Cuando el montañismo era un deporte más bien raro, las reglas no escritas de quienes practicaban con más asiduidad quedaban impresas en la gran mayoría. Una de ellas era no abandonar nunca a alguien en la montaña. Ese fue el origen de todos los cuerpos de rescate, cuya norma sigue siendo no dejar a nadie en la montaña.
Pero los costos de cada rescate siempre son aportados por los rescatistas o por la institución a la que pertenecen y con la masificación del montañismo, el número de accidentados es cada vez mayor. Aunque la respuesta es más rápida, el gasto es muy elevado. El helicóptero o el pago a un rescatista que ha pasado años especializándose para hacer su labor, tiene un costo.
Por otro lado, los mismos grupos de rescate de Europa hablan mucho del abuso del sistema de rescate: en ocasiones hablan porque están cansados. Los rescatistas y el helicóptero saben esto hasta que llegan al lugar y con toda seguridad se enojan por perder el tiempo en algo que no era vital.
En el 2009, el gobierno de Cataluña comenzó a cobrar los rescates de montaña “producidos por negligencia”. Por supuesto, hubo muchas voces reclamando. Este año, el gobierno vasco (en España) también cobrará los rescates de montaña, pero la diferencia es que serán sobrados “a aquellas personas que realicen recorridos de alto riesgo o salgan al monte en condiciones meteorológicas adversas, como nieve, niebla, viento o temperaturas extremas”.
Es decir: sólo se cobrará el rescate cuando la persona se encuentre metida en un problema de su actividad y que no haya hecho caso de las alertas meteorológicas. “Cuando el rescate tiene lugar en situación de avisos a la población de alerta naranja o roja por fenómenos meteorológicos adversos para la realización de actividades que pueden conllevar un incremento de riesgo”, como se menciona en el documento. También se aplicará cuando se practique en “zonas señaladas como peligrosas o en aquellas de acceso restringido o prohibido” o “cuando la persona solicita el servicio sin que existan motivos objetivamente justificados, así como en caso de simulación de existencia de riesgo o peligro”.
Ya se ha establecido una tarifa: €2,244 por hora de helicóptero, €76.50 por un vehículo motorizado y €37 por hora de un profesional. El cobro de los rescates es “fin disuasorio frente a imprudencias en la práctica de actividades recreativas y deportivas que entrañen peligrosidad”. Y se advierte que “no habrá excepciones”.
Los deportes comprendidos dentro de esta ley, que aún tiene que pasar al parlamento vasco para su tramitación, son los siguientes:
Submarinismo, travesías de natación, windsurfing, flysurf, esquí acuático, wakeboard, wakesurf, skurfer, motos de agua, surf, bodyboard, rafting, hydrospeed, descenso de cañones y barrancos, piragüismo, remo, navegación con embarcaciones, puenting, goming, kite buggy, quads, escalada, espeleología, bicicleta de montaña sin casco protector, motocross, vehículos a motor en montaña, raid y trec hípico, marchas y turismo ecuestre, esquí, snowboard, motos de nieve, paraski, snowbike, mushing, skibike, aerostación, paracaidismo, salto base, vuelo con ultraligeros, vuelo con aparatos de motor y sin motor, parapente, ala delta y parasailing.
Curiosamente la lista no incluye al montañismo, alpinismo o senderismo, aunque sí escalada y espeleología. Como la lista es muy amplia, el gobierno vasco recomienda que los deportistas se federen o contraten un seguro que cubra esos gastos.
Como en el caso de Cataluña, las protestas no se dejaron esperar. Sin embargo, una cosa es clara: si los recursos de los grupos de rescate son empleados de manera inadecuada, aquellos que realmente los necesiten no los recibirán. Por otro lado, los grupos de rescate tienen que estar siempre actualizados, tanto en personal como en equipo y eso cuesta dinero.