CUANDO UN MONTAÑISTA DEJA DE VER HACIA EL EXTERIOR
15 junio 2003
La montaña siempre suscita comentarios y reflexiones, muchas veces muy profundas, sobre todo cuando se comienzan a cumplir metas específicas. Esta es una de las reflexiones del escalador alemán Robert Bommer.
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Hace muchos años, conocà a un montañista alemán en el Popocatépetl, cuando se podÃa subir a este volcán. Me tocó escalar con él en México e hicimos muy buena amistad que se enriquecÃa con mensajes por correo electrónico con conceptos que para mà eran siempre bastante enriquecedores. Algunos me influyeron mucho. Me hizo prometerle, hace algunos años, que si se cumplÃan ciertas condiciones particulares, me comunicara con él, nos pusiéramos de acuerdo, y él se reunirÃa conmigo para escalar la montaña que yo escogiera.
Pensé que este año serÃa el momento de hacer cumplir esa promesa y le escribà para proponer nuestro encuentro en Huaraz, Perú. Pero ayer recibà respuesta de su hermana: Robert ha fallecido esquiando en un accidente en los Alpes.
Ni hablar. No la tenemos ganada. La muerte está mas cerca de lo que uno cree. En homenaje a mi amigo, Robert Bommer y a sus valiosÃsimas ideas, he traducido uno de sus últimos correos.
Mi querido amigo. Por lo que leo de ti me doy cuenta con gusto que ya encontraste tu camino. Siempre hay que celebrar cuando un montañista deja de ver hacia el exterior, para mirar a sà mismo. Qué momento difÃcil vivimos todos, los amantes de las montañas, ¿verdad?. Todo tiene que ser rápido. Todo debe ser vistoso. Estamos llenos de habladores que te venden por todos los medios el "secreto" de ser un deportista de riesgo. Te venden en televisión, en radio, y en los periódicos. Está de moda salir en multitudes, y hacer un escándalo por cada ruta que abres.
Todos necesitamos de eso. Es parte de la naturaleza humana. Pero has cambiado. Te diste cuenta, como yo, de que dios no está en las montañas. Tu ya lo sentiste, ¿verdad? Un buen dÃa, quisiste ser montañista. Te armaste de valor, de un poco de estupidez, y con sólo eso, te lanzaste a las procesiones que suben cualquiera de las laderas al mundo. Escuchaste historias como de que los dioses del Olimpo viven en una cumbre. Que los monjes del Tibet se purifican ahÃ. Que la virgen de Guadalupe se pone contenta si sangran tus pies entre las rocas del IztaccÃhuatl.
Pero subiste... y te sangraron los pies. Y los oÃdos, y tu estómago se revolvió. Y tu cerebro también. Al final llegaste a una cumbre frÃa y sola. Tus amigos habrán sufrido. Algunos mutilados, otros incluso muertos, serán el precio por ello. Y ¿donde esta dios?
No puedes evitar seguir subiendo. Pero es peor. Al regresar a la ciudad, tu familia y tus amigos te reclaman. La gente te ataca, y empiezas a perder muchas cosas valiosas. ¿y dios? Y dejas de creer. Pero no dejas de subir. No sabes porqué.
Un buen dÃa, sin haberte dado por vencido, sigues saliendo a la montaña. No sabes porqué, pero lo sigues haciendo. Cada vez que puedes, ahà estás. Ya limpio tu pensamiento de tus creencias, y desilusionado, empiezas a dedicar tu pensamiento a cosas más "materiales". Piensas en tu mochila, y de repente te das cuenta que soportas el dolor más que antes. Luego piensas en tus herramientas de hielo, y notas que el equilibrio que tienes con ellas se ha desarrollado. Piensas en tu reloj-altÃmetro, y sin querer reparas en tu frecuencia cardiaca... Te fijas en el control de tu respiración, y luego en tu cuerpo.
Al poco tiempo notas la maravillosa sincronÃa que has desarrollado. Tu mente reposa, tus músculos se mueven con más y mejor ritmo. Soportas más. Has llegado más lejos.
Sin saber porqué, no habÃas notado que tu cuerpo te ha dejado libre.
Ahora puedes disfrutar la ruta. Puedes pensar y filosofar. Puedes hacer poesÃa.
¿Sabes que hemos descubierto? Es la siguiente etapa. Dios nunca ha estado en la cumbre de las montañas. Siempre ha estado dentro de nosotros. Lo llevamos a ellas.
Ante todo, cuÃdate mucho.
Robert Bommer
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