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Montañismo y Exploración
Montañismo para clientes
10 marzo 1999

En el número anterior colocamos una observación hecha por Manuel Cabanillas, uno de los integrantes del foro Aconcagua, donde originalmente se suscitó el comentario: …la polémica de las expediciones comerciales algo que, según mi modesta opinión, nadie podrá ya detener. …







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En el número anterior colocamos una observación hecha por Manuel Cabanillas, uno de los integrantes del foro Aconcagua, donde originalmente se suscitó el comentario:

...la polémica de las expediciones comerciales algo que, según mi modesta opinión, nadie podrá ya detener. Los tiempos heroicos en los que había que ir buscando dinero para preparar una expedición a una montaña de 8000 metros, están finalizando y muy pronto la ascensión al Everest o a otra de las altas montañas podrá contratarse en el mismo país e incluso al pie del objetivo al que, no lo duden llegara la llamada "civilización" con todo el desembarco que ella representa. ¿Alguien lo ve diferente?

En pocas líneas, Manuel ha trazado con agudeza una línea de pensamiento que divide al montañismo clásico con el comercial. Para poder vislumbrar lo que se ha querido decir, sólo basta asomarse a aquellos sitios donde antes se escalaba con tranquilidad y en casi completa soledad y que ahora son muy frecuentados por un número creciente de escaladores. ¿Qué es lo que ha pasado?

La Revolución Industrial dio un amplio margen de ocio para que ciertas clases sociales pudieran dedicarse a otras actividades. No por nada el conquistador del Matterhorn (o Cervino) fue Edward Whymper, inglés. Lo mismo que sucedió entonces a Whymper le sucede ahora a cientos de personas gracias a las múltiples revoluciones que se producen en el mundo y que permiten, también, que gocen de ese tiempo para ocio. Las conquistas de las grandes montañas del mundo nunca se hubieran podido realizar si no hubiese ese tiempo libre.

Sin embargo, el ocio en las décadas anteriores era sólo de índole personal mientras que ahora hay toda una empresa internacional que explota ese ocio de diversas maneras. El "turismo de aventura" es una de ellas. También en el número anterior hicimos una breve exposición acerca del concepto "aventura" y lo que representa o puede representar para cada grupo de personas.

Lo que nos queda claro es que las expediciones de cualquier nivel de dificultad podrían realizarse a casi cualquier montaña pues para eso la tecnología provee de materiales y equipo especializado y los pobladores del pie de las montañas pueden funcionar eventualmente como los verdaderos montañistas que asciendan a las cumbres arrastrando detrás de sí a sus clientes, que hayan pagado sumas exorbitantes por pisar un sola cumbre.

Pero debemos dejar en claro que ese "casi" deja un margen, al menos en la actualidad, para muchos accidentes y un cambio de mentalidad que va del espíritu montañista al simple intercambio comercial. Para ello cito un ensayo de Oliver López Corona, que tituló Ética.

Everest, la voluntad a prueba es el título de un libro escrito por Hugo Rodríguez, producto de su ascensión al Everest. No es del contenido general del libro de lo que quiero hablar, sino sobre una parte de él: durante el ataque a la cima, se relata la negativa de un sherpa para intercambiar un tanque de oxigeno por otro que se encontraba en un posición inferior cercana, pero a la cual Hugo Rodríguez no podía regresar, diezmado por la altura y el esfuerzo.

Me fue particularmente molesto ver que éste individuo [el sherpa] fuera tan intransigente y, sobre todo, me alarmó darme cuenta que la seguridad de un compañero de montaña le fuese tan indiferente. No obstante, me tranquilizaba la idea de que entre montañistas esto no se daría, más la duda se apoderó de mí y decidí investigar un poco al respecto. Leí algunas otras publicaciones, vi películas del tema y sobre todo platiqué con gente muy experimentada en el deporte y lo que encontré fue una laguna ética dentro del montañismo. Fue triste descubrir que los montañistas se preocupan poco de los demás montañistas, aunque existen muchas excepciones. En alta montaña se ve con frecuencia a alpinistas abandonados por sus compañeros de equipo para conseguir la cumbre. Aquí, llegamos a un punto sumamente polémico: ¿debe un alpinista abandonar su intento de cumbre para socorrer a otro montañista en apuros, aún cuando éste no fuere de su expedición?

Oliver habla siempre del ejemplo que antepone en el Everest y está indignado porque tiene presente el montañismo clásico en donde la camaradería y el altruismo se anteponen, en la mayoría de los casos, a la consecución de una meta. Sin embargo, habría que ver el otro lado de la moneda: el sherpa también tenía el derecho de negarle el tanque de oxígeno, pues finalmente era de él. O de su compañía, que para el caso sería lo mismo. No era su "compañero de montaña" y tampoco su cliente, lo que le daba la razón para negarle el tanque de oxígeno.

No es ocioso preguntarse qué tanto está cambiando la mentalidad del montañismo a partir de la llegada de los "clientes" ante los cuales se debe quedar siempre bien. Por supuesto, ellos no son los que adquieren el grado de aprendizaje que tiene un verdadero montañista, pero es indudable que ello no les importa, pues llegan a llevarse un pedazo de mundo y de emoción de ésos que cuestan mucho dinero por tan sólo un rato y si a ello añadimos que quien asciende casi siempre debe rendir cuentas a patrocinadores que han invertido en él (o ella) una cantidad importante de su presupuesto anual para publicidad, el resultado se torna todavía más oscuro. Para el montañista "clásico" lo importante es luchar por lograr por sí mismo ese pedazo de mundo y si bien esa lucha llega a ser muy dura, siempre es mucho más barata en términos de aprendizaje.

Hablar de montañismo profesional y montañismo amateur es un tema que no se ha tocado todavía en muchos círculos y tocarlo no tiene nada que ver con cualquier deporte de cancha, pues ahí se trata de ganar un partido mientras que en la montaña, además de ganar o perder una cumbre, se está cambiando un estilo de vida que ahora tiende a la deshumanización.

Lionel Terray, alpinista profesional porque se ganaba la vida guiando clientes a montañas de diferente dificultad, habla frecuentemente de sus escaladas "amateurs", en las que no tiene que rendir cuentas a nadie sino a sí mismo. Es fascinante ver el desarrollo de una ascensión no interesada en el resultado publicitario. Reinhold Messner menciona que

Los sherpas están haciendo mucho el trabajo peligroso para los clientes —como ejemplo, pasando a través de la cascada de hielo cien veces, cargando bultos—. Los clientes pasan sólo una vez, sin carga y llegan a un campamento preparado. No saben lo que es la verdadera escalada o el verdadero alpinismo. Es mucho más difícil para un grupo pequeño, con sus propios medios, hacer un 6,000 en un lugar desconocido, que ir a una escalada guiada al Everest. Y se aprende más. Se aprende que uno es limitado. Hay clientes que llegan sintiendo que hicieron el Everest, pero no aprendieron nada...

El espacio para la clientela es cada vez mayor y es muy probable que los clientes no aprendan nada en una ascensión, pero la pregunta básica planteada no es esa ganancia de algo intangible a los clientes (salvo monetariamente), sino el qué tanto está cambiando la mentalidad de los montañistas (no los clientes) esa cantidad de clientela siempre creciente que está formando un mercado con algo que para muchos sigue siendo "espiritual". Lo importante es no confundir un mundo con el otro y entonces lograr un hábitat nuevo gente que no luchará por la cumbre por sí misma.



 



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