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Montañismo y Exploración
ÚLTIMA TENTATIVA
13 marzo 2004

Después de varios días de mal tiempo, la Patagonia amanece despejada. Es el momento de escalar el Fitz Roy. Carlos Macotela narra aquí los últimos días de la expedición.







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Sábado 13 de Marzo
¡Hola!
Desde la ultima vez que escribí ha pasado un poco de todo.
Recordarán que los pronósticos del clima eran malísimos ya que en las fotos satelitales se podía apreciar un cúmulo de nubes en toda el área que hacía suponer un continuo mal tiempo por lo menos por otros cuatro días... Es Patagonia y este asunto del clima no es tan sencillo como en otros lugares.
El domingo pasado amaneció un tanto nublado y fue aclarando durante el día pero con unos vientos fortísimos. Si bien la claridad del cielo nos daba cierta esperanza, el viento la aniquilaba. Llegó el lunes con un día espectacularmente claro y decidimos atacar al siguiente. El plan era salir y parar en Río Blanco para descansar y comer algo y de ahí continuar el ascenso hasta el Paso Superior para vivaquear y atacar muy temprano al otro día.

Así que salimos del campo Madsen en la mañana con cierta calma. Yo me adelanté porque Ismael, que había ido a comprar algunas provisiones y a registrar la escalada en la oficina de Parques Nacionales mientras yo cocinaba, estaba aún desayunando. Tenía unas renovadas fuerzas y un especial optimismo sobre esta tentativa. No creía nuestra buena suerte por esta ventana de buen clima.
Así llegué a Río Blanco en mi personal tiempo récord de dos horas quince minutos. Iba cargando toda la �ferretería�, incluyendo una cuerda, las botas plásticas, la ropa de frío, la comida, la estufa y los cacharros de cocina. Esta vez no habíamos dejado equipo almacenado arriba ya que en realidad no esperábamos que el clima se compusiera.
Así que las idas y venidas a Río Blanco eran muy buenas caminatas, con la única diferencia de que en esta ocasión, para ir ligeros, dejamos la tienda de campaña en Madsen. Pensándolo bien, no hubiera hecho gran diferencia cargar con ella, con la excepción de que al vivaquear estás más en contacto con el terreno y te das cuenta mucho más rápidamente de las condiciones del medio y es más difícil el prolongar el sueño (habilidad que le envidié a Ismael en los días de mal clima pero que me sulfuraba los días que podíamos escalar).
Ismael llegó con la sentencia: �Hasta aquí llegué�. Pensé que se refería al día así que pensé que sólo era cuestión de pasar la noche en el campamento de Río Blanco, descansar y continuar el día siguiente. Tal vez hasta la _Brecha de los Italianos_ para pasar la noche ahí y atacar al tercer día, lo que si bien nos daba un día de escalada más largo y descansado de los acercamientos nos exponía a que se acabara el buen clima. Cenamos algo y nos fuimos a dormir.
Al otro día Ismael me dijo que las molestias en su rodilla eran demasiadas y que no quería arriesgarse en la montaña. No había más que regresar. Así que después de desayunar salí a la Laguna de los Tres para echar un último vistazo a la montaña y también un poco para sacar mi frustración de no poder treparla.
Pasé toda la mañana y un poco más examinando el glaciar con sus espectaculares desprendimientos hacia Laguna Sucia y tratando de localizar con los binoculares a los compañeros que sabía estaban escalando en ese momento sin mucha suerte.
Después me enteraría que tan sólo una cordada de austriacos que llevaban tres semanas esperando la oportunidad de trepar habían podido acceder a la Brecha de los Italianos; el resto de las cordadas vio impedido su progreso porque la rimaya se separó siete metros de la pared y no había posibilidad de cruzar, incluso de pasar por abajo, pues no se veía el fondo. El calor era tanto que incluso había gente nadando en la laguna. Claro que no duraban mucho tiempo dentro del agua.
AL final bajé a Río Blanco. Ismael había salido rumbo a Chaltén y me puse a hacer la mochila mientras dejaba orear un poco los calcetines y los tenis. Luego comencé el regreso al Chaltén.
Ahora les escribo desde Calafate.
El tiempo que ha pasado me ha dado oportunidad de reflexionar un poco sobre todo lo que ha sucedido a lo largo del viaje, desde la frustración de estar encerrado en la tienda con los vientos soplando apunto de levantarla con nosotros dentro hasta la experiencia de los atardeceres en la cumbre de la Guillaumet con ese increíble vuelo de los cóndores a tan sólo unos metros de nosotros, pasando por la sonrisa de la gente que se cruzaba en el camino con ese singular �¡Hola!� en la boca de todos, el luchar con el viento para mantenerse parado y la odisea de ir a orinar con el mismo viento que parecía esperar el justo momento para cambiar de dirección... También lo que parecía interminable: los rapeles en los descensos con sus constantes atascos de cuerda, el vuelo de los caracara (una especie de águila que encontramos en el campamento de Río Blanco) que movían su espectacular tamaño planeando a ras de las tiendas y entre los árboles en una preciosa maniobra que nos dejó asombrados.
Ha sido un maravilloso viaje de autoaprendizaje y si ha tenido un final agridulce sólo puedo decir que no puedo esperar a estar de nuevo por aquí, incluso cuando todavía no nos hemos ido.
El autobús a Buenos aires sale el 16 y llegaremos a México el 19 como a las cuatro de la tarde así que tenemos un par de días para conocer el [glaciar] Perito Moreno e irnos acostumbrando a las comodidades de la civilización con sus no pocos inconvenientes así como empezar a pensar en la vida real: el trabajo, la escuela y las deudas.
Les mando un grandísimo abrazo y un saludo desde Patagonia
Carlos




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