William Stone, Barbara am Ende y Monte Paulsen. Más profunda que el abismo. Un motral descenso en la cueva más peligrosa del mundo. Grijalbo, México, 2004. 392 páginas. ISBN: 968-5957-39-8
En 1979, Bill Stone se sumergía en las aguas del sótano de San Agustín y en su corta visita vislumbró la posibilidad de ir más lejos así que regresó. Pero no pudo llegar muy lejos. Lo detenía el volumen y peso del equipo de buceo. Necesitaría mucha gente para bajar el equipo suficiente para que los buzos pudieran estar un tiempo prolongado explorando en las profundidades de la tierra.
El sistema de buceo era “abierto”: lo que uno respiraba era soltado de inmediato al agua y así se perdía una gran cantidad de oxígeno. Los siguientes años, Bill Stone se dedicó completamente a la creación de un aparato que permitiera reciclar el oxígeno respirado. Así nació su “re-respirador” (rebreather, en inglés). Entonces se dedicó a formar un equipo con el cual pudiera llegar más allá de esa laguna donde él mismo se había sumergido. Era entonces 1994.
El equipo de espelólogos y buzos que llegaron a San Agustín, en la sierra mazateca, en Oaxaca, México, tenía la intención de ir más allá del lugar adonde Stone había llegado y convertir así el Sistema Huautla en el más profundo del mundo. En esa fecha sólo había cuatro más profundas que él y era posible pensar en ello. Más profunda que el abismo es el relato de esa expedición, narrado principalmente por Bill Stone y Barbara am Ende, con la colaboración de Monte Paulsen, para dirigir la formación del libro.
El libro está fuera de lo que uno esperaría: en lugar de contar simplemente el éxito de la expedición, los autores narran el transcurso de toda ella, incluyendo el más mínimo error, la muerte de un integrante, las peleas y discusiones internas. Después de varias semanas y un amigo muerto sin que se pudiera hallar la explicación de su muerte, vienen más incidentes, uno tras otro y se nota como única salida la escisión del grupo, detener la expedición.
Pero no lo hacen. Continúan, a pesar de ser pocos. Al final sólo Bárbara y Bill se sumergen y tienen como respaldo sólo a una persona. Todos saben que no podría hacer nada si les pasara algo. Después de la inmersión está nuevamente la exploración. Ambos emergen del otro lado y descubren salas gigantescas, ríos, sumideros y llegan hasta el noveno sumidero, que Stone bautiza como “el padre de todos los sumideros”, por su tamaño. Aunque quieren llegar más lejos, saben que no pueden: nuevamente el impedimento logístico, pues el re-respirador pesa 60 kilos.
Su exploración ha aumentado hasta 56 kilómetros la longitud del sistema Huautla y una profundidad de 1,475 metros.
Lo interesante del libro es que se nota cómo se desmorona un equipo de exploración poco a poco y cómo surgen los argumentos para justificar su propia salida cuando lo que la motiva es el miedo y la falta de un interés común: a los buzos les interesa sólo bucear pero no hacer espeleología, mientras que a los espeleólogos no les interesa el buceo pero si la caverna en sí. Los intereses diferentes causan fracturas graves, además de la “tiranía” del jefe de expedición, que los azuza a llegar más allá, casi sin descanso. Quizás puntos que debería tener en cuenta un jefe de expedición.
A pesar de tener a un escritor como asesor, el libro no pierde los múltiples detalles que son inútiles dentro de una narración de aventura y así se lee cómo los integrantes hacen uso de la letrina o se amarran las agujetas o hacen cualquier otra cosa antes de llegar a lo esencial. Esto puede ser abrumador para el lector y el mismo relato pudo haberse escrito en casi la mitad de extensión y ser menos tedioso para el lector. Personalmente no me agradó el título, que llama más hacia la tragedia que hacia los logros. Pero esa fue decisión de los autores.
Para quienes no conocen de espeleología, el libro tiene un glosario de los términos usados, además de las cavernas más profundas en 1994 (fecha de la expedición) y 2001 (fecha en que se escribió el libro. Desde entonces han pasado muchas cosas y actualmente la Voronja es la más profunda del mundo, con más de dos kilómetros de profundidad. Bill Stone sigue pensando que el sistema Huautla podría ganarle a cualquier cueva del mundo en profundidad.