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Montañismo y Exploración
En la noche y entre los hielos
1 mayo 2001

El Polo Norte, una región desconocida y temida a mediados del siglo XIX, es el escenario adonde Fritjof Nansen se dirige con un barco que muchos califican peligroso para esa zona: el Fram. Con él quiere hacer lo que nadie antes ha hecho por voluntad: dejarse atrapar por los hielos del invierno y que las corrientes marítimas del polo lo arrastren a su objetivo final: el Polo Norte. ¿Locura? Muchos siguen pensando que lo fue. Sin embargo, es una de las grandes gestas de exploración de la humanidad.







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Fritdjof Nansen. En la noche y entre los hielos. La expedición polar noruega de 1893 a 1896. Editorial Labor, Barcelona, 1962, 420 páginas. s/ ISBN.

 

En mi opinión el más grande de los exploradores polares fue Nansen... Lo que vivió en el Polo Norte nunca fue alcanzado por otras expediciones. Fue una bellísima expedición, aunque no llegase a pisar el Polo.

Reinhold Messner

"...hemos luchado, hemos sembrado, pero ahora es el momento de la cosecha. Algo sollozaba y lloraba dentro de mí, de alegría y gratitud.

"El hielo y las largas noches de luna, con su tomento, parecíanme un sueño remoto de otro mundo, un sueño que había surgido y se había desvanecido. Pero, ¿qué valor tendría la vida sin sueños?" (p. 379)


En 1884, fragmentos de un barco, el Jeannette, que se había hundido en las costas de Siberia en un viaje hacia el Ártico, aparecieron en las costas de Groenlandia, es decir: al otro lado del casquete polar. Al menos eso es lo que sostiene el profesor Mohn:

"En otoño de 1884 casualmente leí en el periódico noruego "Morgenbladet" un artículo del profesor Mohn en el que se decía que en la costa sudoccidental de Groenlandia habían encontrado varios objetos que procedían indudablemente del "Jeannette". Mohn suponía que habían sido acarreados a través del mar polar sobre un témpano de hielo. ¡Inmediatamente comprendí que allí estaba el camino! Si un témpano de hielo podía navegar a través de aquella zona ignota, aquella "deriva" podía también ponerse al servicio de la investigación..." (p. 12)

Fritdjof Nansen, quien pocos años antes había cruzado Groenlandia en esquís y obtenido por ello un reconocimiento en su país, toma este dato como un hecho y lo convierte en la razón fundamental de una expedición que se dirija al Polo Norte de una manera diferente a como lo habían intentado los exploradores polares más reconocidos:

"Mi proyecto es el siguiente: Disponer la construcción de un barco lo más pequeño y resistente posible... Lo principal en este barco es que se construya de tal forma que le permita resistir la presión de los hielos. Debe tener los costados lo bastante oblicuos para que el hielo, al presionar, no encuentre fácil punto de apoyo... sino que... lo levante." (p. 15)

A fines del siglo XIX, la idea de hacer que el propio barco quede atrapado entre los hielos escandaliza a todo mundo, pues es conocido que el bloqueo de los hielos es el peor enemigo del explorador polar:

"Mi proyecto encontró oposición por parte de algunos sectores... como ya era de esperar, tropezó con muchas resistencias, incluso fuera de Noruega, y la mayoría de los exploradores polares y de los especialistas en las cosas del Ártico manifestaron, más o menos abiertamente, que era "pura locura"." (p. 21) "El almirante Sir Georges Nares dijo: "Para que tenga éxito un viaje a las regiones de los hielos, es un principio reconocido el mantenerse a poca distancia de una línea costera. Cuanto más nos alejamos de la civilización, más deseable es contar con una línea de retirada segura y razonable. El absoluto desprecio de este principio constituye la idea central de Nansen de llevar su barco deliberadamente a los hielos flotantes —este barco que será la única esperanza de la expedición—. Así, el jefe, en vez de gobernar los movimientos del buque, se verá forzado a dejarse arrastrar sin remedio, a merced de los movimientos naturales del hielo en el que estará aprisionado." (p. 22)

Sin embargo, Nansen se mantiene firmemente en su idea:

"Si pasamos revista a la larga serie de expediciones anteriores y al material de que dispusieron, veremos que muy pocas contaron con una embarcación perfectamente apropiada para el fin a que se la destinaba; la mayoría no tuvieron ni siquiera buques destinados desde el principio a viajar por las regiones de los hielos. Esto resulta sorprendente si se considera las sumas que se han invertido para equipar determinadas expediciones. Lo cierto es que, por regla general, se sentía tanta impaciencia por partir, que no quedaba tiempo para una preparación cuidadosa de la empresa. Con frecuencia, los trabajos se iniciaron dos meses antes de zarpar.

