2009-08-02•Fin de Semana
Dice el refranero popular español: “Al ciego no le aprovecha pintura, color, espejo ni figura”. Nada más equivocado, históricamente el trato que los ciegos han recibido por parte de la sociedad ha sido cuando menos de segregación y menosprecio. Sin embargo, si hablamos de Borges, John Milton, Helen Keller, James Joyce, Louis Braille, Homero, etc., quienes nacieron o se quedaron ciegos, basta con ver lo trascendente de su obra para darnos cuenta de que su discapacidad no fue impedimento para alcanzar el reconocimiento del mundo entero.
Los deportistas invidentes muestran que a pesar de las limitaciones pueden realizar pruebas e incluso verdaderas hazañas, que para el resto de las personas de por sí representarían un desafío poco menos que imposible: el belga Luc Costermans rompió el récord de velocidad en carretera alcanzando los 308.78 Km/h; en 2008 los mexicanos María del Carmen Márquez, Juan Carlos Vivian y Verónica Lizbeth Núñez, los tres ciegos, descendieron solos a rappel el Sótano de las Golondrinas, en San Luis Potosí, una cueva de 376 metros de profundidad, sostenidos únicamente de una cuerda.
Hablar de alpinismo es referirse a una de las actividades deportivas más peligrosas. Decir Everest es aludir a la montaña más alta del planeta con 8,848 metros sobre el nivel del mar; y escalarlo supone una de las más grandes hazañas que cualquier humano pueda realizar. Y el 25 de mayo de 2001 Erik Weihenmayer pasó a la historia como el primer alpinista ciego en conquistar la cima del Everest.
A sus 38 años, Weihenmayer no es un desconocido en el mundo del alpinismo, antes de ascender el Everest había realizado expediciones al McKinley (1995), el Kilimanjaro (1997) y el Aconcagua (1999).
Weihenmayer nació en el poblado de Golden, Colorado (EU) y quedó ciego a los 13 años a causa de una enfermedad degenerativa. Pero pese a su discapacidad, comenzó a realizar ascensos a montañas de la zona. El joven va a utilizar un par de bastones largos con los que barre el terreno que ha de recorrer, además de contar con la ayuda del doctor de Connecticut, Sherman Bull, quien ya había preparado al japonés Toshio Yamamoto antes de convertirse, a los 63 años, en el hombre más viejo en ascender al Everest.
“Basta con sentir la roca”
Erik habló desde la cima por teléfono satelital con el presidente de Estados Unidos, a fin de hacer conciencia sobre los problemas cotidianos a los que se enfrentan los ciegos; una motivación que sigue presente en cada una de sus escaladas.
De esta forma resume cómo es que se inició en el alpinismo: “Cuando quedé ciego supe que no sería el mejor jugador de fútbol”, dice sin ironía. Decidió entonces intentar con la equitación, el ciclismo y la navegación hasta que, durante un programa recreativo para niños ciegos, descubrió que escalando podría irle bien: “Era delgado y bastante fuerte. Además no necesitaba ver la roca, sino sentirla. Era como escanear la montaña con mis manos, mi cuerpo y mis pies. Desde que había quedado ciego, fue la primera vez que vi un sentido al futuro, porque si trabajaba duro podía ser bueno y escalar en un nivel alto”.
Erik no sólo practica deportes sino que también se ha dedicado a escribir, Touch the Top of the World (Tocando la cima del mundo), su primer libro, fue traducido a cinco idiomas, vendiendo más de 200 mil copias. Ha escrito además Climbing Blind (Escalando a ciegas) y The Adversity Advantage (La ventaja de la adversidad”), entre otros.
Pronto en México
Weihenmayer estará en nuestro país del 8 al 13 de noviembre donde, entre otras actividades, tiene planeado ascender los 5.386 metros del volcán Iztaccíhuatl junto con 35 personas más de los cuales 12 son ciegos o débiles visuales.
También presentará un documental sobre su ascenso al Everest y habrá una cena de gala a ciegas. Todas estas actividades de Erik Weihenmayer son organizadas principalmente por la asociación civil Ojos que Sienten, que entre sus objetivos figuran integrar a personas ciegas y débiles visuales en los ámbitos de lo social, educativo y laboral a través de la capacitación; sensibilizar a la sociedad por medio de experiencias artísticas y sensoriales, y mejorar la autoestima, independencia y seguridad de las personas ciegas desarrollando al máximo su potencial emocional, intelectual y creativo.
Se busca asimismo hacer conciencia del potencial de comunicación y de relación de los otros sentidos, olfato, tacto, gusto y oído; y crear una red de alianzas que hagan aún más fructíferos los resultados de todo este esfuerzo.
El ascenso al Iztaccíhuatl por alpinistas o aficionados ciegos y débiles visuales representa todo un reto.
En varias ocasiones, quien esto escribe ha escalado esa hermosa y mágica montaña y las dificultades técnicas que ella presenta van desde lo complicado del recorrido, hasta lo difícil que es aclimatarse a la altura, con las fuertes ráfagas de viento, las temperaturas bajo cero, tormentas eléctricas, desprendimientos de hielo o de roca, además del gran esfuerzo físico que de por sí supone escalar una montaña de más de cinco mil metros.
Habrá que seguir de cerca esta fascinante aventura que alpinistas mexicanos ciegos realizarán junto a quien está considerado al nivel mundial como una verdadera leyenda del montañismo.
México/ Alberto Adame