Angélica Simón
El Universal
Domingo 20 de mayo de 2007
Alcanzar la cumbre del Popocatépetl puede llevarle a un experto hasta seis horas de camino. Quien intente escalar este volcán debe llevar consigo ropa y equipo especial para protegerse del viento, el clima y los embates de la naturaleza.
Pero ahora deben llevar algo más para proteger a la naturaleza de los embates del hombre. Se trata de un aditamento sencillo pero de gran importancia: un costal para depositar su basura y la que encuentren en el camino.
Y es que ahí, donde no se percibe el ruido de los automotores, donde el silencio impresiona y el aire fresco se respira, la presencia de basura es una muestra del impacto del hombre.
"Encontramos latas de sardina de 1960, o pilas de las que ya ni se fabrican, así como una gran cantidad de plásticos, PET, restos de tanques de oxígenos de los alpinistas y hasta restos de estufas y ropa; las rutas eran un basurero", señaló el director del Parque Nacional Iztaccihuatl-Popocatépetl, Alejandro López.
El medio ambiente y los ecosistemas, como las montañas del Popocatépetl y el Iztaccihuatl, ubicadas en el valle de México, se han convertido en las nuevas minas, minas azules generadoras de los recursos más preciados para el hombre en esta era: el agua y el oxígeno.
Lamentablemente se ven amenazados por actividades como la tala y el depósito de basura en estas áreas naturales. Alejandro Lópéz asegura que así como el hombre ha sido el responsable del desequilibrio natural, debe convertirse en el principal actor de la restauración. Es por ello que desde hace cuatro años se organizan jornadas de limpieza de la alta montaña entre los visitantes ocasionales y alpinistas que acuden regularmente a esta zona.
A lo largo de cuatro años de esta medida se han recolectado casi cinco toneladas de basura en las montañas.
Limpiar la montaña, asegura Alejandro López, es más que recoger basura, es garantizar agua y aire limpio para las siguientes generaciones y cualquier esfuerzo por conservar estos reservorios de servicios ambientales es fundamental, señaló.
De acuerdo con datos del Parque Nacional Izta-Popo, anualmente se reciben en promedio 128 mil visitantes, los cuales encuentran a lo largo de los senderos alrededor de 135 botes de basura, a pesar de ello siguen dejando residuos en el corredor.
"La gente tiene que reaprender a convivir con la naturaleza". Giselle Zamorano, coordinadora de educación ambiental, señala que lograr un cambio en la cultura de visitantes y pobladores de la zona de los volcanes es lo más difícil, pero con estas acciones gradualmente han logrado reducir el número de basura cada año.
Otras amenazas en la zona
La tala clandestina es otro de los graves problemas que se enfrenta en las 45 mil hectáreas que conforman el Parque Nacional Izta-Popo. En los últimos 20 años se han perdido cerca de 10 mil hectáreas de bosque.
Por mes se calcula que se extraen entre 500 y 600 metros cúbicos de madera y se han registrado en el último año cerca de 37 averiguaciones previas por este delito ambiental, señaló Alejandro López.
Cuidar este ecosistema es fundamental por los servicios ambientales que aporta a la zona, por ejemplo cada temporada de lluvia infiltra alrededor de 5 mil millones de litros de agua a los mantos freáticos, limpia el aire a través de la captura de carbono y regula el clima de los valles de México, Puebla y Morelos.