7. Tres Cruces (6,749 metros, Argentina y Chile), febrero del 2008
Tras el Bonete una vez más el Aconcagua, decidimos encarar este Volcán por Chile, ya que se necesitan menos días que por Argentina. Partimos de Fiambalá, pasando por el Paso San Francisco, Copiapo y directo al Tres Cruces. En un lugar expuesto por arriba de los 5,300 metros, aplanamos el terreno, realizamos un pircado y lo bautizamos como Campamento Argentina.
Fotografías: archivo de Adrián Sánchez
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Con comida y casi 60 litros de agua montamos nuestro campamento base. Al día siguiente partimos al portezuelo con todo a la espalda. Atravesamos campos de penitentes montamos el C1 al lado de una laguna, con grandes paisajes. Tener agua cercana vuelve todo más confortable.
Decidimos partir de noche. La mayor dificultad del volcán es encontrar un paso para superar un gran murallón. No habíamos traído equipo de roca porque confiábamos en la información que Darío Brácali me había pasado hacia unos meses.
Con la linterna en la frente y por un enorme nevé, el frío nos castigó intensamente. La intoxicación que tuve en el Bonete y el agotamiento del reciente ascenso al Aconcagua hacían que mi cuerpo no estuviera en las mejores condiciones. Los dedos que sufrieron principio de congelamiento hacía un par de años en el Sajama (Bolivia) estaban sufriendo, un dolor intenso que resultaba inaguantable. Los guantes térmicos que estoy usando no calientan lo suficiente así que decido sacarlos para poder mover más los dedos. Cuando el sol apareció, el dolor disminuyó un poco.
Llegamos al frente rocoso tras librar un laberinto de piedras, enormes e incómodas. Con la info de Darío ubico tres posibles lugares para subir y superamos la pared. Arriba, grandes piedras y torres rocosas hacen imposible saber cuál es la cumbre. Prendo el GPS y nos guiamos por él. Evadimos muchas falsas cumbres hasta que llegamos a la principal.
Esta vez la felicidad no es suficiente porque hace horas que me dolían los dedos. Les avisé a mis compañeros y comencé a bajar lo más rápido posible. Así aumentó la circulación. Es en la bajada donde todas las expediciones tardan muchísimo en encontrar el descenso de la gran pared. El tiempo que habíamos dedicado a marcar la vía dio sus frutos y en menos de tres horas estaba en el campamento, con unos dedos fríos y raros que duelen mucho.
Al día siguiente descendemos al Campo Argentino y una gran nevada nos cambia el paisaje. La camioneta vendría a buscarnos y los médicos luego tratarían el dedo congelado, el resto sólo afectó la sensibilidad de los nervios.
Compañeros: Marcos Cortina, Uriel Machetti, Gabriel Rojas y Alcides Massa.