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Montañismo y Exploración
En busca de la Cascada de Piedra Volada
27 diciembre 2007

Si usted cree que ya no quedan sitios vírgenes sobre la faz de la tierra, quizá le sorprenda saber que en el umbral del tercer milenio encontramos una de las más grandes cascadas del mundo que permanecía ignorada.







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Consideraciones


Estuve observando con cuidado. Aquí no es tan fácil rapelear como en Basaseáchic. La cascada está encañonada, entonces no hay tanto espacio para efectuar el descenso, sobre todo si el arroyo está crecido. Al fondo la cascada llega a una gran poza:


—Ahí vive la sierpe— me comentó Reyes cuando se lo dije. Otro problema es la dificultad de salir de la Barranca de Piedra Volada. El arroyo de Piedra Volada es un afluente del arroyo Cajurichi y a los pocos metros se une al Candameña. Después de la cascada se aprecia desde arriba que el arroyo se encañona bastante, en un tramo de 400 ó 500 metros antes de unirse al Cajurichi, de tal modo que yendo crecido será difícil, si no imposible salir de él para alcanzar el Candameña. Reyes ya nos había dicho que hasta esta fecha nadie había llegado a la cascada desde abajo debido a que el arroyo de Piedra Volada llega al Cajurichi en forma de un salto que al menos tiene caída de 20 metros y por todos lados son paredes verticales para intentar subir, sólo aptas para escaladores de buen nivel.





Muy posiblemente para bajar la cascada tengamos que hacer el rapel y subir por la misma cuerda, lo cual implicará que el GEEC tendrá que superar sus técnicas. Un problema adicional será el sitio donde se ancle el cable, que tendrá que ser necesariamente del lado derecho, obligando a algunas maniobras extra, ya que no es tan sencillo llegar a los posibles puntos de anclaje. Pude apreciar bien parte de la barranca lateral del Cajurichi. Fernando ya nos había comentado que esta barranca podría ser una ruta de escape si efectuáramos el descenso de la cascada, sale a la comunidad de Cajurichi a un día y medio de caminata.




El regreso


Un buen rato nos quedamos como hipnotizados ante el panorama que teníamos. Me sentía verdaderamente afortunado de poder disfrutar de éste y muchos otros paisajes vírgenes que me ha tocado presenciar. Comentamos precisamente sobre las personas que conocían este sitio, Reyes los pudo contar con las manos, Cuitláhuac y yo éramos los números 8 y 9 y no más. Comimos unos sabrosos burritos y bebimos del agua cristalina del arroyo. Después iniciamos el retorno, en esta ocasión volvimos siguiendo todo el arroyo para conocerlo mejor. El salto que nos había obligado a dar el rodeo es una cascada de unos 8 metros, que llega a una poza de hermosos colores, ahí descubrimos a un pájaro buceador (Cinclus mexicanus) que se daba sus buenos chapuzones en el torrente, ni se inmutó ante nuestra presencia y gracias a eso pude tomarle un par de buenas fotos. El arroyo presenta numerosos parajes bonitos, rápidos, pozas, cascaditas. Encontramos varios madroños que tenían una frutita roja de un sabor muy agradable, nos comimos varias. Eran las 4 de la tarde cuando estábamos de regreso en la casa de Reyes.




La Barranca de las Cascadas


Desde el aire las barrancas adquieren una dimensión insospechada.


Muy temprano, un día seminublado de julio, Fernando Domínguez y yo abordamos una avioneta en Cree!. Fernando es excelente piloto, así que él pilotearía. Por la radio se comunicó a cierto lugar y después de un rato de intercambiar informes la voz de la radio preguntó:


—¿Hacia dónde se dirigen?


—A la Barranca de las Cascadas. — fue la respuesta


—¿Y cuál es ésa? —inquirió la voz.


—La de Candameña, ahí se encuentran las dos cascadas más altas de México; la de Piedra Volada y la de Basaseáchic.


Despegamos de Creel tomando rumbo al noroeste y en pocos minutos nos encontrábamos sobrevolando la Barranca de Oteros, por encima del poblado de Maguarichi y enseguida sobre Uruachi. El Río Oteros resplandecía como un hilo plateado entre las quebradas de la barranca. Un poco más adelante volábamos arriba del extremo sur del Parque Nacional Basaseáchic, entonces Fernando bajó la avioneta hasta casi rozar los cerros más altos de la Barranca de Candameña.


Volando encima de la grieta de la barranca ésta parece ser mucho más honda de lo que es, como si su dimensión vertical se multiplicara 2 o 3 veces, exagerándose con respecto a las distancias horizontales. Me recordó a las vistas estereoscópicas de las fotografías aéreas del INEGI, en ellas la escala vertical se amplifica varias veces, la única diferencia ahora es que veíamos en vivo todo y a color.


Con gran habilidad Fernando pasó al lado de algunos cerros, tocando casi sus paredes y picos de piedra. Luego de voltear un cerro, quedó ante nosotros, imponente, cayendo en toda su longitud, la Cascada de Piedra Volada. Era maravilloso verla y cómo caía dentro de la profunda y estrecha grieta de la Barranca de Piedra Volada, lateral a la de Candameña. A un lado la Peña de El Gigante se veía más gigante que nunca.


Fernando dio un brusco giro que me obligó a agarrarme de donde pude y de pronto quedamos por sobre la meseta, encima de El Gigante. Llamaba la atención ver cómo la carpeta de pinos pareciera que de pronto se derrumbaría ante el abismo de la gran barranca. Muy abajo de nosotros el Río Candameña serpenteaba rodeado de paredes verticales de piedra de magnitud kilométrica.


Con el giro de nuevo tuvimos la vista de la Cascada de Piedra Volada. Volamos suavemente por encima del Cerro del Arbolito y enseguida apareció la Cascada de Basaseáchic. Al irnos aproximando a ella se nos presentó una magnífica vista del inicio de la Barranca de Candameña, donde entre muros de piedra caía la cascada con un gran volumen de agua. Me parecía que veía caer el agua en cámara lenta.


Quedamos embrujados ante la visión de estas cascadas y sus increíbles precipicios.




Tomado de Carlos Lazcano. Candameña, la barranca de las cascadas. Gobierno del Estado de Chihuahua, Secretaría de Turismo. 1997. 169 páginas. s/ISBN. Capítulo 3, páginas 60-67





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