"Nuestra expedición no podía ser equipada en tan poco tiempo. Si debía durar años, los preparativos exigían otros tantos, mientras que el proyecto había requerido el triple de ese tiempo para madurar.

"Archer presentó croquis tras croquis, que fueron rechazados uno tras otro. Reclamábamos cada vez nuevos perfeccionamientos y cambios. La forma por la que al fin nos decidimos quizá no sea bella; pero que era buena y acertada, lo demostró el viaje." (p. 29)

El Fram ("Adelante", en noruego) se terminó de construir el 26 de octubre de 1892 y era una embarcación que a juicio de todos no era precisamente una belleza pero que cumplía con los requisitos que Nansen necesitaba para dejarse aprisionar por los hielos en un viaje de exploración que duraría tres años (1893-1896) y que trataría de alcanzar el Polo "a bordo" de los hielos que habían detenido a tantos antes que él. El globo aerostático, que está cobrando gran auge por entonces, parece ser el rival número uno del Nansen de 28 años que se presenta en la Sociedad Geográfica de Cristiana (la actual Oslo) para argumentar fuertemente acerca de los beneficios de hacer una expedición tal como la tiene planeada:

"He oído insinuar que un día se podrá ir al Polo en globo y que, por tanto, es trabajo inútil pretender llegar a él antes de dicho día. Casi no es necesario demostrar que se trata de un criterio insostenible. Aun admitiendo que, a la corta o a la larga, sea posible poner en práctica la idea, tan frecuentemente manifestada, de ir al Polo volando en un aeronave, un viaje de esta clase, por muy interesante que pueda ser considerado desde varios puntos de vista, no proporcionaría, ni con mucho, los frutos científicos que cabe esperar de expediciones llevadas a cabo por los métodos clásicos. Un copioso botín científico en diversas direcciones puede lograrse sólo a base de una estancia prolongada en aquellas regiones, mientras que las observaciones efectuadas desde el aire, por fuerza habrían de ser superficiales y fugaces." (p. 13)

"Una vez alcanzado el Polo, no habría seguridad alguna de volver a encontrar el barco al regreso del viaje. Sin embargo, creo que esto tiene escasa importancia; no partimos en busca del punto matemático que constituye el extremo septentrional del eje terrestre —además, dicho punto tiene de por sí muy poco valor científico—, sino para realizar investigaciones en el sector desconocido del Globo que rodea al Polo. Estas investigaciones tendrán la misma importancia científica si la expedición pasa matemáticamente por el Polo que si lo hace a poca distancia del mismo." (p. 19)

Pese a la controversia que se desata en torno a la expedición, no fue problema alguno conseguir tripulación porque "Tan pronto como se divulgó el proyecto, y pese a las muchas voces de advertencia que se elevaron en contra de la expedición, llegaron de todos los puntos cardinales, de Europa, América e incluso Australia, centenares de peticiones de personas que deseaban participar en ella." (p. 39) Y entre tantas solicitudes, Nansen elige a doce hombres que lo habrán de acompañar durante tres años en un proyecto que todos consideraban insensato y parte el 24 de junio de 1893 hacia el norte de noruega para navegar por el norte de Europa hasta que, llegado el momento adecuado, Nansen se dirige al norte por varios días hasta que el Fram queda bloqueado entre los hielos e inicia su deriva con los hielos: "Entre los témpanos hay hielo fangoso, que va adquiriendo cada vez más consistencia. Desde el puesto del vigía distinguimos, con ayuda del anteojo, el mar libre más allá de los hielos por el lado Sur. ¡Nos van a encerrar! Bueno, ¡bienvenido sea el hielo!" (p. 84)

Pero, ¿soportaría las grandes presiones de las banquisas de hielo durante meses? Una anécdota lo resuelve todo:

"Probablemente el hielo hace el oficio de ariete. Pero el "Fram" está a su altura; ningún otro barco habría resistido una acometida semejante... El témpano, de 2.3 m. de espesor, se ha lanzado contra nuestro costado de babor, apilándose luego sobre el hielo que nos sirve de base y apretando fuertemente en el sentido de la profundidad.

