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Montañismo y Exploración
Entre la vida y la ciencia
25 mayo 1999

He elegido nuevamente a Henry David Thoureau para el ideario de este número, aunque lo mismo pudo haber sido Séneca o uno de tantos otros. Trata de remarcar el interior de un hombre atrapado a mil metros bajo tierra con …







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He elegido nuevamente a Henry David Thoureau para el ideario de este número, aunque lo mismo pudo haber sido Séneca o uno de tantos otros. Trata de remarcar el interior de un hombre atrapado a mil metros bajo tierra con otros hombres por una crecida. Es agosto de 1982 y Carlos Lazcano se encuentra en la Sima Berger, con lo que se convierte en el primer mexicano en pisar esa profundidad.

Recordemos el apunte hecho en el número pasado acerca de los récords y las palabras largas para recordarlos. El caso de Carlos Lazcano es diferente al de Elsa Ã?vila por dos razones. La primera es que no se trataba de una expedición donde se hubiera pagado una enorme cantidad por llegar al objetivo. El montañismo (en este caso: la espeleología) comercial, no está presente, lo cual lo salva de ese estigma.

La segunda razón es que en ese año, los espeleólogos mexicanos usaban técnicas muy atrasadas en comparación con Estados Unidos o Francia. La invitación que recibiera la Asociación de Montañismo y Exploración de la UNAM para que dos de sus miembros participaran en una expedición internacional a un menos mil (lo que equivale a un ocho mil en alta montaña), tiene un significado claro: había que aprender técnicas y sólo se podía hacer yendo a los grandes abismos con quienes sí conocían las técnicas.

EL resultado fue asombroso. Después de esa expedición, la espeleología universitaria y nacional se elevó a un rango muy importante. Los trabajos realizados en la Sierra Gorda por los universitarios no son llanamente trabajo como tiempo, sino trabajo en equipo. Carlos Lazcano y Guillermo Mora regresaron con lo que aprendieron en Francia y enseñaron. En cierta medida, a ellos, pero en especial a Carlos, se les debe que la espeleología haya dado un salto de varias décadas en pocos años.

Además, elegí a Carl Sagan (también para el ideario) porque si bien no habla de montaña, habla directamente de la ciencia y de la manera como hay que abordar los problemas del mundo para resolverlos y no caer en la falsedad de otras muchas interpretaciones que son erróneas. ¿Por qué este comentario? También, por dos razones (por el momento): la primera es que Juan Montaño Hirose, uno de los miembros del Grupo Espeleológico Universitario que bajó al Sótano Akemati recientemente, presenta un trabajo titulado "Sistemas de iluminación en espeleología". Es un trabajo arduo que requirió, a todas luces, de mucho tiempo para fraguarse.

Los sistemas de iluminación no son exclusivos de espeleología y por lo tanto deberíamos interesarnos en conocer tanto de ellos como de cualquier otro asunto cotidiano, si no es que más. Con luz se disipan los demonios que pueblan nuestros mundos interiores y en nuestro caso, es un artículo de vital importancia. Quienes estemos fuera, podemos esperar al amanecer (a veces ni eso), pero aquellos que se introducen unos metros bajo tierra descubren que sus ojos no sirven si no llevan con ellos su propia luz artificial.

La segunda razón es que precisamente la ciencia, y no sólo las explicaciones proporcionadas en diferentes medios de difusión masiva, proporcionará respuestas claras con respecto al cuerpo de Mallory que fue hallado en el Everest. Como dijimos en el número anterior, la polémica está agudizándose en torno a si él e Irvine fueron los primeros hombres en pisar la cumbre del Everest en 1924. En este punto álgido en que las grandes masas entran en acción y se forma una "opinión pública" que hasta el momento es difusa pero arrolladora, el asunto parece perder objetividad y convertirse en un asunto de fe. Un dogma, sin más.

Hasta el momento, no he visto publicada una sola declaración de los especialistas en el Himalaya: ¿qué han dicho o qué piensan Hillary o Messner o cualquiera otro que haya estado allá arriba? No lo sabemos. Al menos todavía no y supongo que deberán darse esas declaraciones, siempre titubeantes gracias a la opinión pública que en este caso es de millones de personas.

La introducción de comentarios de los familiares (que probablemente todavía no habían nacido cuando Mallory desapareció) hace pensar más en una dádiva a menesterosos que en un asunto realmente serio, científico. Uno se pregunta, a la luz de las declaraciones vertidas ahora: ¿para qué fueron a buscar el cuerpo de Mallory?

Habrá que recobrar la calma y no dejarse llevar por los cientos de rumores que circulen. Habrá que recurrir a ese maestro impasible que es el método científico. Entonces se producirán respuestas claras.



 



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