RESERVA DE LA BIÓSFERA EL CIELO
10 marzo 1999
Acaso la única desgracia sea que con ese bosque tan espeso la luz disminuye a tal grado que es difícil hacer fotografías y, en cambio, aparecen nuestros viejos conocidos de todos lados: los mosquitos que se pegan a la ropa impregnada de sudor y que se lanzan como consumados suicidas a los ojos, a los oídos, a todas partes…
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EXTRAVIARSE EN LA SIERRA
Fue un dÃa con mucha niebla y tuvimos que andar muy juntos unos de los otros para no perdernos de vista. Cruzamos un pequeño cañón lodoso por donde corre, cuando tiene agua, el Arroyo de los Lobos, lleno de piedras cubiertas con una pátina verdosa que hacÃa resbaloso todo el camino. Era impresionante y fotogénico, pero no podÃamos detenernos porque sabÃamos que el camino iba a ser largo. Nos habÃamos dirigido primero al rancho Las Tinajas Cuatas y ahora Ãbamos rumbo a Joya del León, en las estribaciones occidentales de la sierra.
El señor Emilio Barroso iba por delante montado en su macho y esa era otra de las razones, la principal, por la cual no podÃamos detenernos, ya que si lo perdÃamos de vista, perderÃamos también bastante tiempo en hallar el camino y aunque con una brújula y un buen mapa no podÃamos extraviarnos, siempre existe una gran diferencia entre no estar perdidos y conocer los caminos de la sierra, sobre todo ahÃ, donde el camino era más imaginario que visible por la vegetación que lo cubre todo y donde hasta las patas del macho tenÃan que andar con cuidado para encontrar un apoyo firme.
El terreno, aparte de espinoso, era tan uniforme y tan monótono que uno podÃa perderse sin mucha dificultad. En un momento dado, don Emilio se detuvo y amarró su cabalgadura. "Hay que esperar a los demás", dijo. "Los demás" eran dos de los muchachos que venÃan atrasados. Media hora después, Alvaro y yo regresamos sobre el camino para buscarlos porque no habÃan llegado.
Nuestros gritos se repetÃan con ecos, como liebres saltarinas entre tanto arbusto espinoso cubierto de niebla. Después de mucho tiempo los hallamos bastante lejos. HabÃan tomado otra dirección porque no habÃan visto la vereda y habÃan seguido nuestros gritos para llegar a nosotros. "¡Es horrible sentirse perdido!" Se habÃan quedado en un mundo homogéneo que parecÃa todo igual, como en las grandes praderas, y era difÃcil llamar vereda a eso por lo que habÃamos andado.
El lugar donde don Emilio se habÃa detenido habÃa sido un campamento de forestales en donde mucha gente de todos lados de la sierra y de varios municipios se asentó temporalmente para apagar un incendio de grandes proporciones. A ese lugar que habÃa sido hogar de llamas intensas era adonde entonces Ãbamos a entrar.
EN EL BOSQUE DE LOS Ã?RBOLES QUEMADOS
El lugar era impresionante, un gran cementerio de grandes esqueletos negros por el humo estaban dispersos por todos lados, de pie todos y apuntando a las nubes que rociaban desde hacÃa minutos los arbustos de hojas duras y rasposas que se encorvaban con el peso de plantas amarillentas o naranjas que crecÃan sobre ellos. El conjunto de vegetales muertos por el fuego, chaparrales amarillentos, neblina y llovizna que habÃa comenzado hacÃa unos minutos, y los grandes pozos que tenÃamos que bordear como cráteres intensos que conducÃan hasta quién sabe qué profundidades de la tierra, eran el escenario que más bien parecÃa sitio de encantos y duendes. O de una historia interminable. Ahà nos despidió don Emilio.
"Cuando regresen saben que en mi casa tienen su pobre casa." "Nada de pobre, don Emilio, que cuando en una casa hay un amigo, ésa es la más rica." "Pues aquà los esperamos para cuando quieran regresar." "Muchas gracias. Y si no podemos volver, yo me llevo a Joya de Salas aquà y aquà (y señalé mi cabeza y mi corazón)."
El camino hasta Joya del León subÃa y bajaba y aunque era mucho más visible que todo lo que ya habÃamos pasado, se perdÃa entre los arbustos o el incendio lo habÃa borrado por tramos, se escondÃa y serpenteaba como una vÃbora escurridiza. Una ocasión nos dimos cuenta que caminábamos en dirección contraria y desde entonces no dejábamos de checar la brújula y de mirar hacia todos lados buscando todos los caminos posibles. Al atardecer, empapados y cansados, llegamos a Joya del León.
HACIA JAUMAVE
El descenso hacia Jaumave fue lento. ¿Qué más habÃa que hacer que dejarse ir y frenar con la pendiente? ¡Ah, sÃ! Cuidarse de las espinas de esas plantas de desierto. SÃ: nuevamente la vegetación cambiaba hasta llegar a ser, allá en lo bajo, de zonas áridas. HabÃamos comenzado en el trópico y, varios kilómetros después, terminábamos en un semidesierto. ¿Terminábamos? No. El descenso a Jaumave representaba sólo el lugar donde terminarÃamos el cruce de la Reserva de la Biósfera El Cielo. Sólo eso, porque la Sierra Madre Oriental se extendÃa hacia el noroeste y debÃamos ir. Pero no sólo "porque está ahÃ", sino porque mientras más caminos recorriéramos, más personas conocerÃamos y más nos acercarÃamos a los hombres, porque la tierra no es nada sin ellos, sin los habitantes de la tierra.
NOTAS SOBRE LA RESERVA ECOLOGICA "EL CIELO"
La Reserva de la Biósfera El Cielo está ubicada en la Sierra Madre Oriental, en una porción que se conoce como Sierra de Cucharas o Guatemala. Su extensión es de 144,530 hectáreas, de las cuales hay algunas regiones "de amortiguamiento" que resguarda a las diferentes zonas de la Reserva del impacto exterior. La zona fue decretada oficialmente Reserva de la Biósfera el 1º de julio de 1985 y se publicó 12 dÃas después. Esa extensión abarca los municipios de Llera (12%), Gómez FarÃas (15%), Ocampo (16%) y Jaumave (56%).
Sus coordenadas geográficas son, aproximadamente: 22º 55' 30" a 23º 25' 50" de latitud norte y 99º 95' 50" a 99º 26' 30" de longitud oeste. Sus lÃmites son: al norte, el rÃo Chihue; al sur, con Ocampo; al oriente, con el rÃo Sabinas y el nacimiento del rÃo FrÃo; al occidente, con la zona semidesértica de Tula y Jaumave. Dentro de la Reserva habitan aproximadamente 2,500 personas y a muchas de ellas todavÃa no se les ha notificado qué es ni para qué sirve una Reserva Ecológica aunque saben que la protege el gobierno y por ello están temerosos de que se les quiten las tierras donde han vivido desde toda su vida y desde hace varias generaciones. Se puede conseguir mayor información en la oficina de Turismo del Estado.
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