"Por lo que puedo juzgar, el buque no habría resistido una presión más intensa, y así no es maravilla que gimiera; pero aguantó el embate y se reincorporó. ¿Quién se atreverá aún a sostener que la forma del barco tiene escasa importancia? Si el "Fram" no fuese como es, ahora no estaríamos aquí. No hay en el buque una gota de agua." (p. 202)

Los embates del hielo contra el Fram continuarían mientras estuviese rodeado de hielos y los hombres se dedicaron a las labores científicas. Uno de los resultados que el viaje arrojó fue el de la gran profundidad del Mar Ártico:

"Hoy hemos sondeado, soltando 2100 m. de hilo sin tocar fondo. No tenemos más hilo. ¿Quién hubiera creído que encontraríamos aguas tan profundas?" (p. 114)

"Fundamentándose en la hipótesis de un mar polar superficial, se había deducido que las regiones que circundan al Polo estuvieron formadas, en épocas remotas, por una vasta extensión de tierra, cuyos restos eran las islas hoy existentes. Luego se había admitido que aquella gran tierra polar era la región originaria de numerosas formas animales y vegetales, que desde allí habían irradiado a nuestras latitudes. Ahora no habrá más remedio que renunciar a esta hipótesis." (p. 154-155)

Con estas y más actividades, la vida a bordo del Fram no es monótona, sobre todo por la extensa biblioteca con que cuenta y que leen ávidamente mientras hacen lecturas continuas de su posición para saber en qué grado la deriva de los hielos del casquete polar los dirige al norte geográfico. Un descubrimiento importante es que esa deriva no es en una sola dirección, sino que hay ocasiones en que se dirige al sur:

"—Somos la gente más feliz de la Tierra al poder vivir aquí, donde no tenemos preocupaciones y sí, en cambio, todo lo que necesitamos.

"¡También yo soy feliz! Pese a que volvemos a derivar hacia el sur, estoy de buen humor. Al fin y a la postre, ¿qué importa? Tal vez para la Ciencia los resultados sean igualmente interesantes, y es posible que el deseo de llegar al Polo Norte sea hijo pura y simplemente de la vanidad." (p. 121)

Poco a poco, Nansen nota que el Fram no pasará por el Polo. Así, las anotaciones de su diario lo reflejan:

"Resulta muy fácil persuadirme que lo importante es terminar la expedición, con éxito o sin él, volviendo a Noruega sanos y salvos. Lo único que podía hacer yo era emprender este viaje, pues, según mis planes, tenía que salir bien y, por tanto, era mi deber realizar la tentativa. Pero suponiendo que fracase, ¿es también a cuenta mía?

"He cumplido con mi deber, he hecho todo lo que podía hacerse; puedo regresar con la conciencia tranquila a la felicidad hogareña que dejé atrás. ¿Qué puede importar que la casualidad, o como quiera llamársele, haga triunfar el proyecto, confiriendo la inmortalidad a nuestros nombres, o los condene al olvido? El valor de un proyecto sigue siendo el mismo, tanto si la suerte nos sonríe como si se muestra adversa." (p. 106)

Científico y responsable del Fram, de su tripulación y de todos los proyectos científicos a bordo, no puede evitar pensar en el Polo: "Cada mañana, al entrar, me invitan al trabajo el microscopio, los cristales y las materias colorantes; pero aun cuando todos los días trabajo incansablemente hasta bien avanzada la noche, suelo hacerlo por sentimiento del deber, y no me duele que la labor termine y me permita tumbarme unas horas en la litera, a leer una novela y fumar un cigarro. ¡Cuán a gusto dejaría todo esto para lanzarme a la verdadera vida, a abrirme camino por el hielo y el mar con los trineos, los botes o los kayaks!" (p. 162) "Ahora ya no dudo del éxito de nuestra expedición, y, al fin y a la postre, mi error de cuentas no ha sido grande; pero dudo mucho de que pasemos del grado 85, suponiendo que lleguemos hasta él. He de confesar que siento una verdadera obsesión por alcanzar el Polo. Probablemente efectuaré la tentativa cuando nos encontremos, en un tiempo no excesivo, a distancia relativamente corta de él." (p. 158)

