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Montañismo y Exploración
Aspectos psicológicos en expediciones de montaña

Al hacerse cargo de un grupo expedicionario, el médico se encuentra con una serie de individuos de cuyo estado de salud ha procurado obtener el máximo de información a través de los reconocimientos médicos previos… No obstante, la información que el médico posee sobre sus estructuras psicológicas suele ser muy escasa.







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2. Impacto que los distintos factores externos pueden crear sobre el conjunto y sus características

Es indudable que los distintos componentes de los grupos expedicionarios, constituidos habitualmente según el patrón antedicho, van a verse sometidos a diferentes tensiones desencadenadas por lo que desde el pinto de vista psicológico hemos dado en denominar agresión humana y la agresión ambiental.


a) Agresión ambiental

Aparte de los infinitos problemas de todo tipo que se plantean en la preparación y transcurso de una expedición, existen muchas situaciones imprevistas que por desatar discusiones y opiniones encontradas tenderín a desestabilizar el grupo.

Estas situaciones imprevistas, tales como problemas burocríticos, de transportes, accidentes, climatológicos, etc., plantean una situación de urgencia en su resolución cuyo carícter fundamental viene dado por las circunstancias siguientes:

aa) Aparición súbita y brusca que enfrenta a quienes la padecen ante un dilema para el que no estín preparados de antemano.

ab) La resolución acertada de estas situaciones coloca a los expedicionarios ante la disyuntiva de tomar una decisión en el menos plazo posible, por lo que tal decisión lleva en sí misma la impronta de la impremeditación.

De estas dos consideraciones se deduce que las situaciones descritas, al incidir bruscamente sobre el grupo expedicionario, provocan en sus componentes reacciones que forzosamente estín matizadas por su propia personalidad psíquica, siendo de todos bien sabido que tanto el papel de la emotividad como la acción de la voluntad se ven afectados en estos casos por aspectos tales como el sentido de responsabilidad., la sensación de incapacidad y otros por el estilo que pueden llegar a anularlas.

Planteado el problema y si se trata de un grupo bien avenido, la discusión sobre sus posibles soluciones tiene su base en el principio de solidaridad entre todos los expedicionarios, mientras que cuando la cohesión del grupo es imperfecta se suele asentar, generalmente, sobre intereses menos encomiables. Señalemos que el efecto de estos problemas incide sobre el grupo humano de muy distinta forma, en dependencia de que exista o no en el mencionado grupo algún individuo capaz de amortiguar el impacto transfiriéndolo a través de su especial idiosincrasia. Así, es clísico el ejemplo del jefe de expedición ante un problema de burocracia, o del médico ante un problema de su incumbencia, manifestando clara seguridad en la conducta a seguir, y esta seguridad, sobre la base de su prestigio, hace que el acatamiento de sus decisiones no suela plantear problemas. Muy otras son las cosas cuando la decisión a tomar es dudosa u ofrece posibilidades varias, míxima si se piensa que un error en tal decisión puede suponer el fin de una expedición costosa, larga y penosamente preparada, sin que pueda alcanzar sus objetivos. Surgen en estos casos las diferencias de criterios, las discusiones se eternizan y ello no suele tener demasiadas consecuencias cuando de una u otra forma el problema se resuelve en un tiempo aceptable, pero en cambio puede llevar a graves enfrentamientos si al no encontrarse una solución las discusiones derivan hacia el terreno de los estrictamente personal.


b) Agresión humana

Como hemos dicho, los problemas planteados en la expedición influyen de forma importante sobre la emotividad y la voluntad de los expedicionarios. Pero estos factores se ven ademís matizados por las distintas razones que han movido a cada individuo a enrolarse en la empresa, y que posteriormente se van definiendo en el transcurso de la expedición a medida que ésta consigue o no sus objetivos.

Es indudable que en el comportamiento de cada expedicionario hay gran diversidad de peculiaridades que dependen, fundamentalmente, de su temperamento; pero díndose gran variedad de posibilidades de reacción en dependencia de otros tantos temperamentos distintos, y de las que nos ocuparemos mís adelante, se encuentra coincidencia psíquica en las tres fases que a nuestro juicio atraviesa el montañero expedicionario.

ba) La fase de preparación en la que el montañero se carga de exigencias para poder sacar adelante su proyecto se caracteriza por una vivencia de frustración ante la posibilidad de fracaso, el incremento progresivo de responsabilidades y las numerosas posibilidades de elección entre su trabajo, familia, etc. Todo ello lleva a actitudes compulsivas de evitación, y estas vivencias, que se mantienen hasta el mismo momento de la salida, provocan una necesidad agonística de partida, es decir, fuertes deseos de que todo empiece pronto.

bb) Mís adelante, durante los interminables trímites burocríticos, se siente un aumento brusco del estado de ansiedad que puede desencadenar desde un estado hipoanímico, con inestabilidad emocional, hasta brotes depresivos mís o menos profundos que suelen coexistir con periodos de reflexión en los que se experimenta cierto grado de desconfianza en sí mismo y en sus compañeros. Esta fase suele mantenerse con altibajos mís o menos claros durante todo el transcurso de la expedición.

bc) Una última fase aparece entremezclada con la anterior en los momentos ílgidos de ataque a las míximas dificultades técnicas de la montaña.. En ella aparecen la ansiedad, el nerviosismo, la irritabilidad, la inquietud psicomotora, las conductas estereotipadas de manierismos y rituales, etc. Esta sintomatología se refleja en sequedad de boca, palpitaciones, hipertonía muscular, sensación de agotamiento, despeños diarreicos, alteraciones en el ritmo cardiaco y respiratorio, etc. Todo ello alcanza su mayor intensidad en el campo base, los intermedios de los largos de cuerda y las noches que preceden al asalto a la montaña.

