He venido aquí a ofrecerles parabienes, ¡muchos,
muchos!
Para intrépidos titanes, para osados aguiluchos
Que lucharon por dar fama, lustre y gloria a su Nación.
Como nave que serena va surcando sobre el agua,
así en épica hornada te escalaron ¡Oh Aconcagua!
añadiendo para México, nuevos lauros de valor.
Desde el Popo y el Jorullo hasta el Nudo Zempoaltépetl,
desde la Mujer dormida hasta el viejo Citlaltépetl,
todos inclinan sus frentes en homenaje de honor;
y todas en holocausto que crepita en sus entrañas
como férvido saludo al invicto triunfador!
Y ya atruenan el espacio los frenéticos clarines
anunciando la llegada de esforzados paladines,
que robaron fama al Cielo, que robaron brillo al sol.
Y no anuncian que otrora el retemblar de la Tierra
las victorias que obtuvieron nuestros bravos en la guerra,
ni el rugir de los cañones, ni de la brega el fragor.
Que uniendo su voz en coro, nuestras clásicas campanas
Mezclan sus notas vibrantes para celebrar ufanas
Ese triunfo clamoroso que conquistó el vencedor.
Antes de llegar la nueva ya la sabían, desde entonces
que muy pronto aprestarían sus breves notas de bronce
y ensayaron calurosa bienvenida al triunfador.
Mas no luchan por la fama ni tampoco por la gloria,
pues su arrojo y su denuedo por obtener la victoria
sólo es porque así subiendo se está más
cerca de Dios.
Por eso es que allá en la altura inclinan entristecidos
la frente,
como recuerdo a los hermanos caídos que han inmolado
sus vidas
persiguiendo el mismo ideal.
¡Son guerreros que así luchan pero nunca, nunca
matan;
son soldados que su trono hasta al cóndor arrebatan
esforzándose en la guerra para el bien y contra el mal!
Por eso aquí está mi pecho y mi vida en un abrazo;
como mexicano gozo, al ver que en el Chimborazo
también se posó altanera, nuestra águila
Nacional!
¡Bienvenidos a la Patria paladines de la Gloria!
Bienvenidos a esta Puebla que celebra su victoria
caballeros medioevales de la pica y el piolet!
Bienvenidos porque brilla el fervor en su mirada,
que dejaron la Montaña con su nieve inmaculada
como prenda de cariño por su audacia y por su fe!
Cuando emprendan nuevos vuelos adalides sobrehumanos,
den un piadoso recuerdo a sus caídos hermanos
porque morir en la lucha victoria palpable es!
Los acoge la madre Tierra, la nieve es blanco sudario
y les prestan las Montañas el enhiesto campanario
donde retumba cual doble, de los rayos del fragor.
Y allá en la cima del monte, allá más
cerca del Cielo
pidan por la paz del Mundo, porque cese ya este duelo,
por los sagrados ideales de amor y fraternidad!
¡Que no mate el hombre al hombre, que comprendan los humanos
que son crímenes sin nombre; que se dé la gloria
en la altura a Dios
y para los hombres, haya una paz duradera y de buena voluntad!
Puebla, Septiembre 9 de 1950
© Alpinismo, revista mensual. Tomo 2, número
13, octubre 14 de 1950. Páginas 46-47.