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Montañismo y Exploración
UNA OFRENDA PARA LOS DIOSES

1986: un grupo de universitarios hacen un descubrimiento arqueológico de primera importancia siguiendo los datos que la gente del lugar les proporciona. En una cueva en lo alto de un cerro rodeado de desierto, entran para averiguar lo que hay ahí. Quizá sea cierto todo lo que les dijeron en el valle acerca de restos de los







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LA EXPEDICION DE RESCATE

En la ciudad de México presentamos las piezas que habíamos extraído de la caverna a Mari Carmen Serra Puche, quien entonces fuera la directora del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la UNAM, para que diera parte del hallazgo al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), la única institución indicada para autorizar rescates arqueológicos. "Es el descubrimiento arqueológico más importante hasta la fecha de este tipo de material", comentaban los investigadores que llegaban a hacernos mil preguntas.

Por ellos nos enteramos que las piezas tendrían una edad aproximada de mil años, aunque habría que hacer estudios posteriores. A los investigadores les sorprendió que las piezas de madera estuviesen tan bien conservadas, al grado de hacerme creer en primera instancia que era una máscara reciente. Pero una caverna metida en pleno desierto es el mejor preservador de todo tipo de material.

Doce días después del descubrimiento regresamos al Valle de Tehuacán. El grupo de estaba constituido por tres equipos de trabajo: arqueólogos del IIA de la UNAM y del INAH , quienes llevarían a cabo toda la labor de rescate de las piezas; cuatro miembros de Televisión Universitaria, que grabarían todo el trabajo de los especialistas; finalmente, elementos de la Asociación de Montañismo y Exploración, quienes acondicionaríamos la caverna para que los otros dos equipos pudieran llegar a la sala de las piezas. Además debíamos continuar la exploración hasta el fondo, pues todavía no sabíamos qué tan profunda era.

Aparte de las piezas que nosotros habíamos extraído y entregado a las autoridades, se extrajeron 97 elementos arqueológicos más: pedazos de máscaras y máscaras completas, jícaras decoradas, escudos y otras piezas. Todas fueron tratadas antes de sacarlas de la cueva al aire reseco y entonces gélido del valle, en comparación con el hondo calor de semanas antes.

En otra pequeña oquedad, descubrimos un acceso superior que era en realidad una caverna pequeña. Para llegar hasta ella se tenía que escalar y la entrada era difícil, pero valió la pena pues encontramos más pedazos de cerámica muy bien modelada. El grupo de televisión realizó las tomas necesarias y una semana después se emitió un programa de 30 minutos sobre el rescate de las piezas.

Pronto supimos lo que era la fama: después de la transmisión del programa, nos llovieron invitaciones a programas de radio y televisión, entrevistas múltiples, interminables y repetitivas para periódicos. Sobre todo, descubrimos que teníamos muchos más amigos de los que pudiéramos recordar cada quien. El teléfono sonaba varias veces al día y la historia se repetía. Afortunadamente, la fama es efímera y al cabo de una semana ya no teníamos más que los amigos de siempre y los medios se habían olvidado de nosotros.

Podíamos pensar nuevamente en ascender montañas y recorrer sierras o desiertos.



A POSTERIORI

Algunas conclusiones a las que llegaron los investigadores de la UNAM indican que la "ofrenda" (se llamó así porque parecía ser tal en un principio) había sido hecha por grupos popolocas, que habitaban el valle antiguamente. La antigüedad aproximada de las piezas era 950 a 1,100 años, entre el periodo Clásico (100-800 d.C.) y el Postclásico (800-1200 d.C), lo que la convertía en el hallazgo arqueológico en madera más antiguo del mundo.

Las piezas son de diferente época, por lo que pudiera ser una ofrenda depositada en diferentes épocas. Pero al parecer se trata no de una ofrenda sino de un "ocultamiento" de piezas de elevada importancia para ciertos sectores de la población. La hipótesis más recurrida indica que al llegar los españoles los principales del lugar, escondieron esas piezas de tal manera que no pudieran ser destruidas por los europeos. Sin embargo, pudiera ser que hubiera una o más personas que las custodiaran de generación en generación. Probablemente, la llegada del "progreso" a través de la carretera que la familia hizo con su esfuerzo, hizo una mella brutal en esa tradición y permitió que nosotros recibiéramos la noticia. Sin embargo, esta es sólo una hipótesis tan válida como muchas más.

Además del programa de televisión que se transmitió varias veces a petición del público (lo cual no es de extrañar, pues entonces estaba exacerbado el nacionalismo a través de piezas arqueológicas por el robo en el Museo Nacional de Antropología e Historia del 24 de diciembre de 1985), Ernesto Vargas Pacheco dirigió una publicación interdisciplinaria sobre el hallazgo en donde participan varios miembros de la Asociación. El libro se llama La cueva de las máscaras de Santa Ana Teloxtoc, Puebla, y fue editado por el Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM.


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