A base de pensar y planear continuamente el viaje, comprende que es una empresa factible si la emprenden dos hombres con lo estrictamente necesario pero, ¿quién habría de acompañarlo?: "Es muy hermoso que quien ha trazado un plan, racional o irracional, vaya personalmente a ponerlo a prueba; como es natural, hará cuanto esté a su alcance a favor del hijo que ha nacido de su pensamiento. Pero ellos, los compañeros, no tenían por qué cuidar de aquel hijo; podían perfectamente haberse mantenido al margen de la expedición. ¿Por qué un ser humano habría de renunciar a la vida?" (p. 160)

Pese a que varios tripulantes piden ser los acompañantes de Nansen en ese viaje, la elección cae sobre Frederik Hjalmar Johansen, de 27 años de edad:

"Lunes19 de diciembre [de 1894]... Estoy ya plenamente resuelto. Esta mañana he explicado la cosa a Johansen, presentándole las posibilidades y haciendo particular hincapié en los peligros que pueden acecharnos.

"Le dije que era cosa de vida o muerte, que se había de tener esto bien presente. Debía pensarlo bien antes de decidirse; podía optar por acompañarme o por quedarse. Si resolvía venir, me alegraría, pero deseaba que se tomase uno o dos días para reflexionar antes de contestarme definitivamente.

"Me respondió que no necesitaba pensarlo y que vendría gustoso... él había reflexionado detenidamente y consideraba como un gran honor que la elección hubiese recaído en él." (p. 186)

Los preparativos para el viaje de dos hombres al Polo ocupa a la tripulación durante varios meses hasta que Nansen y Johansen parten del Fram "el 14 de marzo a mediodía... entre salvas de artillería" (p. 223) y se dirigen hacia el norte. Es entonces cuando se enfrentan a la presión de los hielos, pero si bien esta vez no deben temer por una embarcación que se hunda, la presión hace que se formen "crestas de presión" que alcanzan hasta más de diez metros y dificultan el avance de los tres trineos y hacen trabajar a hombres y perros al límite de sus fuerzas:

"Después de desayunar hacíamos algunas anotaciones en los diarios y luego era cuestión de pensar en la marcha. Pero, ¡qué cansados nos sentíamos aún a veces! Con frecuencia yo lo habría dado todo por meterme de nuevo en el saco y pasarme durmiendo en él veinticuatro horas seguidas. Parecíame que habría sido el máximo placer del mundo. Pero era forzoso seguir adelante, adelante hacia el Norte." (p. 229)

Ahí, donde todo es hielo, Nansen descubre que son arrastrados hacia el sur: "Me resultaba enigmático el hecho de que progresáramos tan poco hacia el Norte. Durante las marchas sumaba siempre nuestras etapas, llegando inalterablemente a la conclusión de que debíamos de haber superado el grado 86, suponiendo que los hielos no se corriesen. Sin embargo, pronto pude darme perfecta cuenta de que eran arrastrados hacia el sur, y de que en su obstinada deriva, a capricho del viento y la corriente, teníamos nuestro peor enemigo." (p. 234) "Tendremos que volvernos antes del tiempo previsto. Creo que hay aproximadamente 280 millas marinas (410 km.) hasta la tierra de Petermann —en realidad, eran más de 360 millas (670 km.) hasta Cabo Fligely—, y es de suponer que nos costará un enorme esfuerzo superar esta distancia." (p. 235)

Nansen, fotografiado en la cabaña de Jackson, una vez terminado su viaje con Johansen

¿Adónde dirigirse si el "Fram" navega en los hielos y es absolutamente imposible localizarlo? Es algo con lo que Nansen contaba desde el principio: "Veo bien que no es aconsejable persistir por más tiempo. No penetraremos más al Norte; nos espera una labor bastante fatigosa si, por la ruta de la Tierra de Francisco José, hemos de cruzar más hielos de esta clase... He tomado hoy la altura meridiana: estamos poco más o menos a 86º 10' de latitud norte. (Esta latitud la obtuve por cálculo aproximado; al comprobarlo, resultó 86º 13.6'; la longitud era de 95º aproximadamente." (p. 236)

