En la Ciudad de México no existe el amplio y fragoso bramar de las olas rompientes de la segunda barrera de coral más grande del mundo. Allá, a cientos de metros de la rompiente, se escuchaba un estruendo de turbina de avión que no cesaba un solo segundo. Olas que venían desde oriente se estrellaban ahí, en esa barrera de coral después de miles de kilómetros. Tampoco existe ese viento norte persistente hasta hacer pensar que nunca terminará y que me hizo remar durante veinticinco kilómetros sin cesar sólo para no regresar un metro. Viento fuerte. Pero aquí, alejado del Caribe que me vio recorrerlo a bordo de Thor, sólo se siente un frío intenso y seco. Y las ganas de regresar a continuar.
Porque la expedición "Mares de México" la suspendí en cuanto llegué a Cancún. Para términos prácticos, ahí terminaba el mar Caribe. ¿Por qué, si el proyecto inicial terminaría en Tabasco? Por una sencilla razón: la temporada de nortes se desató con fuerza y no me dejaba avanzar. Antes de tomar la decisión tuve una larga conversación con los pros y los contras de suspender la expedición, pero más que nada tuve que lidiar conmigo mismo para saber si no estaba abandonando en un momento de debilidad. Después de todo, llevaba ya muchos kilómetros navegando solo. Fue una ardua tarea pero al final se impuso el sentido común, dictado por el viento que no me dejaba avanzar más que pocos metros por mucho esfuerzo. Los detalles se pueden encontrar en la bitácora.
Era decir "no" para regresar luego, porque la expedición apenas ha comenzado y el hecho de haber recorrido el Caribe ya es un avance importante. Podría realizar una larga perorata sobre el cuándo y por qué decir no, pero sería sólo eso. Quienes nos hemos visto obligados a tomar esa decisión sabemos que es algo que no se explica a nadie más que a uno mismo.
Quiero dar las gracias a Interplanet, empresa de prestación de servicios de Internet, y a Séptimo Grado, equipo de aventura y expediciones, su valioso apoyo y por haber creído en Alex y en mí cuando les presentamos el proyecto. A Alex Niz, quien tuvo la mala fortuna de tener que regresar casi el principio de la expedición; un compañero como él se consigue pocas veces. Él había sido un motor muy importante en el despegue de la expedición y en el entrenamiento diario en la Ciudad de México y, después, un compañero mientras remaba.
También quiero dar las gracias a Víctor García quien me monitoreaba constantemente para obtener información de lo que pasaba. Es grato saber que a uno lo siguen, aunque sea con el pensamiento, pese a estar solo y lejos de cualquier tipo de comunicación a la civilización. Por eso, mi agradecimiento va también para todas las personas que escribieron para enviar saludos y palabras de aliento, porras, ánimos y todo lo posible. Sin todos ellos, el quebranto en ese horizonte continuo hubiera llegado pronto y no precisamente por los nortes.
Guillermo Espinosa, quien me "rescató" en Tulúm y posteriormente en Cancún, me ofreció su casa y su apoyo mientras estuviera cerca ("o hasta lejos, no lo dudes") de Playa del Carmen, fue un amigo valiosísimo, de aquellos que sólo encontramos en los caminos de la montaña. Roberto Alarcón también tiene su parte en esto, pues junto con Guillermo me hicieron la vida más placentera después de estar solo tanto tiempo.
Lo que la expedición "Mares de México" ha avanzado hasta el momento será presentado en una conferencia en el local de Séptimo Grado en fecha próxima y que anunciaremos con anticipación.
Carlos Rangel, 2001