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Montañismo y Exploración
La carrera femenil de los catorce ochomiles

En mayo, Edurne y Gerlinde conseguían su décimo segundo ochomil mientras Nives se daba vuelta cerca de la cumbre por ayudar a su esposo a bajar. En esta competencia femenil por conseguir los 14 ochomiles, se siente ya la recta final, pero… ¿qué hay detrás de todo eso?







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A principios de 1986, los círculos más enterados del mundo del montañismo estaban pendientes del resultado de una carrera: Reinhold Messner y Jerzy Kukuczka se disputaban un lugar: ser el primero en alcanzar las cimas de las catorce montañas más altas del mundo. En su momento, Messner ganó y Kukuczka terminó once meses después, en 1987. Pese al elogio de Messner hacia Jerzy (“Tú no eres el segundo, eres grande”), Kukuczka tenía las cosas muy claras: ser el primero se da sólo una vez y generalmente nadie se acuerda del segundo.

Gerlinde en el Lhotse

Esta misma idea es la que prevalece ahora en una carrera similar. También se trata de los catorce ochomiles y también se trata de un primer lugar. Pero esta vez, ser la primera mujer, algo que durante bastantes años ni siquiera se pensó. Wanda Rutkiewicz, polaca como Jerzy, alcanzó ocho cimas y luego desapareció en el Kangchenjunga. Varias mujeres intentaron igualar su récord pero morían después de haber escalado el K2 y se llegó a hablar (medio en serio, medio en broma) de una maldición: cualquier mujer que subiera el K2, moriría tarde o temprano, pero no mucho después.

Edurbe Pasaban y Nives Meroi, demostraron que eso eran patrañas, como la legendaria maldición de Tutankamón. Así se olvidó esa idea pero no quedó un hueco: otra llegó a colocarse en su lugar: alguna de ellas tenía que ser la primera en alcanzar las catorce. Y a ellas se sumó Gerlinde Kaltenbrunner.

Edurne en el Kangchenjunga

Año tras año, las tres mujeres acudían a los ochomiles que les faltaban en su lista y las noticias llegaban, pero esta vez no sólo a un círculo muy enterado, sino a miles de montañistas: la magia de Internet y las transmisiones en vivo que pueden llegar a todo mundo. Me imagino el ascenso de Herzog y Lachenal al Annapurna con Internet en sus manos: hubiera sido una locura mayor de la que fue entonces. Internet hace llegar esas noticias también a quienes no son montañistas y eligen, como cualquier competencia, a su favorita. Los españoles apuestan por Edurne, los suizos por Gerlinde y los italianos por Nives.

Durante tres años (2006, 2007 y 2008) las tres mujeres subieron ochomiles. Había una variación en fechas, pero las tres iban con el mismo número. Este año iban por su cumbre número 12. Edurne llegó a la cima del Kangchenjunga y Gerlinde a la del Lhotse. Nives dio media vuelta cuando estaba cerca y tenía posibilidad de llegar. La razón: su esposo y compañero de expediciones, Romano Benet, estaba mal. Lo acompañó durante la bajada hasta el campamento base. Para ella había terminado la expedición. Sabia decisión.

Nives en la cumbre del Everest

Si esto hubiera pasado en la montaña número ocho, no hubiera pasado nada especial, pero se palpa en el ambiente la competencia, las preferencias, la “recta final”, el desenlace el próximo año. Desde el ambiente sano de una competencia se diría “que gane la mejor”, pero lo cierto es que una vez que llegó a ser de conocimiento de las grandes masas, no se habla de ello más que entre dientes, sino de puntos tan bizarros como “ojalá que se fracture una pierna y pueda ganar la mía”. Así las cosas, no dudo que haya apuestas en los grandes casinos sobre esta carrera.

Lo que me llama la atención es que el tono de triunfo que se usó para Edurne no se usara para Gerlinde y se convirtiera en un tono de derrota para Nives. Son culturas diferentes. Me pregunto qué pasaría si al menos dos contrincantes tuvieran la misma nacionalidad. No lo sé. Lo que sí reconozco es que las tres están empeñadas en conseguir los catorce ochomiles. Cada una con su estilo, cada quien con el dinero que tenga porque el Himalaya no es democrático: es para quien tenga dinero.

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