Es decir: dan marcha atrás a una distancia de 358 kilómetros de su objetivo. Un viaje a un punto que no tiene ninguna marca geográfica es algo difícil de concebir, pero para ellos es también difícil dirigirse a tierra, porque si bien saben que si se dirigen hacia el sur llegarán a ella irremediablemente, no aciertan a ubicar una posición precisa, sobre todo porque los relojes de ambos se detienen y no pueden calcular ya su longitud: "Caro pagamos el olvido de no dar cuerda a los relojes." (p. 273). Sacrificando a sus perros para darles de comer a los otros, continúan avanzando hacia el sur, pero nuevamente las malas condiciones del hielo los detienen constantemente. Es un viaje a una tierra que no conocen pero que saben que está ahí, hacia el sur.

"Martes 11 de junio. Mirada en conjunto, nuestra vida es de lo más uniforme que imaginarse pueda; día tras día, semana tras semana, mes tras mes moviéndose en medio de esta fastidiosa tortura en los hielos, que hoy mejoran un poco y mañana empeoran —ahora, por ejemplo, tienden a empeorar—, siempre con la esperanza de ver el fin, mas siempre esperando en vano, ante este monótono horizonte de hielos, nada más que hielos. En ninguna dirección se observa el menor indicio de tierra ni de aguas libres, pese a que nos hallamos a la latitud de Cabo Fligely o, como máximo, unos pocos minutos al norte del mismo. Ni sabemos donde estamos ni cómo terminará todo esto. Entretanto, las vituallas disminuyen, y, con ellas, nuestros perros. ¿Llegaremos a tierra disponiendo aún de provisiones, o simplemente llegaremos a ella? Pronto será imposible seguir luchando contra este hielo y esta nieve. Todo es una verdadera pasta. Los perros se hunden a cada paso, y nosotros andamos chapoteando, sumergidos hasta las rodillas cuando acudimos en ayuda de los animales o empujamos los pesados trineos. Así hay que salvar canal tras canal, cresta tras cresta. Es difícil mantener encendida la esperanza, aunque, a pesar de todo, no nos abandona. Realmente podría desvanecerse a la vista de todos estos hielos, una maraña imposible de cadenas, grietas, hielo fangoso y enormes bloques, formando un abigarrado caos, que produce el efecto de que se halla uno ante un oleaje petrificado. En ocasiones parece imposible que criaturas privadas de alas logren avanzar por estos parajes. Envidioso, se sigue el vuelo de una gaviota, pensando en lo lejos que estaría muy pronto si pudiese disponer de sus alas. Pero luego se encuentra uno con un camino y siente renacer la esperanza. Que el sol desgarre sólo por un momento el manto de nubes, y las heladas extensiones brillen con toda su deslumbrante blancura; que los rayos solares se pongan a jugar en el agua, y la vida nos parecerá bella a pesar de todo, y se estimará que vale la pena luchar por ella." (p. 265)

El 24 de julio divisan por fin tierra, aunque no saben donde se hallan. Pero si bien la han avistado, tienen que dejar primero los hielos y navegar con sus kayaks en aguas libres: "Daba gusto ver los kayaks bailando en el agua y oír el chapoteo de las olas a sus costados. Desde hacía dos años no habíamos visto una extensión de mar como aquella. Al poco rato de remar pudimos izar ya la vela e, impelidos por el viento, avanzamos cómodamente hacia aquella tierra por la que durante tantos meses habíamos suspirado. ¡Qué diferencia con el tormento de arrastrarse sobre los hielos!" (p. 296) "...se despejó la atmósfera y vimos extenderse ante nosotros una tierra que se prolongaba muy hacia el Sur y el Oeste, de Sudeste a Nornoroeste... Pero, ¿dónde estábamos?" (p. 300) "Creo que hemos llegado a una tierra nueva de la parte occidental de la de Francisco José, tan a Oeste, que nada hemos visto de los territorios descubiertos..." (p. 302)

Es hasta el 17 de agosto de 19895 que tocan tierra: "Al anochecer llegamos, por fin, a las islas hacia las cuales nos habíamos estado dirigiendo en el curso de los últimos días, y por una vez nuestros pies tocaron tierra no cubierta de hielo. Fue una sensación maravillosa e indescriptible la de saltar de una roca basáltica a otra." (p. 301)

