de Montañismo de la UNAM. Junto a él, Antonio Cortés Avila, Hugo Delgado y Lucio Cárdenas vivieron en la montaña por semanas para lograr el sueño de tantos mexicanos y que pocos creíamos posible.

Y también, ¿por qué no?, a todos aquellos que no fuimos pero que pasamos horas y noches en una bodega empaquetando comida y equipo mientras nuestros compañeros entrenaban o hacían cosas más importantes. El espíritu de equipo de nuestra Asociación fue lo más importante para lograr que la Expedición al Kangchenjunga fuera una realidad. A todos aquellos que estuvieron involucrados entonces, muchas gracias por ese enorme paso para el montañismo nacional. Hugo y Alfonso eran amigos de todos nosotros.


LA PRIMERA MUJER EN BAJAR AL SÃ?TANO DE GOLONDRINAS

En 1977, el Sótano de las Golondrinas, en San Luis Potosí, era conocido sólo por algunos pocos mexicanos. Algunos ya habían hecho el descenso, pero eran contados. Y en ese sótano se presentó el primer grupo de espeleología de la Universidad para hacer el descenso hasta la grieta terminal. Fue entonces cuando Isabel Vivián, mujer de 20 años que entonces estudiaba en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, se convirtió en la primera mujer en hacer el descenso al Sótano, inmersa también en ese ambiente de mitos y leyendas que establecían muchos tabúes. Isabel rompió uno de ellos. Después viajó a la selva Lacandona con algunas mujeres y también hizo el primer ascenso femenil al Peñón Blanco de Covadonga, en Durango, junto con dos compañeras.

Isabel se nos ha ido. Su imagen de montañista entusiasta nos acompaña ahora que el mismo Sótano de las Golondrinas está siendo objeto de un proyecto turístico agresivo al medio y a las aves que ahí viven. Descanse en paz.


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