Laurence Gonzales.
Quién vive, quién muere y por qué. Ediciones Desnivel, Madrid. 2003.270 páginas. ISBN: 84-9829-027-9
La aventura perfecta no debería ser mucho más peligrosa que la vida cotidiana, pues esa cuerda invisible que nos mantiene aquí siempre puede romperse. Podemos vivir una aburrida vida de precaución y morir de cáncer. Es mejor aventurarse, minimizar los riesgos, informarse y avanzar sabiendo que hemos hecho todo lo que hemos podido.
Hay accidentes y dentro de ellos hay quienes sobreviven y quienes no. Laurence Gonzales se hace preguntas en torno a cientos de informes de accidentes de sobrevivientes que ha leído por espacio de treinta años. ¿Por qué suceden? ¿Qué reúnen las personas sobrevivientes que las hace distinguirse entre los que no sobreviven? Para hallar las respuestas acude a una interpretación científica y acude a la física, a la biología, la medicina y la psicología pero sin dejar de lado explicaciones como el zen y las reflexiones de los clásicos latinos.
“La intención de este libro no es contarle a la gente qué hacer, sino buscar un entendimiento más profundo que le permita saber qué hacer cuando llegue el momento.” (p. 245)
No enseña técnicas, no dice “Así se debe hacer para que no falles” porque
“No hay fórmulas que digan cómo se debe comportar y adaptar alguien para ser un superviviente perfecto, de libro, pues luego pueden morir debido a peligros objetivos extremos que ni siquiera el mejor comportamiento puede superar. En otras palabras, puede que lo hagas todo bien y mueras. Del mismo modo, puedes hacerlo todo mal y vivir, como hacen tantos cada día.” (p. 258)
En cada manual de supervivencia se ven repetir las mismas fórmulas de siempre o, como dijera Cody Lundin, es una repetición del mismo manual de supervivencia del ejército de los EUA. Y si bien Cody se dedica a discrepar y a ofrecer una forma diferente, Gonzales no enseña una sola técnica pero al final, su obra produce una reflexión mucho más intensa que el sólo saber técnicas.
“Es sencillo imaginar que la supervivencia en la naturaleza tiene que ver con el material, el entrenamiento y la experiencia. Lo cierto es que, en el momento de la verdad, puede estar bien tener esas cosas, pero no son decisivas. Quienes nos movemos al aire libre o buscamos emociones en contacto con las fuerzas de la naturaleza, no tardamos en aprender que, de hecho, la experiencia, el entrenamiento y el material moderno pueden traicionarnos. Lo desconcertante para cualquiera que tenga mentalidad científica occidental es que lo que separa al vivo del muerto no es lo que se lleva en la mochila. Ni siquiera lo que se tiene en la mente. Por muy banal que suene, es lo que hay en tu corazón.” (p. 16)
¿Qué es “tu corazón”? Gonzales define las emociones, el miedo, delinea con habilidad los caminos por los que la mente puede divagar… pero explica que entre la razón y la emoción siempre hay una brecha enorme, pues a nivel fisiológico están gobernadas por diferentes partes del sistema nervioso. Muchos supervivientes hablan de escuchar una voz y lo más probable es que sea ésta la razón.
A través de muchos ejemplos de personas que han sobrevivido, el autor discurre con mucha habilidad sobre un tema, pero lo va sumando al tema anterior y lo une, sin que el lector lo sepa, al tema que tratará más adelante. El resultado es impecable: basado en hechos y con el razonamiento de las diferentes ciencias, puede explicar muchos de esos casos, algo que hasta ahora sólo se había visto señalar en libros como Al límite o Al límite 2.
Quizá el ejemplo que más cause impacto sea el del análisis de un accidente en el Mount Hood, en donde llega a plantear la teoría del caos y, sobre todo, la teoría de los accidentes normales. Este capítulo puede leerse de forma gratuita en desnivel.com
Algo que en lo particular me llamó mucho la atención es que después de indagar cómo funciona el cerebro, cómo se podría aplicar la teoría de los accidentes normales, cómo puede uno despistarse y cometer errores y varias etapas más, Gonzales llega a su punto de partida: durante la segunda guerra mundial, su padre fue derribado y cayó desde los 8,200 metros hasta el suelo en picada. Nadie sabe cómo es que sobrevivió con prácticamente todos los huesos fracturados dentro de su avión, pero esto fue lo que dio origen a su niñez plagada de relatos de este tipo. Relatos auténticos.
Y ese cierre, ese regreso al principio, lo hace ser un homenaje a su padre o, mejor dicho: al superviviente que toda su vida conoció. Es entonces cuando descubre que uno es superviviente desde siempre:
“La preparación más eficaz consiste en poseer una diligencia mental, física y profesional nutrida a base de años de entrenamiento y experiencia. Vives para vivir. El mero hecho de prepararse supone una actividad, y la acción es preparación.” (p. 230)
Pero, ¿debemos aventurarnos y correr el riesgo?
“La aventura perfecta no debería ser mucho más peligrosa que la vida cotidiana, pues esa cuerda invisible que nos mantiene aquí siempre puede romperse. Podemos vivir una aburrida vida de precaución y morir de cáncer. Es mejor aventurarse, minimizar los riesgos, informarse y avanzar sabiendo que hemos hecho todo lo que hemos podido.” (p. 259)
Un libro excelente, de un estilo literario muy ágil y elegante, está conformado por una gran cantidad de información que puede servir a todo mundo, sea que practique algún deporte de montaña o sólo viva en la ciudad. Algunas partes pueden ser difíciles de entender, sobre todo la teoría de los accidentes normales. Sin embargo, también ahí está su impecabilidad: no se detuvo ante casi nada para encontrar una explicación a cada una de sus preguntas.
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