A pesar de su contento, saben que no deben perder tiempo porque se acerca el invierno y ellos no han llegado todavía a ningún lugar desde donde puedan desplazarse a una base naval y regresar a Noruega. El diario de Nansen "calla" el 24 de agosto porque ambos se preparan para el invierno, cazando osos o morsas o construyendo su refugio. El 6 de diciembre, Nansen vuelve a escribir:

"De momento hemos de quedarnos donde estamos y tratar de acomodarnos lo mejor posible. No encontramos ningún lugar resguardado para montar la tienda, y hubimos de construirnos un refugio. Rompiendo piedras de la rocalla del arrecife inferior, reunimos todas las que pudimos. La única herramienta de que disponíamos para nuestras actividades de picapedrero era el patín de un trineo de mano; la mayoría tuvimos que arrancarlas con las manos. Estuvimos trabajando toda la noche, lo que según nuestra primera intención había de ser sólo un abrigo contra el viento, se fue transformando poco a poco en cuatro paredes, y luego persistimos en la obra hasta que hubimos construido una choza. No era una maravilla, ni mucho menos; ni siquiera tenía la longitud suficiente para permitirme yacer estirado en ella; los pies me salían por la puerta. En cuanto a la anchura, era la justa para cobijarnos a los dos de lado, y dejar el espacio justo para el hornillo. Mas lo peor de todo era la altura. Sitio para permanecer echado lo había, pero yo no podía sentarme con la espalda erguida. Como techo extendimos la delgada y poco resistente tienda de seda sobre las raquetas y cañas de bambú. Cerramos la puerta con las chaquetas, y a través de las paredes penetraba por todas partes la luz del día. Más tarde le pedimos el nombre de "La Cueva"; realmente era un cuchitril horrible, pero nosotros nos sentíamos orgullosos de nuestra obra. Por lo menos no podría derribarla el viento, a pesar de que soplaba a su través. Cuando hubimos extendido en el suelo la piel de oso a guisa de lecho y nos sentimos calientes y cómodos dentro del saco mientras un puchero lleno de carne se cocía sobre el hornillo de aceite, pensamos que la vida es un placer, sin que lograra turbar nuestro contento ni siquiera la circunstancia del humo, tan espeso, que nos inflamaba los ojos y los hacía llorar.

"Cómo quiera que tampoco al otro día (28 de agosto) fue posible reanudar la ruta, y, por otra parte, se acercaba el otoño, resolví definitivamente pasar allí el invierno." (p. 309)

Es un invierno polar más para los hombres, aunque esta vez solos: "Nuestra vida era monótona. La jornada empezaba para nosotros preparando y tomando el desayuno. Luego seguía eventualmente una siestecita, y a continuación salíamos, con objeto de hacer un poco de ejercicio, si bien esto no era frecuente no más prolongado que lo necesario, porque nuestros vestidos, impregnados de grasa, desgastados y rotos, eran muy poco apropiados para paseos invernales al aire libre." (p. 325-326) "...lo general era que el viento silbara agudamente, proyectando la nieve en todas direcciones, de modo que todo parecía envuelto en niebla. A veces pasaban muchos días sin que pudiésemos asomar las narices a la puerta, y sólo las necesidades más imprescindibles, nos hacían salir: traer hielo para obtener agua potable, un jamón, un pedazo de carne de oso o tocino para la lámpara... Considerada en conjunto, nuestra existencia era comodísima. Con lámparas de aceite podíamos mantener en el interior de la caseta una temperatura poco más o menos de cero grados, si bien cerca de las paredes era mucho más baja. Allí se depositaba la humedad en forma de bellísimos cristales de hielo, de modo que las paredes eran blancas..." (p. 326)

Es precisamente este "exceso" en dormir lo que les hace resistir el invierno, pues llegan a dormir hasta 20 horas al día. En marzo regresa la luz del sol y comienzan los preparativos para viajar al sur y "Por fin, el 19 de mayo (1896) quedamos listos para reemprender la ruta. Los trineos estaban cargados. Lo último que hicimos fue fotografiar la choza por fuera y por dentro y dejar en ella un breve informe." (p. 344)

El viaje de retorno a la civilización es menos arduo que el de ida al Polo pero, ¿cómo habrían de enfrentar la civilización estos dos hombres que llevaban un año viviendo en medio de los hielos?