Así las cosas, cabe pensar que el fin de la expedición supone una auténtica liberación para el individuo y sirve para que aprecie su éxito o su fracaso. Si es éxito se fortalecerí en su capacidad de esfuerzo experimentando una inefable sensación de triunfo, mientras que si fracasa, su sensación de derrota le llevarí a buscar innumerables justificaciones que son en muchas ocasiones los motivos que aduciría para resaltar su éxito en caso de triunfo.

En todo este periodo hay que resaltar el momento en que se alcanza la cima. En él surge una vivencia de bienestar profundo que se puede acompañar de una sensación de superhombre. Pero si tenemos en cuenta que todavía queda el descenso, hay que pensar en la alteración biológica de algunos parímetros afectados por el esfuerzo que, unidos al factor psíquico del triunfo, desencadenan a veces reacciones de verdadero síndrome maníaco que puede llevar a omisiones e imprudencias funestas durante el descenso.

En otro orden de cosas, nuestra opinión estí en línea con la de la mayoría de los expertos en el tema, al considerar que el deporte de la competición es peligroso e incluso perjudicial. Quede claro que no nos referimos al deporte como ocio, pero el de alta competición puede ser absolutamente perjudicial si se piensa en un número elevado de deportistas de este nivel, entre ellos el montañero, [que] han sufrido lesiones graves, algunas de ellas con consecuencias muy serias.

Pero la agresión, ademís de física, se puede mantener también a nivel psicológico y así, en menor grado que en otras especialidades deportivas, el montañero expedicionarios estí sometido a presiones externas del medio que le rodea: exigencias de marcas comerciales, federativos, directivos de clubes, el ambiente competitivo que se crea y sobre todo el dinero. Un apartado importante es el que se plantea cuando es preciso responder a todo ello. En gran medida el individuo se llega a sentir obligado frente a la "galería" cuando su decisión mís segura pudo ser en algún momento la de desistir.

Pero la mente del escalador es susceptible a comentarios y posibles reacciones sociales cuando va a una expedición de la que estí pendiente una masa social. Es algo que, aunque trata de evitar condiciona su forma de actuar y, lógicamente, la de escalar, si lo que pasa a hacer es defender su posición a costa de lo que sea en vez de practicar el deporte según le gusta, disfrutando dentro de un "sufrimiento lógico" que impone la dureza de la ascensión. Hay tanto y tan poco entre el éxito y el fracaso... De la misma forma que el primero le incita pensando en una superación personal y en un triunfo, querímoslo o no, frente a la masa, el fracaso lo convierte en una persona resignada y obligada a explicaciones.

¿Hasta qué punto pues uno es uno mismo o es producto de una carga social que puede acarrear desde el momento en que partió? ¿Hasta qué punto estí permitido el fracaso en una expedición?

¿Todo ello constituye una deuda a la que se obliga el montañero y que puede desencadenar cuadros psicopatológicos específicos tales como el síndrome preagónico, el de campeón o el de fracasado, por citar algunos. Por otro lado tiene indudables repercusiones en todas las facetas de su comportamiento social ya que no hay duda de que el montañero canaliza hacia su deporte determinados problemas personales que no estín bien vistos en el contexto social.

A la vez lo convierte en un "vividor" de la montaña estimulado únicamente por unos motivos que deberían ser secundarios, que evidentemente no son capaces de compensar el sufrimiento que exige este tipo de actividad y que sólo proporcionan una compensación superior cuando se interpreta como un sufrimiento de realización personal.

Afortunadamente la "lucha" a estos niveles entre unas y otras expediciones no ha pasado por ahora de los simples "piques", y métodos "mafiosos" como se dan en otros deportes no han aparecido, aunque todo puede llegar si se persiste en popularizar la idea de que sólo quien alcanza la cima triunfa en el montañismo. En este sentido es triste comprobar cómo un deporte que hunde sus raíces profundamente en el ecologismo, la satisfacción personal y el planteamiento de un reto individual que constituye un método personalísimo de entender la vida, va poco a poco acercíndose a los deportes típicamente competitivos que a sus secuelas de postraciones por fracaso en esta actividad y delirios irracionales e ilógicos plasmados en algún tipo de persecución, de autoacusación o de protagonismo, propios de quien olvida que el montañismo expedicionario es una labor fundamentalmente de equipo e influido por los agentes extradeportivos antedichos, se siente ívido de aplausos y de sensacionalismos que le conviertan en "divo". No se olvide que ésta es la situación ideal para que aparezcan reacciones de angustia y neurasteniformes como la irritabilidad, así como los estados obsesivos en los que se realizan acciones extrañas, se tienen fobias o dudas y se ejecutan rituales a la busca de un personalismo mal entendido.

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