Es la tercera vez que me coloco los crampones y no es porque se me hayan zafado. Me los puse al revés. Deben ser mis nervios. Es la primera vez que verdaderamente los voy a usar. Con paciencia, Chema revisa que estén bien y me espera para alcanzar a los demás. Tiempo después dirÃa: Â?Por el pasamontañas no te reconocÃ; de haber sabido que eras tú te habrÃa dicho «¡Qué wey eres!»". Ya me extrañaba que no fuera directo.
Llego a la base del glaciar y comienzo a avanzar sobre el hielo. Coloco el piolet delante de mÃ, clavo un crampón dejando caer toda las puntas y a continuación el otro. Una y otra vez. Como dijo Jorge: Â?caminar con crampones es una deliciaÂ?. Vaya si lo es. Caminamos por un mundo blanco, un mundo de hielo, un mundo maravilloso.
Me concentro en cada paso, y no trato de pensar qué pasarÃa si me resbalo. Asà que no muevo un pie sin sentir que el otro está bien clavado, lo mismo que el piolet. Al hacer los cambios de dirección cometo pequeños errores, en ocasiones sin tener muy bien clavados los crampones. Y lo curioso es que sucede mas a menudo conforme tengo más confianza. Me repito mentalmente una y otra vez Â?Tranquilo, no hay prisa alguna.Â?
Alcanzo a varios compañeros a quienes les pasó lo mismo que a mÃ: se les zafó algún crampón. Entonces me reviso los mÃos, no está por demás. Alfredo me dice que está nervioso. ¿Por qué? Me contesta que si no me he fijado que si nos caemos vamos a dar muy abajo. Para eso tienes el piolet y clava bien los crampones. Trato de no pensar mucho en lo que dijo. Chema se queda con él y suben poco a poco.
El propósito de subir por el glaciar es hacer una práctica de caÃdas y autodetención. La progresión y descenso en glaciar es implÃcita. Mientras esperamos que coloquen los anclajes y las reuniones donde realizaremos las caÃdas sentimos mas fuerte el frÃo pero desaparece milagrosamente que es uno el siguiente para hacer la practica.
Cuando es mi turno me hago el nudo de ocho directo a mi arnés y camino sobre el hielo hasta un punto más alto. Me siento, coloco el piolet en posición de defensa, me pongo de espaldas y levanto los crampones... Es como deslizarse por un tobogán. Se escucha silbar al viento. Enrique Quiroz, nuestro instructor, pide que tomemos más �vuelo� en la segunda ocasión. Me siento, coloco el piolet, levanto los crampones y cuando volteo y clavo el piolet... no me detengo.
Me sujeto con fuerza de él y trato de poner todo el peso del tórax, pero sigo resbalando junto con una escarcha de hielo que arrastro... hasta que la cuerda se pone tensa y me detiene. Me dicen que lo hice bien, que lo repita. ¿Bien? Me detuvo la cuerda no yo. Algunos dirÃan que el sitio no era propicio para hacer la práctica ya que era puro hielo. Buena pregunta. El dÃa que de verdad necesite autodeterme no deberán importar las condiciones.
Asciendo nuevamente para hacer una caÃda más, esta vez con la otra mano. Lo repito y nuevamente resbalo una buena distancia hasta que me detiene la cuerda. Pero ahora me duele la mano derecha y una rodilla cuando me levanto. Enrique me dice que lo repita, pero le doy mi lugar a otro compañero y es que uno se da cuenta que es divertido y fascinante... pero doloroso.
Bajo junto con Carlos, un hombrezote como de 2 metros de altura. Clavo el piolet un poco más abajo de mà y después dejo caer el talón de un pie hasta sentir los crampones bien clavados, luego el otro pie y otra vez el piolet un poco adelante. Escucho detrás de mà a Carlos y tengo ganas de decirle que se espere un rato porque si se cae me va a llevar hasta abajo pero me voy adelantando y llego antes a la base del glaciar.
Es el momento de quitarse los crampones y en cuanto me los quito ya quiero volvérmelos a poner. He descubierto un mundo nuevo.