"Era poco después de mediodía cuando me levanté el 17 de junio y me puse a preparar el desayuno. Había ido por agua, encendido fuego, cortado la carne y puesto en el puchero; y ya me había quitado una de las botas, dispuesto a meterme de nuevo en el saco, cuando se despejó la niebla. Pensé que convenía aprovechar la ocasión para echar un vistazo afuera, en vez de dormir. Volví a calzarme la bota y me subí a un montículo cercano... mientras seguía con la mirada la línea de la costa, deteniéndola en los oscuros y pelados muros montañosos, y la dejaba deslizar por los llanos helados y los heleros de tuna tierra que, según yo creía, nunca habían pisado aún el pie humano, una tierra que reposaba en su ártica majestad envuelta en su manto de niebla, de pronto hirió mi oído algo semejante al ladrar de un perro, que me estremeció. Fueron sólo dos o tres ladridos; otra cosa no podían ser. Agucé el oído, pero ya no percibí más que un alboroto de las aves. Me habría confundido; serían aves lo que oyera, y otra vez mi ojos se dirigieron hacia los estrechos e islas de oeste. Entonces se repitieron los ladridos; primero aislados, y luego un griterío en toda forma. Percibíase un ladrar ronco y otro más fino, un tono profundo y otro claro; era imposible seguir dudando." (p. 357)

"De pronto me pareció oír una voz humana, una voz desconocida, la primera en tres años. ¡Cómo me palpitaba el corazón, cómo se me agolpaba la sangre en la cabeza mientras trepaba a un montículo y me ponía a gritar con toda la fuerza de mis pulmones! Detrás de aquella voz humana, en medio del desierto de hielos, detrás de aquel único mensaje de la vida, estaban la patria y aquella que me aguardaba en el hogar..." (p. 358-359)

"Me quité el sombrero y nos estrechamos las manos con un cordial "¿Cómo está usted?"... De repente se quedó parado y, mirándome a la cara, me preguntó:

—¿No será usted Nansen?

—¡Sí, el mismo!

—¡By Jove, cuánto gusto de verlo!

"Y, cogiéndome la mano, me la estrechó repetidamente, mientras su rostro se convertía en una amplia sonrisa de bienvenida..." (p. 359)

Nansen y Johansen regresan pocas semanas después a Noruega y son aclamados como héroes. Es una tierra de exploradores y reconocen a quien ha hecho un buen trabajo. "Pero, ¿dónde estaba el "Fram"? ¿Lo habíamos abandonado? ¿Dónde estaban los otros? ¿Había ocurrido alguna desgracia? Todas estas preguntas brotaron..." (p. 374) En su lento retorno a la actual Oslo, Nansen recibe un telegrama en compañía de Sir Georges Baden-Powell:

"Fridtjof Nansen

"Fram llegado hoy en buen estado. Todo bien a bordo. Salgo en seguida a Tromsö. ¡Bienvenido a la patria!"

"Otto [Neumann] Sverdrup [capitán del Fram]"

Sverdrup, a quien se había encomendado el mando del Fram, regresaba prácticamente en la misma fecha en que Nansen llegara a Noruega. Así, el viaje del Fram, llegaba a buen término. Nansen había probado mucho más que ser obstinado y había abierto una nueva época en las exploraciones polares al usar kayaks, trineos y esquís en el viaje. Pero además, tenía todo el bagaje de información que El Fram había recogido cuando estuvo incrustado en los hielos, hasta que fue liberado con cargas de dinamita cuando el mar comenzó a abrirse.

"¡Había terminado el cautiverio! Detrás de nosotros quedaban tres años de trabajo y fatigas, con su lastre de pensamientos sombríos durante las largas noches; y delante estaba la vida, el reencuentro con los seres queridos." (Sverdrup, p. 412)

El Fram está actualmente en el Museo Fram, hecho ex profeso para albergar la nave que realizó este viaje y además, llevara a Roald Amundsen al Polo Sur.


Referencias en Internet

Fridtjof Nansen (1861 - 1930). 1922 Nobel Peace Prize

Fridtjof Nansen, A Life in the Service of Science and Humanity

Fridjof Nansen and the Voyage of the Fram 1893-1896

With Nansen to the North Pole

The Polar Vessel Fram

The Fram: The famous polar exploration vessel used by Nansen and Amundsen

Fram



 



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